IV

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En cuanto el cuerpo de Lauren rozó la cama, al igual que pasó con Camila, la joven veterinaria quedó totalmente dormida, cansada, y muerta. Ni se dio cuenta de que su novio aún estaba despierto, ni de que Nina se había quedado dormida en su regazo. Phill se mantuvo hasta la mitad de la noche, despierto, esperando a su novia, preocupado. Era normal que se preocupara, de hecho Phill era el primero que declaraba que Lauren tenía que descansar más, pero para Lauren su trabajo era su vida. La posibilidad de salvar animales para cubrir la muerte de su primer cachorro era su única esperanza de mejora. Quizás se implicaba demasiado... Quizás solamente necesitaba tener su mente ocupada para olvidar lo aburrida que era su vida. Al cabo de unas horas Phill terminó por abrazarse a la cintura de su novia para acabar en los brazos de Morfeo sin remedio.

Por la mañana, o más bien medio día, ya que se sobrepasaban las 12, la primera en levantarse fue Lauren, que lo hizo sigilosamente. Llevaba puestos sus shorts de pijama y una vieja camiseta negra que le quedaba grande. Lo primero que hizo fue dirigirse a la cocina para desayunar, aunque casi que no merecía la pena pues no tardarían en hacer la comida, o al ser ya casi la una de la tarde optarían por irse a comer.

Nina saltó de la cama y anduvo por el pasillo del piso de Lauren de manera perezosa, cómo siempre. El sonido de sus uñas, golpeando el parqué blanquecino producía un sonido inconfundible, pues las cuatro patas del perro que casi parecían los cascos de un caballo. El perro era la viva imagen de su dueña andando de esa manera, bostezando a cada paso. Lauren al percatarse de que su perro estaba andando hacia ella, sonrió y se agachó para acariciar su lomo con cariño. 

—Buenos días enana. — Pronunció de manera amistosa volviendo a levantarse para mirar a ver si en su cuenco había comida, que por suerte, ese era el caso. Volvió a incorporarse y elevando sus pies para ponerse de puntillas suavemente, sacó del armario de encima de la encimera unas galletas para picar mientras la cafetera se encargaba de hacer ese necesario brebaje que a Lauren le daba la vida. Nina, cual gato en celo, ronroneaba a los pies de su dueña intentando persuadirla para que esta le ofreciese una galleta que gustosa aceptaría, pero la veterinaria astuta se negó señalando el cuenco con su índice. —Vamos Nina, tienes comida… Sabes que no te voy a dar. —

La joven cría de yorkshire agachó la cabeza y arrastró sus patas hasta el cuenco, había sido un intento. Lauren cogió una galleta y le dio un mordisco apoyando su trasero en la encimera, pero pronto levantó la cabeza, de su cuarto se podían distinguir los sonidos que provocaba la cama chirriante de su habitación y que solo podía significar una cosa, Phill había despertado. Dejó el envase de las galletas en la encimera y se llevó una mano a la boca para bostezar.

—Buenos días, cariño. —Susurró su novio desperezándose en el marco de la puerta, extendiendo sus brazos y arrastrando los pies. En la casa de la veterinaria todos se despertaban igual, o eso parecía. El novio de Lauren se  acercó a ella y le dio un beso en la mejilla antes de que ambos se fundieran en un meditado abrazo que se daban todas las mañanas. — ¿Has dormido bien?— Preguntó la joven interesándose por el sueño de su pareja, aunque habiéndose despertado con un brazo sobre su cintura supuso que muy mal no había dormido.

—He dormido muy bien, pero tú llegaste muy tarde anoche…— Achacó. Y tenía razón, Lauren llegó tarde, pero ella no podía hacer nada para evitarlo. Hasta que no se aseguró de que su nuevo paciente estuvo estable, no dio por terminado su turno, ni salió de la consulta. Se encogió de hombros dándole la razón y soltó un pequeño suspiro.

—Lo siento… Sabes que a veces necesitan más que una mano en la clínica. — Se disculpó, y pareció efectivo pues Phill no dijo nada más, simplemente volvió a besar la mejilla de su novia y aspiró el aroma de su cabello haciendo que Lauren se intimidara un poco.

Save. [Camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora