Un beso en el piso veintiocho

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—¿Siempre estabas solo en el campo, Suguru?



Dos semanas de lluvias sin descanso se traducían, para Suguru, como dos semanas de hacinamiento en el piso veintiocho junto a Satoru Gojo, quien se suponía era su patrón, pero era el mismo que con el lento paso de los días, iba pasando a ser algo más.


Dos semanas era relativamente poco, pero oficialmente, la estancia de Geto en la obra venía siendo la de casi tres meses. Mismos tres meses en los que le había sucedido de todo: altercados, riñas familiares, mal entendidos, turisteadas, paseos nocturnos, adopciones y enamoramientos.
La tranquilidad del campesino que solía ser Suguru era un chiste a esas alturas, no solo por el hecho de vivir en la ciudad, sino, por todo los cambios que habían sucedido.

Satoru, en resumidas cuentas, era uno de esos cambios.




—Yo... realmente no sabía que estaba solo. Simplemente vivía con mi madre y ya. Yo no tenía idea de...





Un cambio que estaba comenzando a gustarle.

—¿De qué?




Era dulce, más dulce que el agua miel. Con él era todo lo que no con el resto de personas; incluso con su amiga Ieri Shoko, una de sus socias, a la cual conoció una vez que subió hasta la planta alta para regañar a Gojo por lo lento que iba el paso de la obra.



«¡Está mierda debía estar lista antes de la temporada de lluvias y lo sabías!» estaba bastante concentrada reclamándole, y para cuando se dió cuenta de la presencia del moreno solo agregó: «Oh, hola Suguru» para seguir en lo suyo.

Era una chica bastante seria, pero a él le cayó bien.





—...de lo que era tener amigos




A decir verdad, extrañaba un poco estar abajo con los chicos, aunque sabía que se arrepentiría de bajar por las preguntas inmaduras de Yuuji y Yu, quienes seguramente estarían sacando su conclusiones extrañas porque no los había visto en cuatro días.

Gojo por otra parte le contaba cosas de su vida, algo tímido con algunas, y más abierto con otras. Mientras, a Suguru le costaba mucho hablar sobre su vida en el campo, más que nada porque no era la gran cosa y temía aburrirlo.

Pero Satoru se daba cuenta de eso y siempre decía cosas cómo: «Ni en cinco vidas me aburriría escucharte» nada más para sacarle una sonrisa.



—Pues... a mí me alegra mucho haberte encontrado





Gojo hablaba y hablaba, Geto solo se reía.

—Uy sí, ni siquiera sabías que existía hasta hace algunos meses... —Satoru sonrió por ese gesto, Suguru ya empezaba a soltarse con él.
—... incluso yo tampoco te conocía cómo ahora


Quería olvidarse de que Suguru era su empleado y que él era su jefe, aunque siempre se lo pasara por las narices frente al resto. El hecho de que siempre estuviera tan recto cada que hablaban le dejaba una sensación molesta que quería dejar a un lado.



Quería decirle muchas cosas: cómo que le gustaba a morir, que le encantaban sus gestos, sus sonrisas de ojos cerrados; o que amaba acariciar su cabello, que lo hubiera dado todo por haberlo conocido antes.

Y siempre, a la hora de querer hacerlo, su cerebro terminaba omitiendo cada palabra por cosas totalmente fuera de lugar.

—Bueno, pero nos conocimos ¿no?




| En La Obra | ] SatoSugu [Where stories live. Discover now