buzón de sugerencias

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27 de enero del 2006Berlín, Alemania

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27 de enero del 2006
Berlín, Alemania




¿Y cómo planeas hacer algo así?— cuestiona la castaña con interés, moviendo su copa de vino de un lado a otro. Martín sonríe de costado.

Es una idea, no tengo nada planeado... aún.— aclara con una mirada macabra que hace a sus dos amigos reír.— ¿Cómo robarías vos el oro?

Prefiero vivir antes que robar el oro.— musita ella con gracia, y Andrés chasquea la lengua.

Venga, no seas melodramática.— pide él con una sonrisa burlona, posando su mano en la nuca de la castaña para acariciar lentamente ese sector, relajándola, ayudándola a pensar más allá.

Vale, yo lo sacaría en pepitas del tamaño de un arroz.— sugiere ella, Martín alzando sus cejas con interés y Andrés sonriendo con orgullo. —Pero para eso habría que meter tanta maquinaria que te olvidas.

Eso es lo de menos, maravilla.— asegura el pelinegro, terminando su copa de vino de un sorbo para ponerse de pie y mirarlos a ambos. —Hornos alemanes.

Hay que mencionárselo a tu hermano.— dice Martín, una mueca formándose en el rostro de la castaña.

¿Aún sigue con el plan de su padre?— le pregunta ella a Andrés, que alza sus cejas negras antes de soltar un suspiro.

Ya no hay quién lo pare.

Ese es un plan de mierda.— asegura Martín.

El tuyo es un plan de mierda.— lo molesta la castaña, los tres quedándose en silencio una vez que el llanto de Alonso hizo ecos entre aquellas paredes. Ella suspira, poniéndose de pie y caminando hasta la cuna.— ¿Qué pasa ahora, eh?— cuestiona en voz baja, tomando al crío con cuidado entre sus brazos.

Alonso parece calmarse casi al instante, haciendo que Martín deje la copa sobre la mesa y se ponga de pie hasta llegar a su amiga. —Vení con tu tío, gordo.— musita, la castaña entregándole al bebé con cuidado antes de volver al sofá a sentarse. Andrés se deja caer a su lado, queriendo tener un poco de contacto físico con ella.

Martín se pasea por todo el departamento, meneando sus brazos de un lado a otro lentamente para mantenerlo tranquilo. Alonso no hace más que mirarlo, el rubio viéndolo sonreír, haciendo a su corazón enamorarse aún más de aquel crío, lo cual era una pésima idea. Pero no podía controlarlo.

BARCELONA; Berlín [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora