VI

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Milena Rochester

—Buen día, Milena. —Sonrió mi jefe, mientras trababa la puerta del elevador para que yo pudiera ingresar.

—Hola Richard, ¿Qué tal tu fin de semana? —pregunté.

—De lo mejor. Dean y yo fuimos a una exposición en el MoMA, deberías visitarla, estoy seguro que te gustaría —Una genuina sonrisa se dibujó en su rostro. Hablar de Dean, su novio, siempre causaba ese efecto en él —. ¿Qué tal el tuyo?

—Tranquilo. —Me encogí de hombros, dando un sorbo a mi café.

Y era verdad, en cierto sentido. Había pedido unos días de descanso a Katerina, en el club, y eso me había permitido dormir por horas los dos fines de semana pasados, cosa que mi cuerpo agradecía infinitamente. Había recuperado energía físicamente; sin embargo, mentalmente me estaba liando cada vez más. Quería, no, deseaba, no, no, mejor dicho... La necesidad de perderme en esos ojos oceánicos y su prominente musculatura, comenzaba a azotarme.

El elevador se abrió en nuestro piso, haciéndome volver a la realidad. Antes de que pudiera perderme en el pasillo rumbo a mi oficina, mi jefe volvió a hablar.

—Milena, un nuevo cliente me contactó el fin de semana, está interesado en que nos hagamos cargo del wayfinding* de su nuevo complejo, te veo en mi oficina en media hora junto con los chicos, para revisar el proyecto, ¿Está bien?

Asentí con una sonrisa.

—Claro, Richard, en media hora estamos contigo.

Me dirigí a mi oficina, dejando a mi paso un vaso de café en el lugar de Norah, mi asistente; quien frunció el ceño, acentuando un poco más las líneas de expresión que empezaban a ser visibles sobre su piel blanca.

—No se supone que soy yo la que debería traer el café —dijo extrañada, mirándome por encima de sus anteojos.

—Hoy me dio la gana traerte uno, así que tómatelo y no digas nada. —Sentencié, divertida.

A Norah la consideraba algo así como un "hada madrina", sólo con ella y con Erik sentía ese amor familiar que hacía mantenerme en pie tras la muerte de mi madre. Vivíamos en el mismo edificio, ella llevaba unos cinco años en la empresa y fue gracias a su recomendación en Ferguson que yo ahora estaba donde estaba. Eso nunca lo olvidaría ni dejaría de agradecérselo.

Era fiel creyente de que la vida te pone siempre a las personas indicadas en el momento que lo necesitas, y ella era una prueba de aquello. Y esa era la misma razón por la que me contrariaba la situación con Colleman, ¿Cuál era el objetivo de él en mi vida?

Sexo, lujuria y placer ¿No es obvio?

La maldita voz en mi cabeza parecía tener las cosas claras, y yo, ahogándome en un vaso de agua.

Liberé un suspiro.

—Gracias, Lena —dijo Norah —. Pero no es necesario que hagas esto. —Se escuchaba apenada.

Le hice una seña para que se tranquilizara.

—Sabes que ni con todas las atenciones del mundo podría pagarte lo que haz hecho por mí —dije sincera—. Pero ya, dejemos las cursilerías para después. Mejor dime, ¿Hay pendientes? —Cambié el tema.

—Ninguno. Estoy por enviar un correo de seguimiento a los señores Lovaton, para saber cuándo te puedes reunir con ellos para las observaciones del proyecto... L.C. ya aprobó la propuesta y estoy armando la carpeta final para que Richard pueda cerrar el proyecto.

—Perfecto. Termina de armar la carpeta y yo me encargo del correo a Lovaton.

—Seguro, Lena.

Entré a mi oficina. Aspiré profundamente, siempre me había gustado el ambiente ejecutivo. Desde pequeña, el estar en mi propio despacho, disfrutando de un buen café y haciendo una de las cosas que más amo (Diseñar) me hacía mucha ilusión.

El mentor © #PGP2023Where stories live. Discover now