Tranzas

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El terrible turno de viernes había terminado al fin, y Suguru estaba hasta la madre del pinche calor y sus consecuencias.

Desde que salió el perro sol no había dejado de sudar, y no era que fuera mamón o éso, —ya que Sukuna siempre que tenía la oportunidad se quitaba la camisa— simplemente aún después de todo lo que pasó, tenía un poco de vergüenza de quedarse con el torso desnudo.

Además estaba algo más amargado que de costumbre gracias a que a Toji se le había ocurrido la "brillante idea" de despertar a la obra entera desde las cuatro de la mañana con una falsa alarma de sismo.


Es en serio, no es que lo odiara, simplemente el tipo se hacía odiar.


Por otros lares, no sabía a ciencia cierta si es que Yu estaba cómodo con él y su nuevo trabajo —sobre todo porque no involucraba cables—, aunque lo más probable es que fuera así por su gran sonrisa. Le estaba enseñando lo que Sukuna a él pero con un poco más de paciencia, sobre la mezcla para resanar muros o emparejar las primeras capas de pisos y unas que otras lozas, también a cómo preparar el yeso, los tabiques y como usar las espátulas y las cucharas.

Ese día fue uno de los días más largos para todos en general, pues al gobierno se le dió por enviar a sus gatos para verificar que todo estuviese en orden, por lo que sus "descancitos" de dos horas entre mañana y tarde acabaron por irse al carajo.

En pocas palabras, nada más fueron a joder.



Estuvieron a punto de clausurar la obra por la forma irregular, ésto porque los últimos dos pisos ya estaban terminados, algunos otros ya tenían paredes y ventanas, y lo demás, justo en medio del cuerpo, seguía siendo un esqueleto de metal.

Todo fue caos y drama entre los chismosos de la obra que ya estaban dándose por despedidos, hasta que, el mero patrón bajó de su "residencia" para poder llegar a un acuerdo con las autoridades.


Lo peor vino cuándo Suguru se mezcló en la rara discusión que se traían el patrón y un montón de muertos de hambre justo cuando su turno había terminado. No era broma, literalmente solo estaba pasando por ahí porque regresaba de tirar la basura que se había acumulado en el dormitorio, no solo porque fuera su turno, en parte también porque le daba cosa ver todo desordenado gracias a la nueva mascota de Yuuji, que literalmente, dejaba todo hecho mierda.

Fue irremediable, Satoru lo llamó desde el segundo piso de la obra con una sonrisa, pidiéndole que subiera para platicar un momento, ignorando completamente los reclamos de cuatro tipos vestidos de chaleco naranja.


Tragó seco desde su posición, intentando poner buena cara. Estaba asustado como la primera vez que fue a verlo por encargo del patrón Inumaki, y no era solo por que se viera mal o estuviera empapado en sudor por el calor; sino por Yu, seguramente alguien ya había ido de bocón con alguno de los patrones para echarle piedras.

¿Pero qué iba a hacer?




¡Dios ojalá Yuuji le haya hablado bien de él!

Subió por las escaleras apenas terminadas hace un par de días, con algo de temor. Pasó de la mirada de varios de los muchachos que ya se preparaban para ir a comer y al llegar, terminó por escuchar los cuchicheos de los tipos ésos y la mirada de hartazgo del albino.

Al mirarlo, su semblante cambió en automático y le recibió contento acercándose a él dejando atrás a los otros, susurrándole tranquilo que esperara un momento en lo que se deshacía de esos inútiles.


Suguru asintío en silencio educado para recibir una pequeña caricia en el cabello por parte del otro.





Le dió la espalda, y llamó con un tono burlón al grupito, diciéndoles que se fueran al carajo, que no podía perder su tiempo en estupideces, y que si se les ocurría hacer un escándalo se iban a arrepentir.

| En La Obra | ] SatoSugu [Onde as histórias ganham vida. Descobre agora