joyeux anniversaire

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07 de abril del 2010

París, Francia

Barcelona no pegó un ojo en toda la noche anterior gracias a los nervios y la ansiedad que sentía, los cumpleaños de personas especiales para ella debían ser absolutamente perfectos, más si eran los de Andrés. Durmió poco y nada, y a eso de las siete de la mañana, se coló en el cuarto de hotel de Martín y se lanzó encima suyo para despertarle. Y después de unos cuantos insultos argentinos, el ingeniero abrió sus ojos.

-¿Qué carajos querés?- cuestiona él, adormilado, refregándose los ojos rápidamente para poder observar con atención la sonrisa engatuzada de su mejor amiga sobre él.

-Tenemos que ir a comprar un pastel.- le recuerda, depositando un suave beso en la barbilla de su mejor amigo antes de ponerse de pie.- Así que vístete, Andrés despierta en cualquier momento.

-¿Cómo entraste en primer lugar?

-Soy una ladrona profesional, Martín.- se mofa ella, caminando hacía la puerta.- Abrir una puerta es lo más sencillo que sé hacer.- dicho aquello, abre la puerta y se retira, volviendo a su habitación para cambiarse rápidamente de ropa, robándose el abrigo de Andrés para protegerse del frío de aquella mañana.

París le parecía una ciudad hermosa, y aquella era la primera vez que estaban ahí; aunque no fuese para vacacionar, estaban allí para trabajar. Pero el cumpleaños de Andrés meritaba tomarse un día libre para conocer la ciudad del amor y la libertad.

Martín le llamó a la puerta seis minutos más tarde, y se echaron a correr por el pasillo hacía el ascensor a todo motor. Barcelona, conociendo el sueño del pelinegro, sabía que no despertaría dentro de mucho. Y sí querían sorprenderlo, había que correr.

-Hay un supermercado a tres cuadras.- informa ella una vez que estuvieron dentro, recostando su cabeza sobre el hombro de Martín, que la mira de reojo.

-¿Me vas a hacer caminar tres cuadras?

-No, las vamos a correr.

Y en cuanto las puertas se abrieron, es lo que hicieron.

Echaron a correr gritándole un educado Bonjour a la recepcionista, al portero y un montón de Désolé a cada desafortunado que se cruzó en sus caminos en aquella carrera. A los ojos de cualquiera, ese par era caótico, incluso para los ojos de Andrés. Cuando estaban cada uno en lo suyo, era paz total, pero si llegabas a sentarlos en un sofá juntos... el caos se desataba.

Podía venir en risas, manotazos, gritos, canto, baile... pero se desataba.

Llegaron al mercado en diez minutos, y decidirse por un pastel les tomó otros diez. Martín insistía en uno de chocolate, porque era personalmente su favorito, pero Barcelona insistía en uno de tiramisú. Y para llegar a un acuerdo justo, decidieron llevar un red velvet. O como elegantemente les dijo la cajera velours rouge.

-Mirá esto.- la llama el rubio, señalándole las típicas velas cumpleañeras con números.- Llévemosle un cuarenta.

-Le llevamos un cuarenta y nos lanza el pastel por la cabeza.- se mofa ella, sosteniendo la caja del pastel con máximo cuidado.- Pero, sobreviviremos.- y entonces intercambia una sonrisa malvada con Martín, sus ojos encendidos en perversidad con solo imaginar la cara de culo que pondría el cumpleañero.

BARCELONA; Berlín [EDITANDO]Where stories live. Discover now