Capítulo 20

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Regresé al instituto como estaba planeado. Todos me trataron con normalidad, igual que si no me hubiese ausentado por una semana. Kyla y sus amigas me saludaron con su tan característica alegría cuando aparecí cerca de sus asientos. Nadie hizo preguntas, simplemente ignoraron cualquier cosa que pudiera molestar.

Ellas hablaron tanto como pudieron, incluso entre clases. Me incluyeron a ratos, pero mi participación fue muy limitada. Al menos la sensación de ser parte de algo tranquilizaba a mi soledad interior, que cada día parecía volver con la misma fuerza que el pasado.

Daron llegó a impartirnos clase como todos los días, viéndome de vez en cuando con el mismo interés con el que veía al resto de sus estudiantes. Se le daba bastante bien aparentar y mantener la compostura, porque yo, en cambio, cada vez que lo sentía cerca temblaba por el nerviosismo.

Prestar atención se tornó complicado, y no solo por él. En cada asignatura me invadían pensamientos abrumadores que apenas controlaba. No estaba la sombra merodeando cerca, pero sí que percibía el olor a carne quemada por toda el aula. Durante varias horas tuve fuertes náuseas y ganas de salir corriendo a vomitar, pero la fobia que acababa de desarrollar a los baños escolares no me permitió hacerlo.

Para tranquilizarme, me rasqué un poco las cicatrices de los brazos.

Me entristeció no poder ver a Daron durante el receso para contarle sobre mis inquietudes. Estuve sentado junto a la máquina expendedora todo el rato, esperando a que apareciera por casualidad. En lugar de eso, me escribió un mensaje breve para citarme después de clases, como lo hablamos antes.

Tras una agotadora espera, con el estómago revuelto y la ansiedad apoderándose de mis piernas, me despedí de mis compañeras y salí de inmediato hacia la oficina de Rynne. Si alguien preguntaba, usaría la excusa de que necesitaba resolver dudas de los temas que me perdí por faltar.

Toqué a la puerta tan pronto llegué, con las manos por delante, entrelazándose de nervios. Esperaba escuchar su voz para pedirme que pasara, pero en su lugar Daron me abrió la puerta personalmente. Sonrió en cuanto me vio y yo lo imité para que también supiera que estaba feliz por verlo.

Se hizo a un lado para dejarme pasar, callado pero muy observador. Yo caminé hasta la silla frente a su escritorio y me senté, con la mochila en el piso. Luego de que él se acomodó en su respectivo lugar, me saludó con ánimos.

—Te eché de menos. —dijo, reorganizando algunos de sus desordenados papeles—. ¿Cómo has estado?

La oficina de Daron era el único lugar que no olía a carne quemada o podrida. Su colonia resultaba más fuerte que mi propia imaginación. Era realmente tranquilizador escucharlo y verlo tan cerca. Suspiré un poco antes de asentir con la cabeza y mentir a medias con que me encontraba mejor.

La conversación fluyó como siempre. Habló de su trabajo y lo enfadoso que le resultaba. Rynne no era una persona realmente profunda. Le sobraba tiempo y amabilidad, que empleaba para ser profesor y en eso se resumía su vida. No contaba historias fascinantes ni dolorosas porque parecía no haber vivido ninguna de las dos.

—Si no estuvieras aquí, ¿a qué te dedicarías? —pregunté en voz baja, evadiendo el contacto visual.

Alzó las cejas, se recargó mejor en el respaldo de la silla y soltó un corto suspiro. Se llevó ambos brazos tras la nuca para meditar, curvando los labios.

—Quizás estaría trabajando en alguna oficina —rio con sequedad—. Me gusta la vida tranquila, como la que ya tengo. No sería muy distinto.

Después preguntó por mí y mis próximos estudios universitarios. Yo no tenía respuestas claras, pues no pensaba en el futuro y tampoco lo visualizaba. Podía morir la semana siguiente y no me abrumaría por los sueños sin cumplir. No existía alguno que valiera la pena. Un simple "no lo sé" fue suficiente para que él continuara dirigiendo la atención hacia mí.

El inestable mundo de Alroy [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora