XXII

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— OH DIOS. ¡Eme! ¡ALÉJATE DE LA PLANCHA! — Gritó Lauren en cuanto vio como la pequeña de los dos perros cogió e intentó tirar del cable de la plancha para el pelo que Lauren iba a usar, pues ya se había duchado y secado el pelo.

La dueña del perro cogió a la canina en brazos y la echó de su habitación cerrando la puerta dejando a ambos perros fuera, pues si no, no acabaría de prepararse y sabía que Megan se impacientaría. Ni siquiera se había vestido aún, seguía con una camiseta vieja que usaba mientras se preparaba siempre y su ropa interior, ni siquiera llevaba zapatillas. Aquel look descuidado que amaba Camila, por cierto.

Se miró al espejo y se maquilló lo justo como para no parecer un muerto pues gracias a sus turnos a los que ella misma se citaba, su sueño estaba más descontrolado que Larry cada vez que ve la comida siendo colocada en su cuenco de comida.

Se planchó el pelo y lo dejó suelto. Apagó la luz del baño y buscó en su armario algo que ponerse.

Finalmente siguiendo su look "forever black" inspirado en los Addams, (O eso afirmaba Megan cada vez que la veía), se puso unos pantalones ajustados negros, y una camiseta blanca con el lema "Stay weird" la cual le había robado su novia un par de veces y que sí, efectivamente olía a ella. Coronó aquello con su chaqueta de cuero. 

No le apetecía llevar bolso por lo que todo lo metió en aquellos bolsillos cortados que las marcas de moda se empeñaban en coser. ¿Las mujeres no pueden usar los bolsillos y los hombres sí? Aquello no tenía sentido.

El teléfono lo dejó con el sonido a tope por si ocurría algo y se lo metió en el bolsillo trasero. Coronó aquel look con sus converse negras. Aun así no se veía mal. Abrió la puerta y Eme estaba esperando a que Lauren saliera, parecía que se arrepentía de su jugarreta con la plancha. Lauren se agachó y le acarició el hocico antes de buscar a Larry con la mirada, el cual estaba tumbado en la pequeña terraza que el piso de sus dueñas disponía.

Echaban de menos a Camila... Quién no lo haría, con sus sonrisas, con su positivismo, con sus tonterías... Era lo único que le faltaba a esa casa para ser perfecta. Y completar el mural.

Antes de salir notó su teléfono indicar que había entrado una llamada. Aquel número era desconocido. Contestó, quizás era su novia.

— ¿Sí? —. 

Pero nadie dijo nada y los pitidos de fin de llamada no tardaron en aparecer por lo que Lauren ignoró aquella corta interacción y cogió las llaves. Comprobó que los perros tenían comida y que todas las puertas estaban cerradas, menos el salón y la cocina. Una vez lo hizo asintió con la cabeza y se despidió sus pequeños para irse a la fiesta. No esperaba llegar muy tarde.

Caminó tranquila por las calles, a veces gracias a los auriculares te perdías lo bonita que podía ser Miami por la noche, con sus luces, con los coches. Solo había que quitar los borrachos para darse cuenta de que todos los lugares en los que habita gente son mágicos, cualquiera diría que los pensamientos de una chica que fácilmente se podía mimetizar con la noche por sus vestimentas negras podía pensar aquello, pero las personas que visten de negro dicen que son las que tienen las mentes más coloridas.

Una vez llegó a el apartamento de Megan, subió las escaleras y tocó la puerta. De dentro se podían escuchar ruidos muy extraños, entre la televisión a tope, los pasos y alguna canción que se podía distinguir de fondo apenas se podía intuir que ahí solo vivían 3 personas, y no 8.

— ¡Pareces un abuelo! Baja la televisión, y descansa, por cierto. Stef y yo nos vamos. Tienes comida en el microondas por si te encuentras mejor. — La única voz femenina de la casa gritó antes de abrir la puerta, pero la respuesta del chico llegó.

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