XX

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Milena

Por primera vez en mucho tiempo, el lunes no me parecía tan malo. Había despertado con la mejor actitud, con una sonrisa de oreja a oreja y un brillo especial en los ojos. Pese a que el asunto de André aún me martillaba la cabeza, estaba realmente feliz; tanto, que incluso Norah notó el cambio apenas puse un pie en la oficina. La noche anterior había sido mágica, una de las mejores de mi vida, me atrevería a asegurar.

Pero, ¿Cuánto duraría esa felicidad?

La pregunta me cayó encima como un balde de agua fría. El mundo no podía ser tan pequeño y tampoco creía en las coincidencias, ni en el destino; la relación de André con la desarrolladora de los Colleman no me daba buena espina. Algo no estaba bien.

Era imposible que Kendrick conociera mi relación con aquel hombre, a excepción del apellido, claro... ¿Qué tan común sería el apellido Rochester?... Como sea, a Kendrick apenas le había hablado de mi padre. Hasta antes del fin de semana, era imposible que supiera de quién se trataba. Ulrik, en cambio, si conocía mi historia desde hacía un tiempo, pero tampoco había entrado en detalles. Siempre era muy precavida en cuanto a no mencionar el nombre de mi progenitor, por el simple hecho de que con sólo un click en internet sería fácil dar con él, con sus negocios y con su vida. Tan sólo de pensar que me pudieran relacionar con un hipócrita como él, me ponía mal.

Ulrik Colleman, ese era otro asunto que aún no hablaba con Kendrick, y que no podría dejar pasar por mucho tiempo. Estaba segura que Ulrik sospechaba algo respecto a "La relación" que había mantenido todo este tiempo con su hermano, sin embargo, ahora que podría decirse que el asunto se había vuelto ligeramente más formal, teníamos que hablar sobre esa estúpida regla de mantenernos en secreto. Después del fin de semana no podía y no quería continuar ocultándole al castaño lo que pasaba.

Ese día en la oficina todo corrió como de costumbre. Proyectos, seguimientos, reuniones con nuevos clientes... No veía la hora de cerrar el proyecto del Paradise Center. Estaba consumiendo nuestro tiempo sobre manera. Si el ritmo de crecimiento de la empresa continuaba igual, pronto tendríamos que comenzar a contratar nuevo personal. Era bueno, desde luego, pero también significaba más personas a las cuales liderar y en ocasiones podía resultar incluso más complicado que desarrollar las propuestas uno mismo.

Para la tarde, Kendrick ya contaba con la información del por qué André había sido invitado a la fiesta. Al parecer en uno de los tantos viajes de promoción para el complejo, Nathan lo había contactado como posible inversionista. Kendrick se negó a hacer cualquier tipo de trato con ese hombre y por lo que me dijo, después se había encargado de contratar a una persona que siguiera los pasos de André; el cual le había informado que tras el negocio fallido, mi padre había vuelto de inmediato a Dinamarca.

Decidí seguir el consejo de Kendrick y tratar de relajarme, pero en mí persistía esa corazonada que anunciaba que algo no muy grato se avecinaba.

El resto de la semana una sensación extraña me acompañó a todos lados. Me sentía vigilada y con una opresión indescriptible en el pecho. Quise creer que todo era producto de la paranoia que comenzaba a consumirme. Probablemente estaba siendo exagera y estúpida. Después de todo, André me había mirado directo a los ojos y ni siquiera se había dado cuenta de la similitud entre ellos. Para él yo era una completa extraña.

—Lena... —La voz de Norah me trajo de regreso. Despegué la vista del plano que se hallaba sobre mi escritorio. Carajo. Habían pasado horas y el papel continuaba en blanco. Ni una anotación lograba hacer.

—Recién hablaron de vigilancia —indicó —. Ya están esperándote abajo.

—Gracias Norah. —Traté de sonreír, pero lo único que conseguí fue una lánguida mueca.

El mentor © #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora