Al fin te encontré

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Zoe

El último año, me había dedicado a visitar todos los lugares donde creía que Alondra pudiera estar, pero a cada lugar que asistía, me daba cuenta de que no había ningún rastro de ella, llevándome a pensar que tal vez, se había ido del país. Una noticia que me ponía un poco triste, pues me negaba a creer que la había perdido para siempre y aunque no me daba por vencida, me estaba haciendo a la idea de que tal vez, ella estaría en Venezuela.

El país natal de sus padres y no era para menos, con todo lo que había ocurrido entre nosotras, quizás quería empezar de cero en otro lugar, porque incluso yo, hubiese hecho lo mismo con tal de olvidar. Sin embargo, un día de otoño, una compañera de trabajo me preguntó por qué me encontraba tan decaída y desanimada, una pregunta que no quise evadir, pues estaba cansada de ocultar mi melancólica y pretender que nada estaba pasando.

Cuando le expliqué el motivo de mi tristeza, ella me sugirió que podía acudir a un detective, que quizás él podría tener más suerte que yo y estaba en lo cierto, ese tipo de personas tiene más recursos y contactos de los que yo pudiera imaginar. La idea me quedó rondando en la cabeza por varias semanas, hasta que un día, luego de terminar mi jornada laboral, acudí a una oficina de detectives privados para contratar sus servicios.

Recuerdo que el detective de turno me preguntó si la persona a la que deseaba encontrar había desaparecido del todo o si simplemente había perdido contacto con el paso del tiempo, pues no quería incurrir en algún artículo de la constitución y meterse en problemas legales. Algo totalmente comprensible dada la situación, pero una vez que le expliqué los hechos, comenzó a indagar hasta el más mínimo detalle que le pudiera facilitar su búsqueda por toda la ciudad.

Los días fueron pasando, unos días que se convirtieron en semanas y con ellas, fue dando paso a los meses, pero el detective no daba con su paradero, es como si Alondra nunca hubiese existido y hasta me propuso extender la búsqueda por todo el territorio estadounidense. Una propuesta muy tentadora, no lo iba a negar, pero no contaba con el dinero necesario y él, al notar mi desesperación, quiso continuar con la investigación pese a que no pudiera pagarle.

No fue hasta seis años después, que ¡Al fin, había localizado a mi chelista! Se había mudado a la isla de Manhattan, en el barrio de Midtown, bajo su segundo nombre y usando el apellido de su madre, por eso fue tan difícil dar con su paradero. Después de todo, quien iba a decir que ella terminaría usando el nombre que menos le gusta "Jazmín" para ocultar su rastro. Recuerdo que esa tarde de invierno, el detective comenzó a relatarme a detalle como dio con Alondra y del por qué había estado en el anonimato.

La pobre había quedado en embarazo tras aquel evento que marcó nuestras vidas. Aquella decisión tan drástica, lo explicaba todo, en especial, aquel paréntesis que me pidió para disfrutar de un último día conmigo, ¿Cómo no me di cuenta antes? Ella estaba dándome la oportunidad de despedirme y guardar un recuerdo maravilloso de nosotras, un recuerdo al que acudía cada vez que me encontraba abatida por su ausencia.

Y aunque deseaba con todo mi corazón volver a ver a mi tierna chelista, me aterraba la idea de que no quisiera verme. Porque siendo honesta, ¿Quién querría toparse con la persona que la ha lastimado y abandonado en el momento que más necesitabas?

—No te olvides de meter una camisa extra y una ropa interior, uno nunca sabe —dijo mi madre, al interrumpir mis pensamientos.

—Mamá, ¿No crees que estás exagerando? Solo me iré por tres días como máximo —expresé, mientras acomodaba mi maleta.

—Mujer precavida vale por dos —enunció.

—Bueno, está bien, pásame otra camisa —expuse, al meter mi pijama.

Momentos "Mi segundo amor"Where stories live. Discover now