Nostalgia

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Sofía


—Hija, en la sala hay una chica preguntando por ti, ¿Le digo que suba? —pronunció mi madre, tan amable como siempre.

Moví mi cabeza entre las sábanas y miré aquellos ojos miel, que al parecer hoy tenían un destello verde que era difícil de ocultar. Un color muy característico en ella, cuando tiene una buena noticia en su trabajo o porque simplemente esta de buen humor.

—¿Si o no? Es una respuesta sencilla —replicó, al ver que no respondí su pregunta.

Mi madre tenía esa mala costumbre de entrar a mi habitación sin tocar la puerta y como últimamente mi ánimo estaba por el suelo, no le expresaba nada, ni le insistía en que dejará de entrar así, porque no quería pelear.

—Hija, no tengo todo el día para esperar una respuesta —dijo, con un poco de impaciencia.

—¿Quién es? —investigué, al mismo tiempo que me incorporaba de la cama.

—No tengo idea, últimamente han venido tantos jovencitos a buscarte que se me hace imposible reconocer a todos —expresó, con una mueca graciosa.

—Buen punto —dije por lo bajo.

Quien iba a decir que, en el momento más desesperante y desastroso de mi vida, algunos compañeros del conservatorio se habían tomado la molestia de venir a mi casa, ya sea para facilitarme alguna tarea o simplemente para saber cómo me encontraba. Pues mi madre, se había encargado de decirle a todo el mundo que estaba enferma, cuando en realidad, solo estaba triste y sin ánimos de nada.

—¿Y? —me miró expectante.

—Hazla pasar —dije, al levantarme de la cama e intentar acicalarme un poco.

Apenas mi madre salió de la habitación, corrí al baño para enjuagarme la boca, me cambié la blusa y me peiné un poco. Cómo no tenía mucho tiempo, cogí la sábana con la que me arropaba y la extendí totalmente, al menos, así cubría un poco el desorden que había, pero a mitad de mi labor, escuché aquella voz.

—Tan juiciosa como siempre —

Casi me da un infarto al escuchar esa voz, ¿Cómo era posible que ella estuviese allí? Pero antes de que pudiera expresar algo, esa voz, se volvió a esparcir por todo el recinto.

—Sé que no soy bienvenida a tu casa, pero necesito hablar contigo —

—Ágata, no quiero problemas —expresé.

En realidad, esa frase iba más enfocada a mí que, a mí visitante, pues no quería que las cosas se volvieran a salir de control. No quería que Abigaíl malentendiera este encuentro, porque, aunque me haya pedido tiempo, sabía que esto, le iba a doler o eso era lo que mi corazón me decía.

—Lo sé, por eso he venido—dio un paso hacia el frente—Lamento que nuestro último encuentro haya acabado así, dije cosas que no debía —enunció.

Y por un instante, recordé aquel beso que nos dimos en el baño del conservatorio, aquel beso que me trajo muchos recuerdos, pero al mismo tiempo, me alejó de Abigaíl.

—Fui muy clara la última vez, no quiero verte —expresé, al tensar mi mandíbula.

—Necesito explicarte, yo, necesito que entiendas —cogió mi rostro con sus manos.

—Si realmente me llegaste a conocer, deberías saber que no soy de las que escucha explicaciones, solo me dejó llevar por los hechos y tú—coloqué mis manos sobre las suyas para retirarlas de mi rostro—Dejaste muy en claro que nunca te importé —contuve las ganas de llorar.

Momentos "Mi segundo amor"Where stories live. Discover now