xiii. Conjeturas

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CAPÍTULO TRECE
Conjeturas 

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DESPUÉS DEL DESASTROSO episodio con los duendecillos de Cornualles, al profesor Lockhart no le habían vuelto las ganas de volver a llevar a clase seres vivos

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DESPUÉS DEL DESASTROSO episodio con los duendecillos de Cornualles, al profesor Lockhart no le habían vuelto las ganas de volver a llevar a clase seres vivos. Aunque, eso hubiese sido mucho mejor en opinión de Dianne, puesto que ahora se dedicaba a leer a los alumnos pasajes de sus libros, y en ocasiones, representaba alguno de los momentos más emocionantes de su biografía.

Habitualmente sacaba a Harry (¡vaya sorpresa era aquello!) para que lo ayudara en aquellas reconstrucciones. Hasta el momento, el azabache había tenido que representar los papeles de un ingenuo pueblerino transilvano al que Lockhart había curado de una maldición que lo hacía tartamudear como un desgraciado, un yeti con un resfriado y un vampiro que, cuando Lockhart acabó con él, no podía comer otra cosa que no fuera lechugas.

En la siguiente clase de Defensa Contra las Artes Oscuras sacó de nuevo a Harry, (¡qué raro!), esta vez para representar a un hombre lobo. Harry no sabía que era peor, si tener que hacer aquella estupidez en vez de aprender sobre magia negra o las muecas de diversión de sus amigos de Slytherin —Daphne y Theo se morían de la risa, mientras que Dianne lo ocultaba detrás de una sonrisa divertida —.

—Aúlla fuerte, Harry (eso es...), y en aquel momento, creedme, yo salté (así) tirándolo contra el suelo (así) con una mano y logré inmovilizarle. Con la otra, le puse la varita en la garganta y, reuniendo las fuerzas que me quedaban, llevé a cabo el dificilísimo hechizo Homorphus; él emitió un gemido lastimero (venga Harry..., más fuerte..., bien) y la piel desapareció..., los colmillos encogieron y... se convirtió en hombre. Sencillo y efectivo. Otro pueblo que me recordará siempre como el héroe que les libró de la terrorífica amenaza mensual de los hombre lobo.

Dianne ya no sabía si se estaba aguantando la risa por la historia —pues le parecía estúpida — o por el color rojo de las mejillas de Harry, quien parecía abochornado por el papel que le había tocado esta vez.

Sonó el timbre y Lockhart se puso de pie.

—De deberes debéis componer un poema de victoria contra el hombre lobo Wagga Wagga. ¡El autor del mejor poema será premiado con un ejemplar firmado de El encantador!

Los alumnos empezaron a salir de la clase, como si lo hubieran estado deseando desde el primer segundo. Theo agarró a Dianne del brazo, deteniéndola.

—¿Qué pasa, T?

—Mira —hizo un gesto con la cabeza—, el trío de oro vuelve al ataque.

Dianne y la cámara secreta² ✓ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora