xxiii. El monstruo

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CAPÍTULO VEINTRÉS
El monstruo de la cámara

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NO SOLO DIANNE HABÍA LLEGADO a la conclusión de que Myrtle la Llorona podía ser la chica a la que el monstruo había asesinado hacía cincuenta años

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NO SOLO DIANNE HABÍA LLEGADO a la conclusión de que Myrtle la Llorona podía ser la chica a la que el monstruo había asesinado hacía cincuenta años. A Harry también se le había encendido aquella bombilla encima de la cabeza, y ahora todos lo consideraban.

—Con la cantidad de veces que hemos estado cerca de ella en los aseos—se quejó Ron, al día siguiente—, y no se nos ocurrió preguntarle...

—Tampoco es que sea fácil saber la edad de un fantasma—señaló Theo, bufando por lo bajo.

La aventura de seguir a las arañas había sido muy dura. Pero ahora, burlar a los profesores para poder meterse en un lavabo, que no era otro que el que estaba justo al lado del lugar en el que había ocurrido el primer ataque, parecía prácticamente imposible. Había que tener en cuenta el pequeño detalle de que no todos eran chicos, lo que lo complicaba todo de mera exponencial.

Tres días después, durante el desayuno, la profesora McGonagall hizo un anuncio.

—Tengo buenas noticias —dijo, y el Gran Comedor, en lugar de quedarse en silencio, estalló en alboroto.

—¡Vuelve Dumbledore! —dijeron varios, entusiasmados.

—¡Han atrapado al heredero de Slytherin! —gritó una chica desde la mesa de Ravenclaw.

—¡Vuelven los partidos de Quidditch! —rugió Wood, emocionado.

Ni siquiera se percató de las miradas incrédulas que recibió.

La profesora McGonagall, sin embargo, esperó a que el alboroto se calmara para decir:

—La profesora Sprout me ha informado de que las mandrágoras ya están listas para ser cortadas. Esta noche podremos revivir a las personas petrificadas. Creo que no hace falta recordaros que alguno de ellos quizás pueda decirnos quien, o que, los atacó. Tengo la esperanza de que este horroroso curso acabe con la captura del culpable.

Hubo una explosión de alegría. Algunos Slytherins no participaron en ella, pero era lo de menos. Porque prácticamente el noventa y cinco por ciento de los alumnos sí estaban celebrando. Y eso, era, sin duda, un gran paso.






























Pese a lo que había dicho McGonagall, sabían que el misterio podría resolverse al día siguiente sin la ayuda de Myrtle pero no era una oportunidad que fueran a dejar escapar. Y vieron la oportunidad a media mañana, cuando Gilderoy Lockhart los conducía al aula de Historia de la Magia.

Dianne y la cámara secreta² ✓ Where stories live. Discover now