No quiero alejarme de ti

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Sofía


Hace unos días, Alondra se había tomado la molestia de invitarme a una pequeña reunión cuyo propósito era darle la bienvenida a Abigaíl y aunque moría por ir a verla y preguntarle cómo le había ido en su presentación en Viena, no estaba segura de asistir.

No quería generarle alguna molestia, ni pretender que todo estaba olvidado, porque no era así, ni yo podía pasar página así de rápido. Sé que había metido la pata, que le fallé de la peor forma y que la lastimé sin tan siquiera darme cuenta, pero ¿Qué podía hacer para remediarlo? Porque una simple disculpa, no iba a bastar para resolver el daño, ¿Cómo pude ser tan tonta?

—¿Aún estás a tiempo de echarte para atrás? —escuché la voz de mi hermano.

Él no era muy partidario de que hubiese tomado la decisión de asistir a esa reunión y era algo totalmente entendible, porque no es el único que me ha visto algo decaída tras la petición de Abigaíl de que nos diéramos un tiempo.

—Jonathan —dije por lo bajo, para no tocar el mismo tema de siempre.

—Puedo entender que quieras verla, porque seguro la echas de menos y hasta me atrevo a decirte que eres mi heroína por tener los ovarios de haberla acompañado tras el secuestro de su madre, pero asistir a esta reunión, me parece una completa estupidez. Puedes enviarle un mensaje de texto y felicitarla por su presentación, ¿No crees? —comentó.

—¿Te estás escuchando? —dije, al ver lo poco racional que estaba siendo.

—Por supuesto, y no entiendo por qué ustedes las mujeres son tan complicadas —me miró por el retrovisor.

Esa frase me hizo recordar a otras tantas que usan los hombres para referirse a nosotras, cuando se refiere a nuestro temperamento y forma de actuar en las peleas de parejas. Frases que van de un "¿No comprendo por qué estás molesta?"¿Puedes calmarte?" "Piensa lo que quieras, yo sé que no es cierto" "Tú siempre tienes la razón y yo soy el malo" dando a entender que no hay forma de comprendernos.

Cuando en realidad, muchas mujeres buscan que la pareja reconozca que se han equivocado, pero que, al mismo tiempo, demuestren por cielo y tierra que no quieren perderlas y que realmente las adoran. Y aunque en esta disyuntiva no puedo aplicar la teoría de John Gray que dice que los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus para establecer las diferencias que existe en los géneros, desearía que existiera un manual para entender la mente femenina en su totalidad.

—Deberías entender que esto no está bien y me alegra que este yo para decírtelo —afirmó.

—Realmente agradezco lo que haces por mí, pero nada de lo que digas me hará cambiar de opinión —dije, al mismo tiempo que abrí la puerta para salir del auto.

—Luego no digas que no te lo dije —continúo expresando su desacuerdo.

—Cuídate, hermanito. Nos vemos más tarde —expresé, al ver cómo sacaba su cabeza por la ventanilla.

—Si necesitas que venga por ti, me envías un mensaje y en cuestión de minutos, estaré aquí —dijo y yo asentí.

Cuando lo vi marcharse, me giré para enfrentar la decisión que había tomado y con ese pequeño sustito que se me instaló en la base del estómago, decidí subir esas escaleras que me guiarían al segundo nivel. No hubo necesidad de que tocara el timbre o que buscará a una persona que me fuese conocida, pues la puerta estaba abierta en su totalidad, permitiéndome pasar.

El lugar estaba tan lleno, que, a simple vista, no pude localizar a Abigaíl, pero si pude escuchar como tocaba el chelo, en lo que sería la melodía que ejecutó en Viena. Sin poder evitarlo, mis ojos se cristalizaron y estuve a punto de salir huyendo, si no hubiese sido por esa vocecita que capturó mi atención.

Momentos "Mi segundo amor"Where stories live. Discover now