XIV

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"Hay luto en mi corazón. Me cuesta aceptar tu muerte, quiero creer que es un sueño, que mañana despertaré y tú estarás aquí..."

Los días siempre habían sido negros o blancos para Lauren. Aquel... Bueno, aquellos días, habían sido tan negros que parecía que la claridad nunca iba a aparecer de nuevo, aunque eso era prácticamente imposible.

Lauren no miraba al frente. Llevaba unas gafas negras puestas y simplemente agachaba su cabeza dirigiendo su vista a sus propios pies resignada a levantar cabeza.

Escuchó todo el sermón del cura, tenía a sus hermanos a su lado, abrazándose. Ella simplemente estaba a un lado, recostada ligeramente en el hombro de su madre, la cual lloraba sin poder evitarlo. Tras aquello, el féretro bajó y ella dejó una rosa blanca sobre la tumba antes de que comenzasen a tapar con tierra el cuerpo de su padre.

No lloraba, ya había llorado lo suficiente. Suspiró y se giró sobre si misma para volver por donde había venido. Ya no tenía a nadie... No tenía perro, seguía llevándose a regañadientes con su familia por dejar a Phill y sus hermanos tenían sus vidas hechas. Ella no tenía a nadie con quien volver a casa, no...

—¿Te vas a ir ya?— Preguntó Taylor haciendo que esta parase en seco. Lauren asintió y suspiró metiéndose las manos en los bolsillos.

Si no hubiese estado mirando al suelo se habría dado cuenta de que había alguien dirigiéndose de manera rápida hacia ellos.

Notó unos brazos rodearla fuertemente por los hombros. Se quitó las gafas y escuchó una voz aguda referirse a ella pronunciando disculpas con el tono casi roto.

—Lo siento, Lauren. Lo siento...— Lauren giró la cabeza y cerró los ojos.

Aquellos eran unos brazos que sí quería que la protegiesen. Sus pequeños brazos estaban ejerciendo fuerza en ella... No quería demostrarse débil ante ella, pero apoyó la cabeza en su hombro y comenzó a llorar.

Taylor las dejó así, y se volvió a dirigir a Chris, quien estaba junto a su madre.

—Está bien...— Susurra en cuanto se separa. Al mirar a Lauren podías ver sus ojos algo rojos por el reciente lloriqueo, totalmente hinchados, absolutamente nada de maquillaje y el pelo ligeramente revuelto. La única que había mirado a esos ojos en días había sido Camila... Eran de un verde oscuro, si se reflejaba la luz en ellos se podían confundir con el marrón.

—No, no está bien. Tú has estado así, y yo... Yo no he dejado de llamarte... Soy una pésima amiga y y y además he pensado cosas que no eran y...—

Por muy fuera de juego que sonase, Lauren lo único que podía pensar en aquel momento era en lo adorable que se veía la periodista tratando de disculparse. Niega con la cabeza y espera a que se calle de una manera un tanto sutil.

—¿Ya?— Pregunta Lauren esbozando una pequeñísima sonrisa. La de ojos marrones frunce el ceño. —No te disculpes más, por favor...—

Camila se encogió de hombros y asintió.

A diferencia de aquella mañana, Camila se había cambiado de ropa. No solía hacerlo, pero aquel era un motivo de peso. Llevaba un suéter negro, con unos pantalones vaqueros y se había quitado el brazo haciéndose una coleta. Era lo más de luto que tenía en su armario. Camila no era una chica de colores negros o blancos. Era más una chica de colores divertidos, alegres, pastel... Eso la diferenciaba de Lauren de una manera increíble.

Estaban las dos quietas, Camila rodeando a Lauren y Lauren apoyando la cabeza cerca de la de Camila.

—Se han ido todos ya...— Murmura la de ojos marrones echando una vista hacia arriba para poder contemplar aquella zona del cementerio completamente vacía.

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