XXXII- SIN ELLA

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El trabajo es demasiado pesado, y se pone aún más en la tarde/noche, llegan las parejas a refugiarse, ya sea por el frío, la lluvia o porque quieren pasar tiempo juntos y a solas, pasan se sientan en las sillas del fondo, llevo las cartas y se toman de la mano, se dan uno que otro beso, se miran como si fueran las únicas personas que tienen enfrente y en el mundo. Es mucho para mí, quisiera poder salir de aquí y saber que ella me está esperando en su casa, con su pijama color rosa y su sonrisa encantadora, ese perfume que tanto me embriaga, con ganas de verme y abrazarme, poder besarla hasta que los labios se me entuman. Quiero volver a poder decir que me pertenece, y no en sentido de ser egoísta o ser posesivo, pero quiero vivir de todo con ella porque es la mujer que amo, nadie vendrá a ocupar el lugar; su lugar. Nadie puede hacer que la huella de ____ Grey Bernard, se borre de mi.

—Andas muy distraído ojiverde. —me trae a la realidad la chica rubia de mi lado.

—Perdón, es que estaba pensando. —me levanto de la barra.

—En ella, lo sé. —acomoda los vasos.

—Es inevitable no hacerlo, es la mujer que amo. —me alzo de hombros.

—Lo entiendo, me pasó con mi ex novio. —suspira— me dejó sin algún motivo.

—Yo si conozco sus motivos. —me paso las manos por la nuca— siempre le eché en cara todo.

—Imbécil.

—Lo sé.

—Hablamos de eso luego, ya llegó la castrosa de tu novia. —rueda los ojos

—No es mi novia. —digo entre dientes, ella me da una última mirada y se mete a la parte de los empleados.

—Holaaaa Aidan. —llega a la barra donde estoy yo.

—Hola Samantha. —le doy una sonrisa de boca cerrada.

—Pero que humor mi amor, ¿a qué hora sales? —se para frente a mi y me pone sus manos rodeando mi cuello.

—No soy tu amor Samantha. —me deshago de su agarre.

—¿Y estas dos semanas qué son?

—Nada.

—No puede ser que sigas pensando en esa pesada. —rueda los ojos— no te quiere como yo lo hago.

Escucho como suena la puerta y veo al tipo de siempre, el que viene a tomar un café con leche de soya y un toque de vainilla. Ya lo había visto antes, y lo recuerdo perfectamente bien, porque fue el que se acercó ese día a....

—Tengo gente. —me llama el tipo ese para que lo atienda— nos vemos luego.

Me acomodo el mandil y tomo una carta junto con mi libreta para dirigirme a la mesa.

—Buenas tardes. —le doy la carta—¿qué te ofrezco? —le pregunto lo más amable que puedo.

Revisa la carta y hace como si estuviera pensando que ordenar—Lo de siempre y al nombre de siempre.

—Bien. —tomo de nuevo la carta y me dirijo a la barra para prepararle su bebida.

No quiero ser un mal empleado, pero sólo de ver a ese tipo se me revuelve el estómago, no lo soporto, de verdad que no. Tiene cara de mustio, como si de verdad le cayera bien a todo el mundo, pero ambos sabemos que nadie lo quiere, y me considero de esa parte.

Termino de preparar su bebida, coloco su nombre y lo menciono, se hace el estúpido que no oye, entonces vuelvo a llamarlo con un tono más grave, eso hace que voltee a verme y se acerque. Trae en su mano izquierda un reloj que no sirve, ¿cómo lo sé? Cada que viene y lo volteo a ver, su manecilla está en el mismo lugar de siempre. En la mano derecha trae su celular, que se pega al oído cuando este suena al notificar una llamada. Que me es inevitable no escuchar.

Two Ways © [✔︎completa✔︎]Where stories live. Discover now