cerveza al cielo

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27 de octubre de 1998

Barcelona, España.




Barcelona destapó la olla, sintiendo todo el olor a paella pegarle directo en el rostro, y una sonrisa de victoria se asomó en sus labios. Era la segunda paella que hacía en su vida, pero esta era la más especial, ya le que había preparado honorablemente para la madre de Sergio y Andrés.

Clara Gonzalves la miraba desde el sofá con una sonrisa, orgullosa de haberle abierto las puertas de su casa a una muchacha tan buena como era la castaña.

¿Fa olor aixó?¹ —cuestiona la joven, emocionada.

¹¿Huele esto?

Cómo no iba a hacerlo. —murmura la mujer con debilidad. —Se me hace agua la boca.

En diez estará listo. —avisa, volviendo a tapar la olla. —Mientras tanto pondré la mesa.

No, no, de eso nada. —la detiene la mujer. —Aquests dos idiotes han de parar la taula, tu ja vas fer massa.² —la castaña ríe a medias y asiente, acercándose a Clara para tocar su frente con delicadeza.

²Esos dos idiotas deben poner la mesa, tú ya hiciste demasiado.

Ya le ha bajado la temperatura. —informa, esperanzada, al contrario de la mujer. —Después de comer debe tomarse el medicamento.

No... —susurra la pelinegra, tomando la mano de la castaña suavemente entre las suyas. —Creo que ya es momento. —dicho esto le sonríe, y a la joven no le hizo falta preguntar para saber a qué se refería. —Después de esa deliciosa paella, me iré a dormir y no voy a despertar...

Señora Clara...

Escúchame. —pide, interrumpiéndola. —Vas a cuidar de ellos, ¿verdad? —cuestiona, con un hilo de voz. —Sobre todo de Sergio, ¿vale?

Por supuesto que sí, eso no lo dude.

Andrés intentará hacerse el fuerte, intentará estar bien, pero de todas formas cuida de él, ¿sí? —vuelve a pedir, sosteniendo la mano de Barcelona con fuerza entre las suyas. —Quiero agradecerte por todo lo que has hecho por mis niños, que yo sé que no son fáciles, eh, pero son buenos muchachos... —murmura, con un nudo en la garganta. Y es que le dolía, estaba aterrada de dejarlos tan pronto, en esa edad en la que más errores cometían. Y ella no estaría para ayudarlos, ni contenerlos, ni regañarlos.

Y también sabía que una niña de quince años no podía hacer ese trabajo por ella, solo podía acompañarlos en el viaje, y eso era más que suficiente para una madre.

Vosotros habéis hecho más por mí que yo por vosotros. —la contradice la castaña con una leve sonrisa.

Bueno, bueno, que lo material no se compara con la felicidad, y ellos son muy felices desde que estás tú aquí. —insiste la mujer, acariciando la mejilla de Barcelona con cariño, haciéndola sentir en casa. —Y si en el futuro te enamoras de uno de los dos, lo apruebo con todo el corazón, eh. —la castaña se ríe con nerviosismo, al mismo tiempo que la puerta se abre y los hermanos anuncian su llegada.

BARCELONA; Berlín [EDITANDO]Where stories live. Discover now