Capítulo 22

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Observé la escena con auténtico asombro. Tensé el cuerpo, mi mente produjo pensamientos instantáneos y excesivos para hallar una explicación. Primero vi a Lucien, que también me miraba a mí. Más que sorpresa, le provoqué curiosidad. Enarcó las cejas, aguardó a que explicara el motivo de mi aparición, pero Daron se adelantó a abrir la boca.

—¿Necesitas algo, Alroy? —preguntó con formalidad—. En estos momentos estoy asesorando a tu compañero.

Me quedé en la puerta durante un par de segundos, tratando de buscar una excusa convincente. Si me retractaba y decía que no necesitaba nada, Lucien sospecharía. Después de todo, era extraño que otro alumno llegara a la oficina sin motivos.

—Yo... puedo esperar a que se desocupe, Sr. Rynne —contesté, encogido de hombros—. Volveré más tarde.

Cerré la puerta tan rápido como pude, sin dejar que me respondiera. Retrocedí un poco antes de volver a andar por el pasillo, con los puños apretados y las piernas temblorosas. Me ardía el pecho, se me calentaron las mejillas por enojo. Había una inquietud en mis adentros que no podía explicar, pero que se derivaba de lo que encontré.

No es que Lucien me molestara; igual que yo, era un estudiante nuevo que necesitaba orientación. El desagrado provenía más bien de las acciones de Daron, aunque ni siquiera fueran malintencionadas. ¿Acaso eran celos? Surgieron tan rápido que me provocaron náuseas y confusión, confusión porque se sentían distintos.

Me ardía el estómago cuando veía o escuchaba de mis hermanos, de la vida que mi padre les dio a cambio de esconderme. Pero aquello siempre se inclinaba más al pasado y mi rencor no iba hacia Tyler o Dylan. Sin embargo, toda mi atención paró en Lucien cuando lo vi en la silla que yo solía ocupar, conversando con Daron tranquilamente. Yo ya no iba a ser el único en su oficina, lo que me inquietó de manera inexplicable.

Llegué a la máquina expendedora, tomé un par de monedas y compré el jugo de siempre. Me senté en la banca de al lado y esperé, agitando una de las piernas, revisando el celular cada dos por tres, mirando hacia el fondo del pasillo para ver a Lucien salir.

No pasaron ni tres minutos cuando la puerta de la oficina se abrió. El chico salió con calma y silencio, despidiéndose con apenas un movimiento de cabeza. Daron no apareció tras él. Bajé la mirada en cuanto sus ojos se fijaron en mí, crucé los dedos para que no se detuviera en el mismo sitio que yo, pero no funcionó. Saludó con un simple "hola" y se detuvo en la máquina. Compró una barra de Sneakers y, sin nada que lo detuviera, se sentó junto a mí.

—Nuestro asesor es muy amable, ¿no crees? —preguntó, sin quitarle la vista a su chocolate—. Incluso me compró esto.

El calor de mis mejillas incrementó, pero mi expresión siguió intacta. No dije nada, me limité a terminarme el jugo. Lucien se recargó en la pared, alzó el rostro y cerró los ojos, sin dejar de sonreír. Era menos serio en comparación con el año en que lo conocí, pero eso no le quitaba lo intimidante. Me encorvé un poco hacia adelante, miré hacia el pasillo de las oficinas de profesores.

—No has cambiado en nada —siguió, girando el rostro hacia mí—. Siempre has sido así de callado, raro y solitario.

No pensé que él pudiera reconocerme, mucho menos describirme. Pero algo tenía de razón. En mi anterior instituto solo era yo contra el resto, sobre todo en lassituaciones más extremas y dolorosas. Él también fue parte de ese público silencioso que no hizo nada por mí, aunque yo más bien rechacé su ayuda cuando la ofreció. No confiaba en él lo suficiente, igual que no confiaba en nadie que pudiese acercarse a mí con supuestas buenas intenciones.

Se hizo un silencio incómodo entre los dos. Mordisqueó su chocolate y yo me terminé el resto del jugo. Quería irme en ese momento, pero él se me adelantó al abrir la boca.

El inestable mundo de Alroy [COMPLETA]Where stories live. Discover now