31

4.6K 406 355
                                    

TRES MESES DESPUÉS

    Estocolmo, Suecia. 

—Hace quince años se creó esta vacuna como tratamiento a cualquier tipo de Miopatía.— explica el traductor del doctor, que se dedicaba a observar la ficha médica de Andrés con atención.— La Miopatía de Helmer es una de las miopatía con el tratamiento más efectivo que hemos visto como doctores.— continúa, a la vez que mi mirada se dirige a Andrés, que parecía completamente indiferente a todas las palabras que le decían.

—¿Tenéis alguna prueba de su efectividad?— me adelanté a preguntar, observando al hombre asentir con una sonrisa mientras me acercaba una carpeta azul.

—Esos son todos los pacientes que hemos tratado por Miopatía de Helmer, de esos treinta, solo han muerto tres por complicaciones médicas.— se apresura a informar. Tres de treinta, era un buen porcentaje a favor.— Tiene una duración de diez años, y por lo que vemos, usted tiene un buen estado de salud, señor de Fonollosa; así que me atrevo a decir que es un buen candidato.

Yo fui hojeando la carpeta lentamente, viendo caras jóvenes y más adultas, hombres y mujeres, y todos viviendo felizmente gracias a este supuesto tratamiento. Haciéndome sentir esperanzada.

—Vale, y si aceptamos el tratamiento, ¿qué hacemos?— vuelvo a preguntar.

—Lo ideal es que permanezcan en Estocolmo por un par de meses, cinco sería el máximo, para poder ir controlando el desarrollo de la inyección.— nos informa él, mi mirada se dirigió a Andrés una vez más para oírlo suspirar con pesadez. 

—¿Y cuánto tiempo tenemos para tomar la decisión?— cuestioné. 

—El tiempo que estimen conveniente, señora de Fonollosa.— responde con una sonrisa, y entonces yo se la devolví. 

Pronto nos despedimos de los médicos, siendo Andrés que, en pocas palabras, se escapó de la oficina del doctor. Confundiéndome. Lo paré en seco, obligándolo a mirarme, haciéndome saber que no estaba del todo convencido con este tratamiento con su mirada.

—¿Qué es lo que no te gusta?— le pregunté.— Hemos recorrido toda Asia por esta mierda y ninguno te apetece, ¿qué cojones quieres? 

Él no me responde, sólo me agarra de la mano para hacerme caminar hasta las afueras del hospital, parando un taxi que nos dejará de vuelta en nuestro hotel. 

Una vez que llegamos a la habitación, él se dejó caer sobre la cama, en silencio y mirando con atención el techo blanco. Pensando y pensando. Para mí no había mucho que pensar, habíamos recorrido los mejores hospitales asiáticos y no encontramos ningún tratamiento efectivo; este era el primero, y a él tampoco le parecía. Por mí que le dieran por culo, en su tumba.

—Si lo hacemos y no funciona, ¿qué?— habla finalmente, yo me volteé a verlo, sentándome en el ventanal.— No quiero que te ilusiones para nada. 

—Esta es la primera ilusión que me hago, porque por primera vez en años hemos encontrado algo que verdaderamente es bueno.— le discuto, haciéndolo sentarse en la cama para mirarme fijamente.— Esto es bueno, Andrés, por favor. No perdemos nada con intentarlo.

—Perderemos tiempo juntos que después no podremos recuperar.— espeta él. 

Le puse mis ojos en blanco, poniéndome de pie y abriendo el ventanal para salir al balcón. Cerrándolo detrás de mí para que no saliera conmigo. ¿Cómo se podía luchar por alguien que no quería luchar por sí mismo? Era como remar solo. Y no podía hacer eso, no quería hacerlo. Pero tampoco quería perderlo a él. No podía dejarlo morir sin haber intentado todo antes, pero su actitud de mierda estaba por terminar de convencerme de dejarlo solo a su muerte. 

BARCELONA; Berlín [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora