CAPÍTULO 18 (FINAL)

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NOA BROWN

Aquella mañana decidí ir a dar un paseo por el centro de la ciudad. Siempre me había gustado perderme por las calles, admirarlas y descubrir cosas nuevas sobre ellas cada vez que las visitaba.

Ese día, sin embargo, salí de casa con una sensación extraña. Una especie de intuición.

Sabía que mi cabeza me ordenaba que me quedara en casa, que era mejor no salir. Pero siendo tan terca como siempre, desobedecí a mi propio instinto e hice lo contrario de lo que me decía.

Debería haberme escuchado, debería haber hecho caso a lo que me pedía mi cuerpo. Quizá no debería haber ido esta vez. Habría sido lo mejor.

Porque si lo hubiera hecho podría haber evitado el nudo en la pecho, las manos temblorosas, el mareo y el miedo recorriendo hasta la última célula de mi organismo.

Podría haber evitado esa sensación de peligro, las náuseas y la falta de aliento. El sudor y las palpitaciones.

Pero supongo que las cosas pasan por algo, y esta no fue la excepción. Aunque en el momento me sintiese fallecer fue lo que consiguió darme el empujón para, finalmente, hacer lo que necesitaba:

Contar mi pasado. Enfrentarme a él. Luchar contra mis demonios.

Y todo pasó por una canción. Losing My Religion, de R.E.M.

*****

Una hora antes.

-¿A dónde vas? -escuché preguntar a mi tía Susan.

-A dar un paseo por el centro. ¿Quieres venir conmigo? -ofrecí.

-No, cariño. Tengo que llevar a tu primo a casa de un amigo.

La notaba nerviosa, pero decidí que quizá lo mejor era pasarlo por alto. Sabía que no le gustaba hablar de sus emociones y prefería no preocuparnos si estaba agitada por algo.

-De acuerdo, entonces me voy ya.

-¿Vas en autobús?

-Sí, ¿por qué?

-Por nada. Solo... ten cuidado, ¿vale?

Asentí extrañada, aunque yo ya tenía esa advertencia en mi cabeza. Llevaba nerviosa desde la madrugada. Me había despertado unas cinco veces incapaz de conciliar el sueño con normalidad. Era como si supiera que venía algo gordo pero no pudiera identificar el qué.

-Lo tendré. Luego nos vemos. -Ella se acercó un poco y me envolvió entre sus brazos. Me dio una sensación de protección que no sabía que necesitaba. Quizá me estaba volviendo loca. No descartaba la idea.

-Adiós, Noa. ¡Pásalo bien!

Me despedí de mi tío al encontrármelo en la entrada y salí de la casa respirando hondo para mantener la calma. ¿Qué me pasaba?

Caminé hacia la parada del autobús, que estaba relativamente cerca de mi hogar. Me puse los auriculares y seguí respirando e intentando tranquilizarme.

El trayecto en bus duró menos de lo que recordaba. En veinte minutos ya estaba en mi destino, y seguí escuchando música mientras recorría las calles de mi bonita ciudad.

Echando la mirada atrás, me parecía muy lejano aquel tiempo en el que no podía ni quería volver a Los Ángeles. Este lugar, aunque fuera inconscientemente, siempre había sido mi sitio.

El problema es que cuando nos perdemos, no somos capaces de encontrarnos en ninguna parte. Aunque queramos. Aunque lo necesitemos. No saber dónde estás es incluso peor que no alcanzar el destino propuesto.

Whatever It TakesWhere stories live. Discover now