VIII (18+)

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Milena

Se habían cumplido los dos días de plazo para la firma del contrato, eso significaba que por la tarde los flamantes directivos de Arquitech estarían en la oficina, y aunque no tendría que verlos, puesto que de eso se encargaba Richard como subdirector, mis nervios estaban a flor de piel; había acabado prácticamente con todas las uñas de mis manos.

Al mediodía, el silenció reinó en nuestro piso, todos estaban sumidos en sus actividades, con toda la profesionalidad del mundo. Yo, por mi parte, me había encerrado en mi oficina, de donde no pensaba salir hasta que se hubieran marchado. Norah era mis ojos y oídos allá afuera, ella me informaría cuando la reunión hubiese concluido, obviamente sin conocer mis razones.

Así pasó poco más de una ahora, hasta que el silencio de mi oficina se interrumpió por la voz de mi asistente, a través del conmutador.

—Señorita Rochester, el señor Colleman la busca.

"Mierda ¿Qué hace aquí? Esto no debía pasar, debía irse tan pronto terminara la reunión ¿No? Es lo lógico."

Por favor, como si no supieras que ese hombre es la persona más irracional que existe.

"Pero entonces, ¿Qué hago?"

Dejarlo entrar, y de una vez por todas aceptar que deseas tanto como él, esa noche de la que habló...y más. Es tu oportunidad, serías bastante estúpida si la dejas pasar. Sólo imagina lo que ese hombre te podría dar. Adiós a nuestras frustraciones sexuales.

Ahí estaba otra vez, mi subconsciente jugando en mi contra.

—Gracias Norah, que pase.

Aspiré profundamente, lista para lo que iba a hacer.

***

Kendrick

Abrí la puerta, encontrándome con una Milena fresca y totalmente profesional, tras el escritorio. Me parecía casi irreal que esa mujer fuera la misma que había visto hace días brillando y derrochando sensualidad sobre un escenario.

Sonrió de medio lado, mientras me analizaba descaradamente, de los pies a la cabeza. Elevó una de sus perfectas cejas, a la vez que apoyaba los codos sobre el escritorio y dejaba caer, delicadamente, su mentón sobre sus manos entrelazadas.

—Señor Colleman, adelante —dijo, con actitud provocativa y una ronca voz calienta pollas.

Aseguré la puerta tras de mí, antes de avanzar en su dirección y acomodarme en uno de los asientos de piel, frente al escritorio.

—¿A qué debo su visita? —Otra vez esa voz, y mi verga terminó de despertar.

—Lo sabes bien, Milena. Me parece que dos días ha sido suficiente tiempo para tener una respuesta. —Quizá soné un poco ansioso, y es que lo estaba. Las últimas dos noches había tenido que masturbarme para que mis testículos no estallaran, de lo cargados que estaban.

Las comisuras de sus labios se elevaron en una sugerente sonrisa. Suspiró, dejándose caer en el respaldo de la silla, antes de pronunciar las palabras que esperaba.

—La tengo, Kendrick.

Jugaba conmigo y mi ansiedad. La maldita tranquilidad con la que se estaba tomando las cosas, comenzaba a sacarme de mis casillas; ella lo sabía y lo disfrutaba.

—¿Y bien? —Insté.

Tensé mis manos alrededor de los reposabrazos de la silla, esperando su respuesta.

—Acepto —dijo por fin.

Liberé el aire, que no sabía que estaba conteniendo, y relajé mi postura. Mi sonrisa triunfante se desvaneció enseguida, pues sus siguientes palabras me tomaron por sorpresa.

El mentor © #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora