x. Noche de Halloween

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CAPÍTULO DIEZ
Noche de Halloween

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TODO EL COLEGIO SE PREPARÓ para la inminente llegada de la fiesta de Halloween

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TODO EL COLEGIO SE PREPARÓ para la inminente llegada de la fiesta de Halloween. Habían decorado el Gran Comedor con los murciélagos vivos, como era costumbre. Las enormes calabazas que Hagrid había cultivado habían sido convertidas en lámparas tan grandes que tres hombres adultos habrían podido sentarse dentro. Además, corría el rumor de que el profesor Dumbledore había contratado a una compañía de esqueletos bailarines para el espectáculo.

A las siete en punto, el Gran Comedor estaba lleno a rebosar de alumnos. Los platos dorados y las velas aromáticas brillaban tentadoramente, mientras las mentes de los adolescentes no dejaban de imaginarse cuál sería el menú para tal celebración. Se esperaban cualquier cosa, teniendo en cuenta como habían cuidado hasta el último detalle de la decoración.

Daphne le dio un codazo a Dianne en cuanto vio a Harry, Hermione y Ron cruzar el salón como si tuvieran complejo de coches de carreras. La rubia, quien había estado ocupada discutiendo con Theo cual sería el tono de naranja más apropiado para el tono de piel de Blaise, observó al trío de Gryffindores con el ceño fruncido. Y su pérdida de concentración en lo referido al tema hizo que los dos chicos también se percataran de aquello.

—¿Qué andan tramando? —bisbeó Daphne.

—No están tramando nada, Daph—respondió Theo, mientras ponía los ojos en blanco.

—Creo que escuché que Nick Casi Decapitado celebra hoy su cumpleaños de muerte, ya sabéis... hoy hacen quinientos años desde que fue ejecutado—comentó Dianne, volviendo su mirada al dorado plato que tenía enfrente—. No me extrañaría demasiado que los hubiera invitado a su extraña fiesta, teniendo en cuenta lo vivaracho que es el fantasma.

—¿Quién celebra su muerte? —preguntó Blaise, algo confundido.

—Los fantasmas no tienen mucho más que hacer, Blaise—señaló Daphne, cogiendo un mechón rubio de Dianne y trenzándolo de forma distraída—. Seguramente solo quiera sentirse... algo vivo.

Los cuatro se quedaron en silencio.

—¿Enserio nos vamos a quedar aquí? —preguntó Theo.

—No —Dianne sonrió—. Blaise, cúbrenos.

El de apellido Zabini estuvo a punto de rechistar, pero fue tarde. Dianne, Daphne y Theo se habían levantado de sus sitios y se habían largado en la misma dirección por la que el trío de oro se había ido.

Dianne y la cámara secreta² ✓ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora