Capítulo 9- Inevitable y sincera aceptación

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—No... por favor... —suplicó Yeosang.
Porque sentía que las piernas le temblaban y que las miradas de los invitados podían ver a través de él. Jamás había estado tan ansioso en toda su vida como en ese momento. Y Seonghwa lo sujetaba con fuerza de los costados para que no intentara correr.
—Muchas gracias a todos por venir —comenzó a hablar Seonghwa, atrayendo toda la atención de los presentes y sumergiéndolos en un sepulcral silencio—. Estoy muy feliz de que me estén acompañado a celebrar mi vigésimo séptimo cumpleaños. Y para hacer inolvidable esta noche, quiero presentarles a una persona muy... muy especial...
Yeosang tragó saliva, el temblor de sus piernas de pronto invadió todo su cuerpo. Sentía su cabeza cada vez más adolorida y su corazón disparó sus latidos como nunca antes los había sentido.
—Kang Yeosang.. mi prometido.
Los gestos de sorpresa no se hicieron esperar. Las personas frente a ellos aplaudieron, otras sonrieron, unas más los felicitaron, y otras tantas sólo los vieron con desaprobación. Pero Yeosang se imaginaba que todas ellas sabían su mentira. Que con cada palabra que su jefe había dicho, iban descubriendo su engaño. Y no pudo soportar más la presión.
De un momento a otro todas las fuerzas lo abandonaron y, casi con inconciencia, pudo notar el apuesto rostro preocupado de Seonghwa frente al suyo cuando cayó inerte sobre sus brazos.

     De un momento a otro todas las fuerzas lo abandonaron y, casi con inconciencia, pudo notar el apuesto rostro preocupado de Seonghwa frente al suyo cuando cayó inerte sobre sus brazos

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Yeosang miró a Seonghwa en la lejanía. El apuesto hombre conversaba alegremente con varias personas en el restaurante. La hermosa decoración aún lo seguía sorprendiendo, y de pronto su jefe se acercó a él, le sonrió con ternura, y no pudo evitar sonrojarse.
Seonghwa tomó delicadamente su mano y lo miró con devoción. Acarició su mejilla y de nuevo le sonrió. Yeosang le correspondió el gesto mientras su corazón latía descontrolado al observar el rostro del joven empresario a escasos centímetros del suyo. Tragó saliva con dureza, cerrando los ojos en el instante que notó a su jefe acercar poco a poco sus labios a los suyos. Y entonces...
—¡Aaauuch! —gritó el muchacho, abriendo los párpados con desconcierto al sentir un doloroso piquete en uno de sus brazos.
Giró su cabeza en varias direcciones y pudo ver a sus futuros suegros a un lado de la cama, a Seonghwa frente a ésta, y a un doctor al otro lado, quien le sostenía el brazo mientras lo limpiaba con un poco de alcohol, y fue entonces cuando el muchacho comprendió que ese casi beso, había sido sólo un sueño.
—¿Cómo te sientes, cielo? —preguntó su futura suegra, y Yeosang parpadeó en varias ocasiones antes de contestar, percatándose también de que estaba en el cuarto que compartía con su jefe, recostado en la suave cama de Seonghwa.
—Mucho mejor, gracias —respondió sonriéndole en el acto.
El médico a su lado le abrió varios botones de la camisa y pegó el estetoscopio en su pecho, Yeosang entrecerró los ojos por el frío metal antes de que el doctor le pidiera que respirara profundo.
—Con la inyección que le puse su fiebre bajará. No es nada grave, su cuerpo es muy sano y en un día o dos desaparecerán los principios del resfriado —le explicó el doctor a Soenghwa , y el hombre asintió con un semblante serio, fijando su fría mirada en la del muchacho—. Le dejo un par de medicinas; las dosis están en la receta.
—Gracias, doctor. Lo acompaño a la puerta —apuntó Seonghwa, y sus padres se inclinaron para despedirlo.
Yeosang también le agradeció y, cuando su jefe salió del cuarto, su suegra se acercó a la cama y se sentó en ella.
—¿Por qué no nos dijiste que te sentías mal? Me hubiera quedado contigo en la casa para cuidarte —le aseguró la mujer, acariciando con afecto la cabeza del joven.
—No quería arruinar la fiesta de Seonghwa. Aunque, después de todo, sí lo hice.
La madre de su jefe negó con la cabeza y Yeosang sonrió con pesadumbre.
—Eso no es verdad. No pienses eso, por favor —mencionó antes de acercarse al muchacho para besarlo con terneza en la frente.
Enseguida los señores Park se despidieron de él para que pudiera descansar, saliendo de la habitación al mismo tiempo que entraba Seonghwa. Los tres se dieron las buenas noches en el umbral de la puerta, y Yeosang agachó la mirada, tomando el cobertor para cubrir por completo su rostro.
—¿Por qué no me dijiste que estabas enfermo?
Escuchó Yeosang bajo la cobija, y luego deslizó un poco la tela para mirar a Seonghwa a los ojos.
—Lo sien-...
—Estoy muy molesto contigo —lo interrumpió, quitándose el saco, la corbata, la camisa y los pantalones.
Abriendo más los ojos, Yeosang observó con detenimiento la ropa interior de Seonghwa y lo tonificado de su abdomen. Parpadeó varias veces y desvió su mirada mientras sentía sus mejillas enrojecer, retirando la gruesa tela que cubría su cuerpo para incorporarse y bajar sus pies hasta tocar el piso.
—¿Qué haces? —cuestionó el joven empresario, enarcando una ceja.
—Regreso al sofá —dijo el de ojos pequeños, mordiéndose el labio inferior.
Seonghwa rodó los ojos y se le acercó, tomándolo de las pantorrillas para subir sus piernas de nuevo a la cama, cubriéndolo después con el cobertor hasta la cabeza.
—Dormirás en la cama hasta que estés mejor. Y no quiero escuchar reproches, ¿entendiste?
Suspirando profundo, Kang asintió, sabiendo que Seonghwa no lo vería, y después escuchó cómo su jefe se acomodaba en el sillón para dormir. Yeosang tomó la orilla de la tela y, bajándola hasta su barbilla, volvió a suspirar, apretando los labios antes de pronunciar algunas palabras.
—Señor, siento haber arruinado su fiesta.
—No importa. ¡Ya duérmete! —ordenó y el muchacho se removió sobre la tibia cama—. Y deja de llamarme señor, soy sólo unos cuantos años mayor que tú —replicó, haciendo que el otro sonriera de lado.
—Está bien... W-Seonghwa. Y... disculpa que no te haya regalado nada —mencionó, y su jefe enarcó una ceja antes de apoyar su cabeza en uno de sus brazos.
—No tienes por qué hacer eso.
—Pero... quería hacerlo —apuntó y le fue inevitable no sonrojarse por sus palabras. Seonghwa abrió un poco más los ojos y se sentó en el sofá, recargando su espalda en el mueble y cruzando sus brazos.
—¿Por qué? Sabes que nuestra relación es falsa. No es necesario que hagas algo como eso.
Yeosang se incorporó sobre el colchón. Arrugó la cobija entre sus dedos y sintió que su cara comenzaba a calentarse.
—Aun así... quería hacerlo.
—¿Por qué? —le preguntó de nuevo su jefe, mirándolo fijamente desde el sillón.
Yeosang cerró los ojos un momento y sintió que su corazón aceleraba sus latidos. Entreabrió los labios, y justo cuando iba a decir algo, ambos se sobresaltaron con los repentinos golpes en la puerta.
Carraspeando con ligereza, Seonghwa se levantó del sofá para abrir. Era su madre, quien le llevaba más agua fresca a Yeosang para que tomara sus pastillas. Seonghwa le agradeció, cerrando otra vez y dirigiéndose entonces a la mesita de noche, al lado de su cama, para acomodarla.
Miró después la silueta de Yeosang bajo el cobertor, y desistió de continuar con la conversación. Regresó al sofá y se acomodó en el mueble. Golpeó con suavidad la almohada y luego se tapó con la gruesa cobija, cerrando los ojos para ser arrastrado al país de los sueños.

 Golpeó con suavidad la almohada y luego se tapó con la gruesa cobija, cerrando los ojos para ser arrastrado al país de los sueños

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A la mañana siguiente, Yeosang despertó, sintiéndose mucho mejor. Se sentó sobre la cama y analizó el cuarto por un momento. Escuchó ruidos en el baño y se dio cuenta de que Seonghwa se estaba alistando para ir al trabajo. Giró su rostro hacia la mesita de noche y abrió los ojos con sorpresa cuando notó su desayuno en ésta.
Había jugo y fruta picada. Un rollo de huevo y un tazón con caldo de verduras. Yeosang acercó su nariz hasta el plato y el aroma le abrió el apetito. De pronto su estómago comenzó a hacer ruidos raros y se avergonzó un poco cuando vio a su jefe salir del baño, porque era seguro que había escuchado los extraños sonidos.
Mirándolo, Seonghwa enarcó una ceja, pero siguió su camino hasta el espejo de cuerpo completo que había en una de las esquinas del cuarto.
—Voy al restaurante. No salgas de la cama y tómate tus medicamentos. Si necesitas otra cosa, llama a alguna empleada.
El joven empresario terminó de arreglarse la corbata y Yeosang tomó el tazón de caldo para empezar a comerlo. Torció un poco la boca. No le gustaban mucho los vegetales.
—Si te sigues sintiendo mal, mañana llamaré a la universidad para avisar que no irás.
—Pero ya me siento mejor.
Frunciendo el ceño, Park se acercó de pronto a la cama, se inclinó hacia Yeosang y éste se alejó un poco.
—¿No vas a obedecerme?
Yeosang parpadeó y enseguida asintió. Su jefe dibujó una sonrisa ladina antes de sujetar la cuchara para tomar unos trozos de verdura y meterlos en la boca del muchacho. Se alejó de la cama momentos después. Se puso su saco con la intención de salir, pero se detuvo en el umbral de la puerta.
—Y no quiero que dejes comida —dijo, antes de cerrar a su espalda.
Yeosang dejó ir un sonoro suspiro. Se había sentido muy nervioso desde la noche anterior cuando su jefe le preguntó por qué le quería obsequiar algo. Y le agradeció infinitamente a la señora Park por interrumpirlo en ese preciso momento.
No podía decirle que le quería dar un regalo porque le gustaba. No quería parecer más idiota de lo que ya se sentía. Seguramente Seonghwa no perdería la oportunidad de burlarse de él. Y Yeosang se sintió muy aliviado de no habérselo dicho.
Después de todo, ¿qué sentido iba a tener que lo hiciera? ¿Iba a servir de algo que Seonghwa conociera sus sentimientos? Tal vez en un futuro utilizaría eso en su contra. Conociéndolo, era lo más probable.
Y Kang pensó entonces en la razón de su atracción: ¿qué tenía Seonghwa aparte de una bonita cara, un escultural cuerpo o una sonrisa que le cortaba la respiración?
Nada.
Bueno... era rico y, a veces parecía que poseía un gran carisma. Aunque se empeñara completamente en no mostrárselo a los demás. Tal vez si fuera menos arrogante; o menos narcisista. Engreído. Odioso. Fanfarrón. Irritante...
Yeosang parpadeó un par de veces y luego sus mejillas comenzaron a enrojecer. Porque entonces recordó que había dormido en su colchón. Entre sus cobijas y sobre su almohada. Lo que lo había llevado placenteramente al mundo de los sueños cuando el suave aroma de su perfume impregnado en la cama envolvió por completo sus sentidos. Yeosang se había sentido inexplicablemente calmado y feliz, y deseó con todas sus fuerzas que la mañana siguiente tardara mucho en llegar.
De nueva cuenta, Kang suspiró, dejando de lado las ideas negativas que había tenido sobre su jefe. Para Yeosang, sólo fue suficiente ver su hermosa sonrisa y la evidente preocupación en su rostro cuando cayó desmayado en sus brazos la noche anterior.
Y de pronto se sonrojó, porque, si analizaba las cosas, ¿cómo es que había llegado hasta la cama si ya estaba inconsciente? ¿Acaso Seonghwa lo había llevado en brazos hasta ahí? ¿Seonghwa lo había cargado hasta su cuarto y lo había acomodado en la cama?
Yeosang quiso creer que sí, y comenzó a enlistar en su mente todas las razones por las que le gustaba su jefe. Recordó otra vez su pregunta, y se mordió el labio inferior antes de hablar consigo mismo.
—Me gustas, Seonghwa. Por eso quería comprarte un obsequio.

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𝑬𝒍 𝑪𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐 (𝑺𝒆𝒐𝒏𝒈𝒔𝒂𝒏𝒈)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora