Capítulo 13

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Fue un beso desesperado, nada similar al primero que tuvimos. Yo lo sujeté de las muñecas en un acto reflejo; él tomó mis mejillas con ambas manos y no se apartó. Todo mi cuerpo se tensó de pies a cabeza mientras Daron me hacía retroceder en la cama.

En ese momento no pude pensar con claridad. Sabía que lo que hacíamos era sorpresivo, extraño e incorrecto, pero no podía parar de sentir una fuerte presión en el pecho, temblor en las piernas y calor por toda la piel; indicadores de que deseaba esta cercanía con Rynne.

Cedí a sus labios tan solo dos segundos después. Entreabrí la boca, busqué que mi cuerpo se relajara con el pasar del tiempo y al final dejé que Daron controlara la mayor parte de mis acciones.

Soltó mi mejilla izquierda para abrazarme por la espalda, acercando nuestros cuerpos. Yo rodeé su cuello con una de las manos y con la otra tiré de su camisa para que cayera sobre mí en la cama. Era la primera vez que tenía encima casi todo el peso de su ser, tan asfixiante, satisfactorio, excitante.

Tras un minuto largo y apasionado, Daron se apartó. Continuó viéndome desde arriba, con los ojos entreabiertos y una expresión inquieta y dubitativa. Yo mantuve las mismas expresiones que él, como si fuéramos incapaces de entender nuestras propias acciones.

Los dos respiramos con agitación. Me ardían las mejillas y tuve una inevitable erección que deseé que pasara desapercibida. Rynne tensó los labios, tragó saliva, me miró fijamente a los ojos y se preparó para murmurar.

—No le digas a nadie, Alroy —pidió, con tono tembloroso—. Por favor.

Asentí en un movimiento apenas perceptible. Adam y Daron acababan de tener una cosa nueva en común: nuestra extraña relación. De nuevo me convertí en el secreto de un hombre. El secreto de mi padre, de mi mejor amigo, de mi profesor de ética que no era tan ético después de todo.

Rynne también asintió, nervioso. Ninguno se distanció, así que esa fue señal suficiente para saber que ambos estábamos seguros y de acuerdo con lo recién sucedido. Yo evadí su mirada a causa de la culpa. Seguí sosteniéndolo del cuello, aún con la energía recorriéndome en cada rincón.

—¿Quieres seguir? —preguntó, acercando el rostro a mi mejilla.

Sentí dos de sus dedos deslizándose por mi cuerpo. En cuanto cerré los ojos y asentí para responderle, él comenzó a alzar mi camiseta, tocar mi torso desnudo y besar mi cuello con lentitud. Mis piernas se agitaron, mi espalda se curvó hacia arriba con ligereza. Traté de callarme el placer lo más que pude, pues no quería que me escuchara mi madre desde algún rincón de la casa.

Dejé escapar el aire de mi boca como si hubiese aguantado la respiración. Él también lo hacía cada que se movía hacia adelante y restregaba la parte baja de su cuerpo con mis piernas.

—¿Por qué yo? —conseguí decir, jadeando.

En ese momento Rynne se detuvo otra vez. Se alejó más que antes y me examinó con algo de prisa. Aún no parecía completamente satisfecho y tenía ganas de continuar, pero paró gracias a mis palabras. Adam nunca lo hubiera hecho.

—De verdad disculpa —dijo, abandonando su posición y sentándose en la cama—. Yo... no sé qué me sucede.

Se hizo el cabello hacia atrás, recargó los codos sobre sus piernas y agachó el rostro, recuperando el aliento con el mayor de los silencios. Miró hacia el suelo antes de pasarse los dedos por toda la cara, suspirando.

Yo me incorporé junto a él, sentado sobre el colchón con las rodillas. No le quité los ojos de encima, esperando alguna nueva reacción. Volví a acomodarme la ropa, tomé aire con calma, examiné cada uno de sus movimientos. El nudo en mi garganta era profundo a causa de la incertidumbre y la culpa. Mis ojos querían llorar de nuevo por la ansiedad de no saber en qué estaba pensando.

El inestable mundo de Alroy [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora