Casas de cartón

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—¿Y tú hermano?


—Segurito ha de estar de briago por ahí. Chance llega en la mañana





Suguru y compañía habían llegado a una zona bastante exclusiva de la ciudad. Una especie de "zona adinerada" dónde los rascacielos y el cesped bien cortado inundaba la vista.
En la calle no había un solo bache, socavón u hoyo que denotara peligro, tampoco había basura, puestos de comida de dudosa procedencia o algo fuera de lugar.

Había mucho orden, ni siquiera parecía la misma ciudad.


Al bajar de la camioneta, hace algunas horas atrás, lo primero que vieron los chicos fue el esqueleto de un edificio altísimo hecho de barras de acero gigantescas, un montón de gente moverse de un lado a otro con papeles o materiales de construcción, y varias camionetas negras estacionadas a un costado de la banqueta.

Estaba lleno de grava, arena y cal. Y de entre todo ese desmadre lo que llegó a ver Yuuji fue su nuevo hogar: un montón de madera apilada conformando pequeños cuartitos techados que compartiría con su hermano y su nuevo protegido, un tal Suguru con el fin de completar el nuevo trabajo.

De hecho, le caía bien.



Al verlas, al ver a "las casas de cartón" cómo solía decirles de niño, se sintió un poco melancólico.

Cómo recordando.




Luego de un rato, casi al anochecer, Yuuji y Megumi –el hijo del reclutador– se encontraron de “pura casualidad” paseando por la zona. El pelirosa al verlo corrió a abrazarlo cómo si no se hubieran visto en días, y Fushiguro por su parte correspondió un poco extrañado el abrazo.

« Qué dramático » pensó risueño el pelinegro.


Luego de eso, y tras caminar sin rumbo por unos minutos fueron a parar a una especie de parque; con una linda fuente —la cual era enorme—, el pasto recién regado y con las farolas del alumbrado funcionando al cien por ciento.

Todo se veía tan bonito, nada que ver con la otra parte de la ciudad.



—¿No te preocupa?—Mencionó Fushiguro.—tú sabes, con éso de que está medio idiota...


Se habían sentado en una banca de ahí mismo, justo frente a la fuente. Megumi con un suéter negro y unos pants comunes, y Yuuji con su sudadera amarilla rota y unos shorts empolvados por la arena en la obra.

Ese contraste entre ellos le daba un poco de pena a Megumi, quien se sentía inútil por ser el "hijo del reclutador" y el aprendiz del patrón Gojo.

Yuuji partiéndose el lomo a diario y él, siendo él sólamente.


—Nah, ¡Qué va! —Yuuji río dándole una pequeña palmada al otro, sacándole de sus pensamientos.
— Él cuidó de mí cuando mis papás murieron, aún si yo era una carga... Y así también se cuidaba a sí mismo. Créeme Megumi, no subestimes a Sukuna.


El pelinegro le dió un sape algo enfadado, recibiendo un quejido de respuesta.

—¡No es éso bobo! Es solo que... a veces las cosas no salen como uno quiere.



—¡Óyeme! sí todo saliera como queremos, todo sería muy fácil y no tendría sentido, ¿no creés?








«¿Y así me lo dices?» pensó.


—Aún así, él y tú me preocupan. Además ¿Quién es ese chico que andaba con ustedes? El de pelo largo.

—¿Uhm...? ¡Ah sí! ¡Te refieres a Suguru! Es un buen tipo de hecho.— Yuuji recordó risueño ese día, cuando lo vió asustado por ver a su hermano ahogarse en medio de la calle tratando de abanicarle algo de aire:
—Sukuna se lo encontró recorriendo la vieja ruta de nuestro pueblo porque pensó que estabas con tú papá…



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