Libro n°6 de la saga: "Improntas Quileutes."
"-¿Se supone que debo temerte o tenerte respeto?. Porque me da gracia que un Chihuahua sea más feroz que tú.
-Grrr.
-¿Lo ves?. Un Chihuahua sería más feroz que tú."
👤 Embry Call
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La mañana siguiente de ese día de fogata fue algo tranquila. Sasha estaba más calmada que nunca, como si estuviera apagada.
¿La razón?. Ni ella la sabía.
No habló con nadie respecto al sentimiento cálido que se plantó en su pecho al ver los ojos oscuros de aquel chico. No era tonta, sabía que era lo que pasaba, y se negaba rotundamente a depender de él. Jamás necesitó a un hombre para defenderse, siempre pudo ella misma. Es más, ella era quien defendía a su hermano mayor, Sam, de los brabucones.
Tenía a Ramona y Sashita, sus puños. Sí, les ponía nombres a sus puños. Si era un problema leve, era Sashita quien salía a la pelea. Pero si el asunto era grave, Ramona era quien llevaba la situación.
Ahora mismo, la joven de cabello rizado estaba tomando un café cargado, con una tostada. Lo que notó en esas pocas horas siendo una cambia formas, es que ella no tenía ese hambre descomunal que tenían la mayoría. Su apetito era el de una persona normal.
Eran las 6 a.m. estaba sola en la cocina/comedor de la casa de su hermano y cuñada. Desayunaba tranquilamente, hasta que oyó como alguien entraba a la casa. No necesitó levantar la mirada de su taza de café para saber de quién se trataba.
—Buenos días, Sasha.—Saludó Leah, tomando asiento frente a ella.
—Buen día, Leah.—Murmuró con la vista en su taza.
Leah frunció el ceño. No era normal ver a la chica bomba tan tranquila. Ella la conocía muy bien, o al menos, lo que recordaba de ella. Cuando la conoció, era una niña dulce pero muy malhumorada. Siempre se portaba amable, pero cuando se enojaba, hasta el más santo temia.
—¿Estás bien, Sasha?.—Preguntó la loba, mirando a su ex cuñada.
La joven levantó la vista y miró a la mujer delante de ella. Siempre tuvo confianza en Leah, incluso ella sabía todos sus secretos, hasta el más oscuro, como aquel..
—Leah, ¿Podríamos ir a otro lado?.—Preguntó Sasha, dejando la tostada con la que jugaba en el plato.
Leah no lo pensó y asintió con la cabeza. Ambas se levantaron rápidamente de sus asientos y salieron de la casa, tan rápido que parecían hijas de flash. Rápidamente fueron a la Push, donde se acercaron a la costa en silencio, silencio que la propia Sasha rompió.
—¿Es normal sentirme tan... perdida?.—Preguntó la muchacha, mirando la arena húmeda que enterraba sus zapatos a cada paso que daba.
