Capítulo 14

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Rynne tosió hasta que se le humedecieron los ojos. Oí la resequedad en su garganta y vi que se golpeó el pecho ligeramente con el puño, tratando de calmar aquel molesto y denso ahogo.

Mi primera reacción tomó varios segundos. Subí mi mochila para sacar una botella de agua que de inmediato le tendí. Después de que le dio un buen trago y la tos desapareció, respiró con alivio y se dejó caer en la silla, cansado.

Se hizo el cabello hacia atrás, dejó escapar el aire de sus pulmones en un denso suspiro. Giró el rostro solo un poco en mi dirección, como queriendo verificar que siguiera ahí cerca. Sonrió un poco antes de reincorporarse en la silla y acercarse a su escritorio.

—¿Podemos tomarlo con más calma? —dijo entre risas, con la voz todavía carrasposa.

Asentí, prometiéndome que no hablaría hasta que él me pidiera esa clase de comentarios otra vez. Sentí el calor en las mejillas y un hueco en el pecho, producto de la incertidumbre y la vergüenza. Al menos el nerviosismo del principio desapareció, lo que me pareció una buena señal.

Daron me tendió el encendedor para que fumara con él. Lo tomé con rapidez, pero no encendí mi cigarrillo de inmediato. Con el pulgar sobre la rueda y el pulsador provoqué una pequeña flama que se robó por completo mi atención. Era la primera vez en mucho tiempo que estaba tan cerca del fuego.

Sentí ardor sobre los hombros y en la parte alta de los brazos, donde escondía las cicatrices. Imágenes de la casa en llamas volvieron pronto a mi mente, pero el recuerdo esta vez no resultó tan abrumador como lo estuvo siendo por meses. El corazón me retumbó con fuerza en el pecho por una especie de emoción asociada al reencuentro.

Aquella minúscula llama ni siquiera era tan grande y peligrosa como la que se extendió por toda la madera y consumió el cuerpo de Adam. Sonreí en una curvatura apenas perceptible, sintiéndome a salvo de una dolorosa memoria.

—No es obligatorio que fumes conmigo, Al —Daron me interrumpió, inclinando la cabeza para ver mi rostro con mayor claridad—. Veo que dudas mucho.

Hice una negación de cabeza, sonriendo un poco más. Le dije en un murmullo que solo estaba pensando en exceso sobre otras cosas; después me llevé el tabaco a los labios y le di una buena calada una vez que lo encendí.

El humo poco a poco invadió la oficina de Rynne.

—¿En qué piensas? —preguntó con interés, recargando ambos codos en el escritorio—. Pareces disperso.

Encogido en la silla, medité mi respuesta. ¿Qué tanto podía contarle de todo lo que me atormentaba a diario? Si era detallista la sombra podría volver a mi presente y provocar que perdiera el control frente a Rynne. Pero también quería ser honesto y hablar con alguien de confianza sobre lo que siempre recordaba de años anteriores y que nunca le dije a nadie. Al menos él, como un adulto más experimentado, podría ayudar a que el peso de mis hombros se redujera de manera considerable.

Le di una calada más al cigarrillo, con la mano temblorosa y el otro puño apretado sobre mis piernas. Esos breves segundos fueron útiles para darme cuenta de que no era adecuado soltar mis problemas y secretos solamente para ganarme la confianza de un hombre al que apenas conocía. Tal y como él sugirió en mi habitación, debíamos conocernos mejor, así que también lo pondría a prueba.

Tuve que desviar el tema de mis verdaderas preocupaciones, aprovechar el rato a solas, repetir lo que tanto quería hacer con él.

—No quiero que nos atrapen —Solté en voz baja.

No vi inquietud, temor o sorpresa en sus gestos. Me miraba fijamente con algo de seriedad y calma, contagiosas para mi repentina oración. Yo no estaba demasiado preocupado ni pensaba en qué sucedería si alguien nos descubría, pero fingí que me carcomía el nerviosismo por eso y no porque quería que nuestra cercanía se redujera cuanto antes.

El inestable mundo de Alroy [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora