Capítulo 4

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Continué sentado junto a la ventana, rodeado por Kyla y sus amigas. Durante las clases conversábamos, o más bien, ellas conversaban mientras me incluían. Nos pasábamos los trabajos y también bromeábamos hasta que los profesores nos pedían guardar silencio.

Pero cuando llegaba el receso, volvía a quedarme tan solo como en mi escuela anterior. Le dije a Kyla que no me agradaban las multitudes, cosa que entendió de inmediato y sin cuestionar. Una vez que se marchaban, yo salía hacia la máquina expendedora para comprar el mismo desayuno.

Después me sentaba en la banca de al lado, viendo hacia enfrente. Y esperaba.

Me crucé con el Sr. Rynne en otras tres ocasiones, yendo hacia su oficina para pasar el receso en solitario. Siempre saludaba en cuanto me veía y se sentaba junto a mí para conversar y quejarse de sus compañeros, en especial de los viejos que le subestimaban por ser el más joven. Todo me lo decía con una sonrisa y sin insultar a nadie, aunque pudiera leerse en sus gestos que lo único que quería era maldecir.

Aunque tuviera quince años más que yo, no se comportaba como un viejo ni hablaba como tal. En sus clases de Ética era más bien dinámico, fácil de escuchar y hasta usaba ejemplos que todos mis compañeros entendían. Chistes inspirados en memes, series del momento, noticias y frases virales. Todos le tuvieron un cariño inmediato y cada mañana aguardaban ansiosos por su asignatura.

Yo más bien esperaba los recesos.

Rynne era más relajado cuando no estaba rodeado de estudiantes y profesores. Incluso me hablaba con un poco menos de formalidad. Nuestras conversaciones no eran tan fluidas por mi poca participación, pero aun así él siempre tenía algo que decir. Incluso mencionó que me veía diferente en comparación con el primer día. Más "despierto" y menos a la defensiva, cosa que le animaba.

Mi madre también notaba los cambios positivos, aunque yo todavía prefiriera quedarme todo el día encerrado. Mi habitación era mi hogar, más que mi propia casa. Fue mi refugio para el dolor y la depresión hasta hacía relativamente poco, pero incluso antes de eso me mantenía alejado de todo lo que me atormentaba a diario. Incluso Adam formó parte de la historia de mi propia habitación, aunque poco lo pudiera recordar.

Las lagunas siempre llegaban sin aviso. Generalmente surgían cuando me sentía en peligro o tenía un repentino incremento de energía. Había olvidado la mitad de los abusos de mis compañeros y después de la muerte de Adam, muchos de los recuerdos que tuve con él. A veces pensaba que mi mente lo hacía a propósito para no lastimarme más de lo que ya estaba.

Decidí que no le contaría a nadie sobre mi amnesia, pues en los últimos años funcionó para aguantar lo que tanto daño me hacía. Todo se ponía negro de un instante a otro y al final, una vez que recuperaba la consciencia, hacía el recuento de los daños; golpes nuevos, sangre, dolor por todo el cuerpo.

A veces volvían fragmentos a mi memoria, de repente, como un electroshock. La mayoría eran horribles, así que yo mismo me forzaba a olvidarlos otra vez. Tristemente y al final, todo se quedaba en el subconsciente. Jamás fui capaz de ignorar que me lastimaron hasta puntos indescriptibles.

«Pero ya no lo harán más».

Eso pensaba todos los días para poder levantarme de la cama e ir a mi nuevo instituto. Sin embargo, pese a la inmensa tranquilidad de mi presente, nunca dejé de estar alerta. El trauma provocó que cruzar cualquier pasillo fuera un martirio, que las miradas ajenas siempre estuvieran asociadas al odio.

—Alroy, ¿podrías pasar a mi oficina por los trabajos de esta semana? —preguntó Rynne quince minutos antes de que el receso terminara—. Ya los califiqué, pero quería entregárselos a tus compañeros.

El inestable mundo de Alroy [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora