VII

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Kendrick

Entre más descubría de ella, más me atraía. Hablaba de su trabajo y la mirada se le iluminaba. Esa mujer poseía el equilibrio perfecto entre sensualidad, elegancia e inteligencia. Al principio la noté sorprendida por mi presencia, pero rápidamente la seguridad había vuelto a reinar en ella. La misma acción se repetía en cada uno de nuestros encuentros, eso me volvía loco, a la vez que acrecentaba mi terquedad.

Milena se retiró al tocador y no dudé en aprovechar la oportunidad. Ignoraba si estaba haciendo lo correcto. Siempre me había sido fácil abordar a las mujeres, así como lo había hecho con ella, la primera vez; pero ahora, ella nublaba mi juicio; sentía que los papeles se habían invertido y era ella la que llevaba el mando.

Podía conseguir a la mujer que quisiera, siempre y cuando todo fuera sexo y nada más; el romanticismo y las cursilerías nunca me habían ido, me sentía incómodo con cualquier muestra de afecto; tampoco es que fuera un tema importante para mí. Había vivido mi vida soltero y el éxito era mi mayor recompensa. Pero maldita sea, aquí estaba yo, yendo tras una desquiciante niña y no entendía ni por qué me tomaba la molestia. El efecto que despertaba en mí, era como el de un imán al metal. Sabía que tendría muchas más oportunidades de acercarme a ella, con el pretexto de que nuestras empresas trabajarían en conjunto, pero quería ahorrarme el maldito juego del gato y el ratón e ir al grano.

Sin pensarlo entré al baño de mujeres.

Milena estaba terminando de retocar su maquillaje. Sus ojos se abrieron demasiado, cuando se encontró con mi reflejo en el espejo. Su cuerpo se tensó de inmediato.

—¡Pero que mier... —En pocas zancadas llegué hasta ella, cubriendo su boca con una mano y sujetándola por la cintura con la otra.

La llevé hasta el último de los cubículos, asegurando la puerta. El espacio era reducido, la distancia entre nuestros cuerpos era nula, su nariz casi rozaba mi pecho y yo fácilmente podría reposar mi mentón en su coronilla. Su mirada me atravesaba como un montón de cuchillos filosos. Estaba furiosa.

Mordió la palma de mi mano, obligándome a soltarla. Aquella acción me excitó más, sentí la sangre acumularse en el bulto que cubrían mis pantalones.

—¿Estás de mente? ¡Suéltame! —Bufó, en cuanto liberé la presión de su boca.

—Esta vez me aseguraré de que no salgas corriendo, "Ange" —dije firme —... O ¿Milena? ¿Cómo debo llamarte, ahora?

—¡Me importa una mierda como me llames! —Gruñía, con los dientes apretados.

Asentí.

—Voy a ser directo, Milena —Su mirada se tornó recelosa, ante mis palabras —. Quiero que me des una noche para hacerte mía —Hice una pausa. Ella no dijo nada, sólo me observaba, como analizando mis palabras, así que proseguí —. Quiero deleitarme contigo... Quiero que te estremezcas entre mis brazos, quiero que gimas mi nombre y que explotes en placer gracias a mí.

Después de lo que me pareció una eternidad, su reacción se hizo presente. Sonrió socarrona.

—¿Y qué le hace pensar, señor Colleman, que estoy interesada en pasar una noche con usted? — Levantó ligeramente su rostro, encarándome, con una ceja enarcada.

—No es que lo piense, Milena. Me lo dice tu cuerpo, justo como lo hace en este momento. Me lo grita tu piel cuando se eriza ante mi tacto —Apenas rocé las puntas de los dedos sobre su cuello, y su piel me dio la razón —. Tu respiración entrecortada —susurré muy cerca de sus labios. Un jadeo escapó de su boca. Sonreí internamente —.Y estoy seguro, también, que si en este momento hundiera mi mano entre tus piernas, estarías empapada.

Tragó saliva.

—Creo que no es momento ni lugar para... —La puerta principal se abrió y el repiqueteo de unos tacones contra el piso se escuchó, acercándose por el pasillo de los cubículos.

Milena abrió mucho los ojos, yo le hice una seña para que guardara silencio. Podía escuchar su corazón latiendo desenfrenado. Me acerqué lentamente, aspirando, con deleite, el aroma dulce de su cabello; ella no me apartó, así que la tomé por la cintura, atrayéndola a mí, rozando nuestros cuerpos; mi erección acarició su vientre. Clavó su mirada asesina en mí, al tiempo que mordía su labio evitando un gemido.

Después un rato, el repiqueteo se hizo audible nuevamente, alejándose; después el agua que caía del grifo y más tarde la puerta cerrándose. En ese momento, mis labios estaban demasiado cerca a los de ella, pero antes que pudiera hacer cualquier movimiento, me apartó de un fuerte empujón. No consiguió mucha distancia entre nosotros, pero sí que me llevara un buen golpe en la espalda.

—¿¡Que mierda haces?! —Chilló —. Ya te dije, YO   NO   BE-SO   A   NA-DIE —pronunció cada sílaba detenidamente.

Maldita mujer, quería volverme loco.

—En cuanto a tu oferta... —Un atisbo de lascivia se instaló en su mirada. Sonrió de medio lado —. Me la pensaré. —Tras un guiño, abandonó el cubículo y salió del baño.

Regresé a la mesa, una vez que mi calentura se hubo apaciguado.

Todo ahí se desarrollaba con normalidad, parecía más una cena entre amigos que una de negocios; los tres se veían relajados. Me perdí un momento en la sonrisa de Milena, no se parecía a ninguna de las que hubiera visto antes, era una sonrisa genuina y despreocupada, no había poses en ella. Carraspeé para disipar el instinto asesino que despertaba en mi interior, me cabreo el darme cuenta que el producto de aquella sonrisa era Nathan y su amena conversación. La labia era la principal cualidad de ese hombre, todas sus conquistas las conseguía endulzándoles el oído.  

Cuando aparecí en su ángulo de visión, la sonrisa se esfumó y su rostro se tornó indescifrable. ¡Mierda! Daría lo que fuera para que al menos una vez me regalara una sonrisa igual.

Pero ¿Qué estas diciendo? ¡Pendejo! 

El resto de la noche pasó como cualquier reunión de negocios. Acordamos una reunión en dos días, con nuestros respectivos abogados, para la firma del contrato.

Hice mi segundo movimiento al final de la cena, ofreciéndome a llevarla a su casa. Obviamente, su respuesta fue un NO, rotundo. Mi obstinación era grande, pero su orgullo se la llevaba de calle. Me rendí al final, cuando al salir, un taxi ya aguardaba por ella; decidí que lo mejor era no presionar demasiado, todavía.

Dos días, sólo dos días y estaría recorriendo su piel.



Nos leemos pronto...

D.Hill 👯

El mentor © #PGP2023Where stories live. Discover now