Fanfic Ilemma

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Emma

El auto se mueve mientras mi hermana conduce. Mis ánimos están por el suelo desde que fallé en mi entrevista de ayer, la cual pretendía darme un patrocinador supremamente importante, pero fallé, ya que el personal de talento humano no me dejó pasar a la segunda fase. 

—Tranquila —mi hermana mayor me palmea el hombro—. Ya encontraremos otro. 

—Si —digo resignada— ¿Por qué traes ese perro otra vez? Es la quinta vez que lo veo esta semana.

—Al dueño le gusta la veterinaria. 

Blanqueo los ojos cuando se adentra en la misma calle donde tuve mi entrevista ayer y como si no fuera poco, se estaciona frente al edificio que me rechazó con un «No es lo que estamos buscando». Tengo rabia porque ni siquiera me dejaron patinar. 

—¿Quieres torturarme? —le reclamo a Rachel— Si me trajiste aquí para darme alguna moraleja no la voy a aceptar. 

—No —me señala la entrada—. Aquí es donde te harán tu exámen médico. 

Las letras del centro hospitalario resaltan y me entrega dinero para un taxi. 

—Tal vez tarde en la entrega del perro y no pueda recogerte —arranca cuando me bajo—. Te quiero. 

La veo irse, «Algo se trae». Avanzo al sitio anunciándome en la recepción. 

—Tengo una cita ginecológica —aviso dando el número del consultorio. 

—Último piso —me hacen seguir. 

Abordo el ascensor, la secretaria encargada del área me indica que siga y entró al consultorio blanco. La enfermera de pasillo me dice que espere y no me gustan este tipo de exámenes, pero es necesario por mi ciclo menstrual, el cual no está siendo regular. 

Me acerco a la ventana, el edificio de la petrolera sigue estando al frente y desde mi punto veo la enorme oficina la cual ha de ser la del dueño por lo grande que es. «Se creen mucho» con sus instalaciones lujosas y su personal pulcro. 

La ventana en la que estoy la tienen abierta y apoyó las manos gritando:

—¡Hijos de perra! —vociferó— ¡Chupenme la pochola!

La puerta se cierra atrás y clavo la cabeza en el hierro notando que estoy haciendo el ridículo.

 —Perdón —digo—. Estos estúpidos me rechazaron ayer. 

 Volteo encontrándome con un hombre supremamente alto quien luce vaqueros apretados y una camisa negra manga larga la cual le queda a la medida. Su loción masculina es una perdición al igual que el rostro y el porte varonil que me deja perdida. 

No entiendo como un hombre así puede ser ginecólogo, pero lo es, es mi ginecólogo y tiene pinta de modelo estadounidense el cual trae el cabello recogido. No me dice nada, simplemente me repara de pies a cabeza consiguiendo que junte mis piernas.

—Soy Emma James —le digo y asiente sin emitir ningún tipo de gesto, ya que no deja de reparar mi falda— ¿Me quito la ropa?

—Si —responde y empiezo a hacerlo sacándome las sandalias. 

Las prendas de vestir son lo más incómodo, debido a que no es fácil desnudarse frente a un hombre con semejante porte. Mi falda cae al igual que mis bragas y todo no puede ser más raro, ya que se queda quieto detallándome. 

—¿No se pondrá la bata?  —miró la prenda colgada. 

—No la necesito —se me viene encima tomando mi cintura antes de encaramarme en la camilla.

—¿Qué edad tienes? —pregunta.

—18. 

—Eres una cría…

—Soy legal para el sexo —me defiendo 

Se ríe con un tono sombrío mientras mi pecho late enloquecido. No le costó nada subirme y eso me ha vuelto un charco. 

—¿Por qué vienes? —pregunta muy cerca de mi labios.

—Es que necesito que me revisen aquí —froto la mano en mi sexo antes de acomodarme consiguiendo que se de la vuelta cuando acomodo mis piernas como se debe. 

No lo puedo perder de vista y él no aparta la mirada de mi sexo abierto. Sin guantes pasa los nudillos por mi monte de venus y trago saliva cuando se saborea. «Es realmente alto» y decido mirar el techo con pena, ya que he de verme bastante mojada.

—Perdón —digo—. Nunca me pasa. 

Los dedos los desliza entre mis labios y simulo que me acomodo cuando mi espalda quiere arquearse; las manos las dejó sobre mi abdomen y cierro los ojos con el masaje que frota mi clítoris consiguiendo que mi pelvis se mueva. Toso cuando se me sale un jadeo y continúa desplazando mis jugos al canal que penetra arrebatándome un quejido, ya que me han penetrado una sola vez. 

—Que estrecha —dice— ¿Te has metido muchas?

—No —gimo. 

—¿No?

Sacudo la cabeza y sigue moviéndose consiguiendo que me vuelva a quejar con el toque de sus dedos en mi interior. Los codos los clavó en la camilla y si así serán todas revisiones, vendré como mínimo siete veces por semana. Lo que se le marca en el pantalón me lleva la cabeza atrás cuando a su tacto le suma fuerza y consigue que me corra con las penetraciones continuas. 

—Oh, my good —me llevo las manos a la cara mientras se huele la mano llena de mis fluidos— ¿Estoy bien?

—Bastante. 

Se aleja dándome la espalda y empiezo a vestirme reparando los muslos gruesos e  imaginando cómo se vería desnudo. Estoy vuelta un manojo de nervios, pero me gustó demasiado lo que hizo. 

Apuntó el último botón de mi blusa y se vuelve hacia mí otra vez. 

—¿Cuándo lo volveré a ver? —preguntó con timidez y la puerta se abre dándole paso a una mujer de tacones.

—Lamento la demora —se disculpa— estaba con otro paciente. 

El hombre que tengo al frente se pasa los dedos que estuvieron en mi interior por los labios y más confundida no puedo estar. Miro la placa de la mesa y las piernas me tiemblan con…

«Aleska Romanova, ginecóloga». 

—¿Ves que un edificio si puede vigilar a otro instalando las cámaras? —le dice al que me manoseó—. Desde aquí se ve perfectamente tu oficina. 

—Y otras cosas también.

—¿Usted no es médico? —digo con un hilo de voz y la rubia voltea a verme. 

—No, es mi hermano, el empresario petrolero Ilenko Romanov  —contesta la doctora— ¿Por qué?

Me quedo estupefacta mientras la rubia teclea en su computadora y él saca su billetera entregándome una tarjeta. 

—Un gusto conocerte, Emma —baja el tono de voz— Cuando quieras nos vemos. 

Se encamina a la puerta mientras que en mis manos queda la tarjeta de presentación con el logo de la empresa donde tuve mi entrevista ayer. 

—Bien —dice la rubia cuando se marcha— quítate la ropa.

—Bien —dice la rubia cuando se marcha— quítate la ropa

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Extras Pecados Placenteros (Eliminados)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora