Capítulo 12: EL PERDÓN

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Eran las ocho y cuarto. Hacía unos minutos que había empezado a amanecer. Menudo pasmo, creí que esta fiesta caótica acabaría con el fin del mundo. Cuando el fenómeno terminó, la gente comenzó a marcharse. Luis estaba un poco pedo y de ahí su exageración...

Nos quedamos muy pocos en casa: los que aún dormían y los amigos más cercanos. Yo todavía no había encontrado a Maite. La llamé de nuevo, sin embargo, una voz telefónica me dijo que su móvil estaba apagado o fuera de cobertura... «¿Dónde se ha metido?».

—¿Alguien conoce a Hugo? —pregunté tras tener la idea de llamar a éste.

—Yo —dijo Lucas—. Es mi primo —aclaró sin necesidad.

«Vaya por Dios, tenía que ser él...». Miré expectante a todos, no obstante, nadie dijo nada. Le pedí que lo llamara para ver si podía localizar a Maite, ya que era muy probable que estuviesen juntos.

Lucas salió de casa y me vi obligada a seguirle. Tragué fuerte la saliva antes de cruzar el umbral de la puerta. Bajó los escalones y yo me senté en el penúltimo de ellos.

Tenía el corazón en la boca. Los recuerdos de anoche vinieron a mí. Lucas había sido un capullo y jamás podría olvidarlo. Encima, le hizo algo así a su mejor amigo que está siempre ayudándole...

—Lo siento, Bea —Hizo una corta pausa—, por lo de anoche.

Pareció que me había leído la mente. Abrí los ojos como platos, no esperaba que dijese nada de aquello. Cuando vio que no respondía ni nada, prosiguió:

—Iba muy mal y..., lo siento, la pagué contigo.

Desvié la mirada hacia el suelo y bajé la cabeza. No podía mirarle. Él se dio cuenta y se agachó frente a mí para que pudiese mirarlo. Me alejé un poco hacia atrás por su cercanía.

—Lo siento de veras... Joder —dijo con decepción en su voz y pasó una mano por su pelo—. No debí intentar nada, fui un gilipollas y me dejé llevar.

—Ya caí en eso —hablé por primera vez—, capullo.

Miré hacia la derecha, donde estaban las motos aparcadas. Quedaban apenas tres. Lucas posó una mano en mi rodilla y me hizo mirarle. Aparté su mano. Estaba fría.

—Llama a Hugo —exigí—. Ya.

Se levantó lentamente y se sentó a mi lado. Escuché dos tonos y luego la voz de Hugo.

—Hugo, me han pedido que te llame. ¿Está Maite contigo?

—Sí, hemos ido a ver el eclipse con mi hermana. Ella tenía el equipo preparado —se escuchó desde el otro lado del móvil.

—Dile que me pase con Maite —interrumpí.

Lucas hizo lo que dije y me tendió su móvil. Era de color negro sin funda.

—¿Maite?

—¡Hola, Bea! ¿Qué tal acabó tu noche? ¿Has visto el eclipse?

Ignoré sus preguntas, pero agradecí que no mencionase ni a Lucas ni a Carlos.

—¿Qué le pasa a tu móvil?

—Se me ha apagado, tranquila. Sabía que llamarías a Hugo. Enseguida vamos para allá.

Me despedí de ella y colgué. Le pasé el móvil a Lucas de forma desagradable, se lo pegué al pecho con fuerza, mientras me giraba. Abrió la boca, no lo vi, pero escuché su pesado aliento y, después, resopló. Fui adentro. No quería escucharle más. Necesitaba dormir. Hoy iba a ser un día muy largo... Entré en mi habitación y cerré la puerta de un portazo. Me metí en la cama. Olí la fragancia de Carlos y con ella me dormí. Soñé con Lucas y Carlos, ambos se peleaban, pero yo no hacía nada por detenerlos. Pablo se metió en la pelea y los separó. De repente, Lucas me miró y tenía la cara ensangrentada. Ahogué un grito ensordecedor. Abrí los ojos.

La fiesta caóticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora