Capítulo 19: CONFUSIÓN Y DESEO

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Volvió a gritar, sin embargo, esta vez fue el nombre de su ex mejor amigo. Me levanté deprisa para acallarle. Lo sujeté de la camisa y le quité del medio para cerrar la puerta. Quedó entre la puerta y yo. Le golpeé el pecho con mis manos en un intento de eliminar la rabia. Sus manos se posaron en mi cintura como para apartarme, pero aún no lo había hecho.

—¡CARLOS! —Gritó de nuevo y esta vez sí que me empujó hacia atrás con suavidad, pero lo volví a atraer hacia mí.

Alguien abrió la puerta.

—¿Qué cojones pasa? ¡He oído los gritos cuando entraba a la casa!

—Tío, te he llamado tropecientas veces.

—¿Por qué?

La voz de mi hermano empezaba a darme dolor de cabeza. Lucas me señaló.

—Tu hermana está muy pedo.

—¿Y por eso me llamabas a gritos?

—Estaba intentando besarme.

Me crucé de brazos. Qué chivato. Pablo me miró. Como si le hubiera leído la mente, sabía que se preguntaba por qué.

—Carlos le ha dicho más tonterías. Está borracho y "han terminado" —dibujó las comillas con los dedos.

—Dejadme en paz —me sentía cansada y se me notaba en la voz.

—Bea, será mejor que te eches un sueño y cuando te espabiles me cuentes qué se te pasa por la mente.

Mi hermano me tomó en brazos a pesar de decirle que me dejara en el suelo. Como no tenía fuerzas no hice muchos más esfuerzos. Caí en una cama segundos después, Pablo me quitó los zapatos y Lucas me tapó con la colcha hasta el cuello.

—Dulces sueños.

—Sí, chao —resonó desde fuera la voz de mi hermano.

Continuaba en estado de shock, pero el gélido tacto de su mano en mi cara me espabiló de repente. Seguía apoyada en la pared, aunque me daba la impresión de que Lucas ahora estaba mucho más cerca. El corazón me empezó a latir muy rápido. Tenía mucho lío en la cabeza: Lucas, Carlos, Lucas y de nuevo Lucas; sin embargo, lo único que se me repetía sin parar en mi subconsciente es: «bésale, bésale ahora».

Pero no lo hice.

—¿Que me quieres besar? —Solté con voz de pito, un gallo en toda regla, y con una expresión que dejaba a la luz mi incredulidad actual.

La sorpresa era notoria en mí. Él se echó a reír, pero enseguida paró por la herida del labio. «¿De qué va?». ¿Me soltaba que quería besarme y después se reía?

—Carlos me mataría.

—Carlos está chiflado.

Aunque estaba claro que, de los dos, el más chiflado era Lucas. «¿Cómo me dice que me quiere besar?».

—¿Qué dices? —Se rio muy fuerte y vislumbré que su sonrisa enseñaba los dientes.

Me uní a él con más risas y cuando se disiparon, hice la pregunta definitiva:

—Ya en serio, ¿es una coña?

—Espero que no te siente mal —levantó las manos en defensa—, sólo quería que nos riéramos un poco.

Pues poca risa me daba aquello. Lo cierto era que en un par de días habíamos construido una especie de confianza entre nosotros, como si nos conociéramos desde siempre. Me gustaba aquello y de hecho no quería volver atrás en el tiempo por mucho que hasta hace unos minutos hubiera estado encantada. Nos quedamos en silencio hasta que bostecé. Sí, habéis oído bien: BOSTECÉ.

La fiesta caóticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora