CAPÍTULO 11

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«Cuando la muerte llamó a la puerta,dio paso al mundo de los sueños»

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«Cuando la muerte
llamó a la puerta,
dio paso al mundo de
los sueños».

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Fecha de publicación: 1/09/21

Número de palabras:

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En el mundo de los sueños
todos encuentran aquello
que anhelan en suspiros.

— Eros.

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“Mientras los ángeles conserven sus alas no podrás volar conmigo hacia el infierno”. Aquella estrofa de una canción, resonando en el viejo caset de la sala principal pareciendo encontrarse en un interminable bucle del cual no encontraba la forma de escapar, limitándose a repetirse una y otra vez, era el reflejo del cansancio mudo proveniente de aquel hombre mientras daba vueltas frente a una camilla.

Tres meses, dieciocho días, veinte minutos y doce segundos, el tiempo exacto desde el accidente. La fecha sonaba en su cabeza, algunas veces con más intensidad mientras recordaba esos momentos anteriores, buscando aferrarse a ellos para no caer en la desesperación de sus propios pensamientos.

Agradeció internamente escuchar el poli tono de su teléfono, lo cual indicaba una llamada entrante, algo que lo persuadiría de aquellos momentos de tensión consigo mismo.

De todas las llamadas esperadas a recibir, nunca imaginó que la que iniciase el día fuese del laboratorio forense, los médicos de a pie tenían prohibido la entrada debido a la vinculación de ese personal con asuntos policiales. Descolgó el teléfono, al otro lado de la línea una respiración calmada y heladora como la muerte misma respondió a aquel silencio formado con una sola palabra.

— Baja.— a modo de orden despegó el teléfono ubicado en su oído, haciendo sonar el aparato para depositarlo de nuevo en el lugar anterior, mientras rebuscaba entre las filas de papeleo algún documento útil, en esos pocos momentos donde no había palabras sabía que debía seguir trabajando, incluso si eso llegase a suponer colaborar con personal de otra especialidad.

El trayecto del ascensor fue silencioso, el aire gélido le dio la bienvenida con el aroma de la muerte traspasando sus huesos e incrustandose en la tinta de sus tatuajes, mientras en una camilla cercana la forense y un hombre de mediana edad, albino y con un puro entre los dientes lo observaba con un gesto calmado a la vez que inquietante.

— Capitán Smoker.— en un susurro acortó la distancia que separaba a ambos hasta reducirla a pocos pasos, bajando la mirada a la tela blanca, símbolo demasiado conocido a esas alturas. Sus dedos deslizaron la tela hacia detrás, con calma y paciencia volvieron a ambos costados de su cuerpo a la vez que la mirada del cirujano vagaba hasta el ahora putrefacto cuerpo del más joven, similar a una sensación de enajenación en su cuerpo, el aire recorriendo la palma de su mano hasta alcanzar las yemas de sus dedos le recordó la sensación del miedo y temblor.

— Lo encontraron en un callejón de Dressrosa, la autopsia provisional confirma contusiones y hematomas en ambas zonas del cuerpo, un derrame cerebral posiblemente causado por un casquillo de bala. Todavía no hemos encontrado el arma homicida, pero por el registro dental hemos podido identificarlo.— la suave voz rompiendo los momentos de tensión calmaron los espasmos sufrientes, acercandole una carpeta con el informe, el cirujano acomodó las gafas para poder leerlo.

— Lo conoces.— el brusco cambio en la tonalidad acompañaba la rápida lectura de unos orbes grisáceos perdiéndose en las letras hasta alcanzar el nombre.— Bellamy, subordinado de Donxiquote Dofmamingo.—

La falta de palabras o suspiros que diesen respuesta se hizo evidente, la segregación de saliva fue arrancada junto a la necesidad de tomar aire para que los pulmones pudieran recuperar el ritmo habitual, y los latidos pausados marcaron de nuevo su pulso.

Recordaba el nombre, y por aquella situación de la misma manera el rostro de aquel joven; hacía unos años, cuando se encontraba trabajando para una de las organizaciones criminales más importantes de los “bajos fondos" le habían asignado un supervisor para asegurarse de que una entrega de cargamento se ejecutaba sin incidentes.

Apenas habían mantenido ningún tipo de conversación más allá de cinco minutos, y hasta ese día su mera existencia resultaba tanto lejana como olvidada por él mismo.

— Está moviendo sus piezas, igual que en un tablero de ajedrez. Los peones son los primeros en caer, los siguientes son las piezas importantes.— su cansada mirada cubierta por ojeras remarcando cada centímetro de aquel sobreesfuerzo de los últimos meses, los rasguños ejercidos en su propia piel en un intento de aliviarlo, junto a varios signos más demostrando la necesidad de descansar, mostraron en acomodados silencios todos los pensamientos del médico, el cual permanecía inmerso en lo más recóndito de su mente.

Su jornada laboral estuvo recortada, más por imposición que por el deleite de continuar con las habituales rondas de vigilancia en los pasillos que le concedían cierta soledad, y en ocasiones, algún que otro minuto de tranquilidad.

Sin alcanzar la media noche, cuando el reloj de pared situado en lo alto de una de las cuatro conformando su despacho, la puerta cerrada y una leve melodía resonando de fondo, un estruendo proveniente de algún lugar no demasiado alejado provocaron una involuntaria cercanía a la persiana de la ventana cubierta por esta.

Las luces parpadeando lo alertaron, mientras buscaba a tientas el teléfono de recepción para tratar de hallar cualquier tipo de información, el sonido del gatillo de un arma disparándose eclipsó el espacio, deteniendo el tiempo en fracción de segundos hasta paralizarlo.

𝑲𝒂𝒑𝒔𝒐𝒖𝒓𝒂 [𝐿𝐴𝑊𝐿𝑈  𝐴.𝑈.]Where stories live. Discover now