Capítulo 14: HERMANOS...

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La semana se me pasaba muy deprisa. Había evitado a toda costa encontrarme con Lucas o Carlos. Hasta ahora no había avanzado nada. Seguía igual que el lunes. Me daba que eso iba para mucho más o quizá no estaba haciendo las cosas como debería estar haciéndolas. Puede ser que Maite tuviera razón. Debería enfrentarme a Lucas, era la única forma de encontrar respuestas.

Era jueves por la noche, ya estaba en la cama a punto de dormir, pero no lo conseguía. Escuchaba a Pablo desde allí. Llevaba toda la semana pegado al móvil y por las noches hablaba con alguien. Me levanté de la cama, dispuesta a averiguar con quién charlaba tanto.

Nada más salir de la habitación, me topé de narices con Flores.

—Creía que estabas durmiendo ya, cariño.

No me gustaba en absoluto que me llamara cariño. Me excusé diciéndole que iba al baño, pero cuando ella entró en el dormitorio principal yo me acerqué a la puerta de mi hermano muy sigilosa. Intenté escuchar con atención lo que decía:

—Mañana no puedo. Tengo que limpiar la casa de mi abuela. Chanchullos míos. Ya te contaré. —Pausa—. Sí. —Otra pausa—. Lo siento, Eli. Mañana por la noche quizá me queden fuerzas; pero, si no, podríamos vernos el sábado. —Silencio—. Vale, el sábado entonces. Hasta mañana, un besito muy grande.

Rio un poco y al parecer luego colgó.

Pero ¿qué? ¿Eli? ¿Quién era esa chica? ¿Y por qué le mandaba un besito? No entendía nada. Oh, sí...

—¡Ajá! ¡Te he pillado! —chillé abriendo la puerta.

Pablo se asustó tanto que pegó un salto y casi se le cayó el teléfono móvil. Cerré la puerta a mis espaldas una vez dentro.

—¿Estabas espiándome?

—Emm, no qué va. Pasaba al baño y... —Me miró con cara de pocos amigos—. Sí, te espiaba.

Achinó los ojos y me fulminó con la mirada.

—¿Qué traes entre manos? ¿Una chica? ¿Te gusta?

Puso los ojos en blanco. Se giró para guardar un montón de ropa en el armario. Me senté en su cama a la espera de que contestara.

—Venga, puedes decírmelo. Además, llevo escuchándote toda la semana hablar con ella. —Ante mi declaración, abrió los ojos como platos.

—¿Llevas espiándome toda la semana?

—No, no, pero se te oye por toda la casa —admití, riéndome de él—. Seguro que papá lo sabe. ¿Quién es?

Resopló.

—¿Por qué debería contártelo?

—¡Oh! —Puse las manos en alto—. Será porque tú no te metes en mis asuntos amorosos...

Lo miré enfurecida.

—Vale, vale —cedió. Hizo una pausa pensativa antes de continuar—: Es algo así como mi novia. Se llama Elisa. No va a nuestro insti. La conocí en el gimnasio. Le gusta hacer spinning*. Así que últimamente, voy a las clases con ella.

—Me parece que te has enamorado. ¿Cuándo podré conocerla?

Puso cara de pasmado.

—¡Nunca!

Tras quince minutos intentando persuadirle para conocer a mi cuñada, regresé a mi habitación. Empecé a pensar de nuevo en Lucas y en todas mis confusiones. Debería haberlo hablado con Pablo para tener una tercera opinión al respecto.


El viernes amaneció y, en un abrir y cerrar de ojos, se acabaron las clases. El fin de semana se abrió paso entre la multitud que salía del instituto. Me reuní con mi hermano a la salida para ir al aparcamiento.

La fiesta caóticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora