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LA REINA DE RAVKA NO CREÍA EN EL AMOR, más bien nunca se le fue permitido amar, ni siquiera a quien sería su esposo. Ella no había amado nunca a un hombre o a una mujer más que a si misma, o eso fue hasta que sus hijos llegaron a su vida. Podía parecer la reina mas malvada de todas, pero cualquier persona tenía su debilidad y la suya eran sus hijos, especialmente Tyrion, que en ese momento necesitaba su ayuda más que cualquier otro.
Aún tomando malas decisiones, cada pieza que Tatiana movía eran con el fin de proteger a sus hijos y destrozar a cualquiera que arriesgara su futuro, aún si aquella persona fuese la Coronel del Segundo Ejército y la Invocadora del Claroscuro. La reina cometió el error de dejarse llevar desde un inicio e intentar controlar a Isabella de la forma más errónea posible, causando de esta forma que su propio hijo la odiase, cosa que ella detestaba y a la única que culpaba, erróneamente, era a Isabella.
Ahora Tatiana se encontraba en una esquina del Salón, observando como a unos cuantos metros su hijo buscaba a alguien con la mirada. No el costo pensar demasiado para llegar a la conclusión que Tyrion buscaba a Isabella, como siempre desde que ella llegó al Pequeño Palacio. Tatiana estuvo siempre al tanto de la atracción que su hijo sentía por la mortificadora, pero ella pensó que se quedaría allí, en una simple atracción. Lastimosamente, ahora parecía un adolescente enamorado de alguien que no lo correspondía.
Tatiana temía a que Isabella rompiera el corazón de su hijo, si no es que ya lo había hecho.
—Tú.— la reina señaló a una de las empleadas que la seguían para que se acercara más a ella.— Ve con mi hijo y dile que venga a mi. Es urgente.— hablo y la chica asintió antes de seguir su orden. Inmediatamente después, la reina quedó sola y quien la observaba a la lejanía tuvo la oportunidad de acercarse con disimulo. Tatiana pudo sentir una presencia sus espaldas y luego e asegurarse de que nadie la observaba, se decidió por hablar.— ¿Ya la sacaste de aquí?
