Capítulo 2

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El funeral de Adam se realizó dos días después del incidente. No hubo un féretro al que pudiera hincarme y llorarle, solo una pequeña caja al fondo de la sala que contenía sus cenizas. A su lado, se hallaba una gran fotografía suya donde sonreía a medias, tomada no mucho tiempo atrás.

Yo le llevé un pequeño ramo de flores, que dejé al pie de la base que cargaba con lo último de su existencia. Me senté en la primera banca y ahí, a saber por cuánto tiempo, lloré sin consuelo.

No conocí a la familia de Adam, tampoco vi a muchos de mis compañeros del colegio. Los únicos alumnos que acudieron al funeral siempre se mantuvieron alejados de mí, como si nuestro dolor no fuera el mismo. Tuve que enfrentarme solo a la pérdida, a mis heridas físicas y al mismo tiempo al odio injustificado de las mismas personas que nos hicieron daño.

El instituto le rindió su respectivo homenaje en el gimnasio, también con flores y fotos. Dijeron palabras vacías, lamentando aquella tragedia como si de verdad hubieran hecho algo para impedirlo y ayudarle. No pude soportar tanta hipocresía, por eso volví temprano a casa y nunca más salí.

Desde entonces, no había un solo día de mi vida en el que no repasara todos los acontecimientos de la tarde en la que Adam murió. Ciertos momentos eran difusos a causa del trauma y una laguna mental, por eso me obligué a mí mismo a recordar cuanto pudiera. Con el paso de los meses las imágenes se manifestaron con mayor claridad en mi cabeza, logrando construir gran parte de lo sucedido.

Pero mi memoria siempre empezaba por la parte más dolorosa.

Antes de que todo ardiera, Adam me envió un último mensaje donde se despedía de mí. Me agradeció por la compañía, me habló muy en breves de los problemas que lo orillaron a tomar aquella decisión, y al final adjuntó dos fotografías de su escritorio donde aprecié claramente una botella de alcohol, un frasco de pastillas de nombre indistinguible y un encendedor.

Salí de mi casa y corrí por las calles de nuestra pequeña ciudad lo más rápido que pude, con el corazón en la garganta y el pánico recorriendo cada rincón de mi ser. Fui directo a donde él con la esperanza de detenerlo, pero no lo conseguí.

Y a partir de entonces mi memoria se distorsionaba.

Recordaba su casa ardiendo y el sofocante olor a humo. Todavía no llegaban la policía ni los bomberos. Veía a los vecinos consternados y mis propios pasos recorriendo su jardín delantero, pero después de eso todo se tornaba negro.

Lo más cercano que tenía a lo que pasó posterior a la laguna mental era esa molesta pesadilla con el cadáver de Adam. La imagen de la casa en llamas era más clara y también el jardín mucho más grande.

Desperté en el hospital, con los brazos y el torso vendados. Según las personas que me atendieron —mi madre entre ellas—, yo había intentado entrar en la casa cuando todavía se incendiaba. Fue en el proceso cuando un trozo de madera me golpeó, provocando quemaduras indescriptiblemente dolorosas.

Nunca supe qué fue exactamente lo que pasó, por más que me lo preguntó la policía mientras me recuperaba en el hospital. Solo pude mostrarles su mensaje de despedida, las fotos y el ya conocido y breve post que Adam publicó en su perfil de Facebook que solo decía "adiós".

 Solo pude mostrarles su mensaje de despedida, las fotos y el ya conocido y breve post que Adam publicó en su perfil de Facebook que solo decía "adiós"

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El inestable mundo de Alroy [COMPLETA]Where stories live. Discover now