Capítulo 40 - Indirecta y palpable pesadumbre

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Seonghwa se quedó sin aliento; entonces comenzó a recordar si alguna vez, cuando aún era un niño, su madre lo había golpeado, y el grueso nudo que se estaba formando en su garganta casi le cortó la respiración cuando descubrió que, ella jamás... jamás le había puesto siquiera un dedo encima.

Al contrario de su padre, quien, en más ocasiones de las que podía contar, lo abofeteó, aún si no había hecho nada para merecerlo. Su padre lo educó a base de duras reprimendas, pero su madre siempre fue tan cálida y comprensible que, la estricta educación del hombre, no le causó ningún tipo de resentimiento. Incluso le agradecía que hubiera sido tan severo; gran parte de su éxito en los negocios, era debido a la disciplina que le inculcó con tanta dedicación.

Y Seonghwa suspiró con pesar, posando finalmente los ojos sobre los de su progenitora, observando con pena y suma atención cómo las lágrimas de ella empezaban a resbalar por sus pálidas mejillas.

—M-madre... —pronunció con voz entrecortada.

—Eres un hijo muy ingrato, esto no te lo voy perdonar tan fácilmente, Park Seonghwa.

La tristeza, la decepción y la molestia que se mezclaban en el rostro de su madre, reflejaban que él había hecho algo realmente malo; pero aún y con los sentimientos de ella a flor de piel, no se hacía ni la más remota idea de lo que la mujer estaba hablando.

El joven empresario entreabrió sus temblorosos labios para preguntar la razón; pero en ese mismo momento apareció Yeosang, y la señora Park abrió los ojos con demasiada sorpresa, corriendo hasta el joven para apretarlo en un fuerte abrazo.

—¡Cariño! Estaba tan preocupada por ti —dijo soltándose a llorar con más insistencia.

De inmediato, Seonghwa entendió la reacción de su madre. Hasta ese momento, él no se había tomado la molestia de llamar a sus padres, mucho menos hacerles saber lo que había sucedido. El accidente de Yeosang lo mantuvo celosamente en secreto, era algo demasiado delicado y se quedó callado para no causarles dolor; pero en ese preciso instante se dio cuenta de que había cometido un error muy grave, así que la culpa no tardó en llegar a su pecho para clavársele en el corazón. Su madre amaba demasiado a Yeosang, varias veces mencionó que era como otro hijo para ella, y Seonghwa lo pensó con más detenimiento; él habría reaccionado de la misma manera si algo tan delicado como eso se le hubiera ocultado.

—Estoy bien, mamá —dijo Kang, antes de besar la frente de la mujer con ternura—. Ya no llores, por favor.

La señora Park asintió entre sozollos al mismo tiempo que limpiaba sus húmedas mejillas, Yeosang le tomó de la mano con suavidad, dejándole otro beso en sus finos cabellos negros y acariciándole la espalda con parsimonia, intentando tranquilizarla.

Con demasiado asombro, los hermanos Lee presenciaron toda la escena, observando después a Yeosang encaminar a su tía hasta la sala de estar para ocupar uno de los sofás. Al ver el afligido semblante de la mujer, comprendieron lo mucho que amaba a Yeosang y lo difícil que había sido para ella enterarse de lo sucedido. Ellos mismos habían caído en la desesperación y la angustia cuando Seonghwa les dio la noticia, y sintieron algo de pena por su primo; sabían que había ocultado el accidente porque no quiso preocupar más de la cuenta a sus padres. Felix y Minho se ofrecieron para ayudarle en todo y pasar ese triste episodio de la manera más discreta y segura; tampoco querían que los medios se enteraran de la situación familiar. Seonghwa era muy famoso en el mundo culinario y sin duda aquello iba a ocupar grandes espacios en los noticieros locales; sin embargo, todo cuanto hizo por llevar aquello con discreción, no funcionó del todo.

Miraron de nuevo a Seonghwa y éste exhaló un profundo suspiró mientras sus ojos se llenaban de arrepentimiento. El señor Park se acercó a él y sintió cómo la rígida mano de su padre se posaba en su hombro.

𝑬𝒍 𝑪𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐 (𝑺𝒆𝒐𝒏𝒈𝒔𝒂𝒏𝒈)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora