Las dos caras de la moneda

72 5 7
                                    

Zoe


—Quisiera —Quisiera que este momento no termine, con tal de quedarme el resto de mi vida a tu lado —mencioné, al ver cómo ella se terminaba de vestir.

—Y a mí me encantaría complacerte —dijo, mientras me dedicaba una mirada tierna.

—Gracias por regalarme este paréntesis fuera de la realidad, porque no imaginas cuánto te echaba de menos —me acerqué para ayudarla con su camisa.

—No agradezcas, ambas necesitábamos este momento—acomodó un mechón de mi cabello—¿Me dejarías acompañarte a tu trabajo? Quisiera hacer por última vez esa rutina que manteníamos. Bueno, si no te molesta, claro está —manifestó, al mismo tiempo que me colocaba mi bufanda.

—¡No!—exclamé sin medir mi tono de voz—Lo siento, es que... —no pude completar la frase.

—Esta vez, no me pasará nada —acarició mi mejilla.

Tal como si me diera a entender que por nada del mundo se perdería la oportunidad de estar a mi lado un rato más. Aunque he de admitir que me dejé llevar por el miedo y sentí que no podría perdonarme si le volviese a suceder algo por mi culpa, simplemente, no podría perdonarme.

Ya que, sin querer, recordé aquella mañana de agosto cuando recibí una llamada de su madre, contándome que la habían encontrado en un callejón, toda golpeada y con evidencia de que había sido abusada sexualmente. Fue el peor día de mi vida, porque me sentí tan culpable, tan tonta, por haber dejado que esa noche me llevará a casa y no asegurarme de que cogiera un taxi.

—Cariño, no te pongas triste —cogió mi rostro entre sus manos y me dio un beso tierno.

Un beso que me transmitía amor y cariño al mismo tiempo, pues estoy segura de que se dio cuenta de que fui presa de aquel recuerdo.

—Lo siento, no quise arruinar el momento —rodeé su cintura y me quedé unos instantes abrazada a ella, juntando nuestras frentes.

—Jamás olvides cuánto te amo, aunque esté lejos de ti, siempre te llevaré conmigo —me besó de nuevo, pero esta vez, fue un beso que transmitía todas sus emociones.

—No lo haré, si tú, haces lo mismo. Siempre te he amado, mi dulce y tierna chelista —confesé, al perderme en esos ojos violeta.

Unos ojos que me miraban con un amor infinito, un amor que estaba segura de que no vería en otra persona. Un amor que estaba dejando ir por no creer o más bien, por no querer cuestionar la integridad de alguien que represento todo para mí.

—Vamos, no quiero que se te haga tarde —entrelazó nuestras manos y me llevó por aquel pasillo del hotel.


Habían pasado seis meses y tres semanas desde la última vez que compartí con mi querida Alondra. Ese día, me había regalado uno de los mejores recuerdos. Un recuerdo del que no quería despertar, pues quería quedarme sumergida en él para siempre. Realmente no pensé que aquel día era una despedida en todos los sentidos, una despedida que involucraba no volverla a ver, pues se supone estudiábamos en el mismo instituto.

Los primeros días, no le di tanta importancia, pero conforme pasaban las semanas, comencé a preocuparme de que le hubiese ocurrido algo malo y comencé a preguntar sobre su paradero a cuánta persona encontraba. De hecho, interrogue a toda la universidad y todos me expresaban lo mismo "Ella se retiró para estudiar en otra institución" al menos, eso me mantuvo tranquila por un tiempo, ya que descartaba el hecho de que le había sucedido algo.

Momentos "Mi segundo amor"Where stories live. Discover now