XXXIX

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Milena

Las casi tres horas de vuelo pasaron tranquilas. Yo me acomodé en mi asiento y me quedé dormida prácticamente todo el viaje.

En Miami nos recibió un ambiente cálido y vivaz, con un gran número de habitantes de ascendencia latina, que, sin duda, inyectan la ciudad de su júbilo; todo lo contrario a New York, frío, cosmopolita y lleno de poses.

Apenas puse un pie fuera del Jet, pude sentir el aire caliente y húmedo golpearme en el rostro. Agradecí haber decidido llevar puesto un vestido ligero . En la pista ya nos esperaba un coche para llevarnos al hotel. Ví a Ulrik remangarse la camisa hasta los codos y colocarse los lentes de sol, antes de comenzar a bajar las escaleras. Reí internamente. A veces ese hombre podía resultar tan cliché.

—¿Me permite, hermosa dama? —Me ofreció su brazo, para bajar el último par de escalones y echar a andar por la pista, rumbo al coche, mientras que el chofer se encargaba de nuestras maletas.

Nos hospedamos en un precioso resort de la zona turística que quedaba bastante cerca del complejo Paradise Center, y que se encontraba a pie de playa. Desde mi habitación podía observar, parte de las áreas recreativas del lugar y algunos de los restaurantes, así como el bar que se encontraba a un costado de una de las piscinas. Más allá de todo eso, se extendía un área de abundantes palmeras y demás vegetación tropical, para dar paso posteriormente a un abundante espacio de arena blanca que contrastaba de manera maravillosa con el color turquesa del mar.

Me dí un baño rápido para refrescarme, antes de bajar a disfrutar un poco de lo que nos pudiera ofrecer Miami, debía aprovechar esa noche, porque el martes temprano iniciaría el trabajo y no estábamos seguros de cuánto tiempo nos iba a absorber.

Me cambié con un traje de baño blanco, de dos piezas; y encima un conjunto de crop top y pantalones anchos en color rosa pálido. Utilicé la secadora para peinar mi cabello y evitar que terminara esponjado y rebelde a causa de la humedad.

Al abrir la puerta me encontré con Ulrik, frente a ella y con la mano levantada en un puño, a punto de tocar. Un brillo particular surcó su mirada, "discretamente" recorrió mi cuerpo con ella, provocando que me sonrojara.

—Te ves hermosa, Lena —sonrió, quedando así un momento, como en estado de trance.

—Gracias —respondí, y mis mejillas se incendiaron más.

Desvió la mirada, agitó ligeramente la cabeza y se aclaró la garganta, antes de hablar.

—Vine a buscarte para bajar a comer ¿Te parece bien? ¿O quieres hacer otra cosa?

—Comer está perfecto. Muero de hambre —me froté el estómago —. ¿Vamos?

—Si. Claro —Se apartó para que yo pasara primero.

De entre todas las opciones, nos decidimos por un restaurante de comida Cubana, el lugar asemejaba una palapa gigante; con sus vigas de madera y el techo de palma a cuatro aguas; también estaba cercado hasta media altura con una especie de red de madera. Por dentro la decoración era colorida y alegre. Al fondo se encontraba el bar, que era el mismo que se conectaba al área de piscinas.

Nos recomendaron probar un plato llamado ropa vieja, el cual es un guiso de carne de res desmenuzada con cebolla, pimientos, laurel y otros condimentos utilizados en la comida típica del país; y acompañamos la comida con un par de mojitos de frutos rojos, o al menos yo lo hice.

Cuando ya iba por el cuarto mojito, caí en cuenta de que Ulrik continuaba con el mismo vaso del inicio, del cual había bebido menos de la mitad.

—¿Qué pasa? —pregunté, un poco más eufórica de lo normal, a causa del alcohol que comenzaba a correr por mi torrente sanguíneo —¿Piensas dejarme beber sóla?— Reí...¿Por qué? Ni pinche idea.

El mentor © #PGP2023Where stories live. Discover now