desde cero

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22 de julio del 2015

Madrid, España.



Tres meses y un día de condena por haber destrozado la coctelería de uno de los hoteles más prestigiosos de toda Europa era lo que se había ganado Andrés. Habían existido dos opciones: pagar una multa millonaria más la indemnización, o cumplir un tiempo en prisión condenado por vandalismo y, además, pagar 18 mil euros por unas cuantas copas rotas. Claramente la decisión no había quedado en manos del pelinegro, sino que en las del gerente general del hotel, que lo único que quería era ver a Fonollosa tras las rejas.

Y Barcelona, por supuesto, no se quedó tranquila con esa decisión.

A pesar de que todo entre ella y Andrés estaba en picada, no podía simplemente quedarse de brazos cruzados mientras su amigo de toda la vida pasaba sus últimos meses de vida encerrado en una celda. Y en ese momento estaba dispuesta a hacer absolutamente todo por sacar a Andrés de ahí.

¿Qué piensas hacer? ¿Quieres terminar tú también en la cárcel? —le pregunta Sergio al borde del colapso, siguiendo los pasos de la castaña.

Pues no sé. —espeta ella con cansancio, comenzando a hurguetear en sus cajones. —No sé si voy a amenazar familias, sobornar jueces o cavar un puto túnel como el Chapo para sacarlo de ahí, no lo sé. Pero lo voy a sacar. —asegura, haciendo que Sergio pusiese los ojos en blanco.

Te vas a meter en problemas. —advierte, al mismo tiempo que ella encontraba los papeles que necesitaba.

Sergio se quedó parado detrás de ella expectante, porque quería saber cuál era su plan y si tenía alguna chance de funcionar a favor de su hermano; y si para él no tenía chance alguna, se iba a encargar de impedir que Barcelona intentara llevarlo a cabo, para al menos protegerla a ella, como Andrés le había pedido, porque por más que amase esa preocupación por su persona, no podía permitir que se pusiera en peligro.

¿Qué es?

Mis cuentas de ahorro. —responde ella con una sonrisa inquietante, poniéndose de pie sin decir una palabra más.

Sergio no tuvo más remedio que dejarla ser, y si todo salía mal, tendría que responder ante su hermano por permitir que la castaña terminase tras las rejas con él.

Dos horas después de la condena, Barcelona iba camino a ese hotel a darlo todo y nada por Andrés, aunque no iba como ella misma. Había usado su identidad como Carla Gajardo, vestida como una mujer de negocios a la que nadie podría decirle que no.

Llegó a la recepcionista y exigió hablar con el gerente.

¿Ha tenido algún problema con nuestro servicio, señorita...? —le pregunta la muchacha con el teléfono ya en la mano ante el aire intimidante que daba Barcelona.

Ninguno, solo quiero charlar. —musita, esbozando una falsa sonrisa. —Dígale que lo busca la señorita Gajardo para conversar del caso de Fonollosa.

Y en cuestión de cinco minutos, la recepcionista la escoltaba a la oficina del gerente, hombre al que Barcelona quería escupirle en la cara.

El hombre la recibió con un estrechón de manos, invitándola a tomar asiento. —¿Es usted abogada del señor de Fonollosa?

Digamos que una parte interesada. —contesta la castaña, cruzándose de piernas para tomar su bolso y sacar de este un papel. Un cheque, siendo específicos, el cual dejó sobre el escritorio del gerente, que lo tomó entre sus manos inquisitivo.

BARCELONA; Berlín [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora