Capítulo 10: PELIGRO DE INCENDIO

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Todo estaba oscuro. Carlos no estaba a mi lado. Ni siquiera estaba segura de estar en mi habitación. A tientas, encendí la luz y me encandilé. Joder. Mi cuarto estaba hecho una mierda. Recordé que cuando vino la policía mucha gente se metió aquí. Madre mía. Recogí la botella de Jagger del suelo y la tiré a la papelera. La de Malibú no estaba. Por cierto, ¿dónde estaba Carlos?

Los recuerdos se me vinieron a la mente, Lucas con ellos. Ni siquiera era capaz de procesarlo todo. Necesitaba echarme un buen cubo de agua fría por la cabeza. Y... joder. Qué asco. Olí mi ropa, la cual desprendía olor a alcohol.

—Puaj —exclamé con horror para mis adentros.

Miré el reloj: eran las cinco y media. Qué poco había dormido. Salí silenciosamente de la habitación porque no había oído apenas un ruido desde que me levanté. Entorné la puerta un poco y saqué la cabeza. Había algunas personas durmiendo en el suelo, otros parecían hablar desde un lugar lejano. Quizás las voces procedían del jardín.

Había un ligero olor a quemado en el ambiente. Cerré la puerta detrás de mí. El olor provenía de la cocina. Ismael estaba haciendo tostadas.

—¿Por qué has quemado las tostadas?

—Ha sido un accidente, intentaba que salieran, pero tu tostadora está hecha mierda.

—Mi tostadora está perfectamente —repuse.

—Ya —dijo y, al rato, añadió—: Parece que has dormido bien, ¿no?

Lo bueno de tener una fiesta en tu casa que termina por la mañana es que sea en tu casa, con tu cama para dormir mientras los demás se buscan la vida.

—Por supuesto. ¿Tú dónde has dormido?

—¿Yo? ¿Quieres saber dónde he dormido? —me preguntó muy exaltado y aumentando el tono. Asentí lentamente, estrechando los ojos—. He dormido en el puto suelo, encima de la alfombra del baño porque tu suelo está como la piedra, mientras tu hermano, Fran y Lucas dormían en la cama de matrimonio de tu hermano. Me cerraron la puerta en las narices. Y ¿sabes qué voy a hacer ahora? Me voy a vengar. —Cogió el pan carbonizado—. Les voy a tirar este pan chamuscado por la ventana para que les caiga en la cara.

No pude evitar reírme. Anoche era un borracho y ahora un superviviente vengador. Me preguntaba qué sería lo siguiente. Él permaneció sin inmutarse un corto periodo de tiempo hasta que no pudo contenerse y estalló a carcajadas. Tras esto, volvió a robarme la comida y yo seguí con mi plan de darme una buena ducha.

Cogí la llave de la escalera para subir al baño de arriba y poder ducharme en paz. Cogí ropa limpia y me dispuse a ello. La escalera estaba al fondo del salón, por lo que tuve que saltear varios cuerpos durmientes hasta llegar a ella. A uno se le caía la baba al suelo, qué asco, joder. Subí las escaleras y cerré la puerta a mis espaldas para que nadie me molestase. En esta planta sólo había un baño, una salita de estar y la terraza. Me duché tranquilamente y me lavé el pelo. Lo de anoche había sido un desmadre total. Bueno, lo de anoche, aún no ha empezado a amanecer.

Me vestí sin prisa, aun así, al bajar, tan sólo eran las seis de la mañana. Algunos ya se habían ido porque se escuchaba de vez en cuando el rugir de una moto y las ruedas pisando la grava. Cerré la puerta de la escalera y entré a la cocina a por algo que tomar. Carlos estaba sentado en una silla y parecía bastante espabilado. ¿Dónde había estado todo este tiempo? Sentí un cosquilleo cuando me dio los buenos días y un beso en la mejilla. Ismael ni se dio cuenta porque estaba sacando todavía de la tostadora pan que había chamuscado previamente.

—¿Ya le has tirado el pan quemado? —le pregunté graciosa a Ismael.

—No —Rio y se frotó las manos maliciosamente—, pero lo haré.

Hice unas tostadas que no salieron quemadas ni por asomo. Es obvio que Ismael es un cocinero pésimo y con él cocinando corríamos peligro. Carlos preparó leche caliente y café. Ismael sólo sacó el bizcocho que antes había hecho mi hermano. Recordarle supuso una punzada de dolor en el pecho. Sé que estaba enfadado, pero no tenía motivos para mencionar a mamá. Yo me moriría por conocerla, él no sabe lo que es sentir eso, él al menos la vio y pasó dos años de su vida con ella. Yo no tuve ninguna oportunidad.

Carlos pasó una mano por delante de mi cara. Parpadeé rápidamente al darme cuenta de que parecía ausente. Estaba sumida en mis pensamientos y no había reparado en que el desayuno ya estaba listo.

Eché un vistazo por la casa y todo parecía una pocilga. Con la pelea, rompieron la lámpara de mesa del salón y un jarrón de cristal oscuro horrible que puso mi madrastra hacía unas semanas. Las flores que puso cuando lo compró sí que eran bonitas. Claro, se llama Flores, como para tener mal gusto. Aquello me recordó a la pelea con mi hermano otra vez y me entristecí por un segundo, pero espanté esos sentimientos moviendo la cabeza. Me había ido de la conversación que estábamos teniendo, aunque rápidamente me enteré de qué planeaban despertar a Pablo, Lucas y Fran, echándoles pan quemado.

Entramos silenciosos en la habitación de Pablo. Carlos y yo nos quedamos en el umbral de la puerta observando la situación. Ismael avanzó dos pasos gigantes y sigilosos hacia la cama. Comprobó su puntería y les tiró el pan. Cayó sobre las caras de Lucas y Fran. Por suerte, mi hermano se había librado y despertó haciendo una mueca, mientras que los otros chillaron a grito pelado.

—Tu puta madre —vociferó Fran.

—¡Me cago en ti, Ismael! —gritó Lucas con la voz ronca.

—¿Qué coño haces? —preguntó mi hermano, todo adormilado.

Nos reímos hasta que nos dolió la barriga, sobre todo cuando Ismael les recordó que anoche no lo dejaron entrar y que tuvo que dormir en el baño. Entonces, se me vino a la mente mi pregunta para Carlos.

Estábamos ahora mismo en la habitación de Pablo alrededor de su cama. Le preguntaron a Lucas qué tal estaba a lo que él contestó que con una resaca horrible. Jamás serán compatibles el alcohol y las drogas, aunque al parecer él ya lo había experimentado varias veces. Carlos seguía a mi lado y, disimuladamente, le dije de ir fuera para hablar. Nos sentamos en mi cama y le pregunté:

—¿Dónde has estado mientras yo dormía?

Yo estuve durmiendo, al igual que los chicos, pero de él no sabía nada.

—Fui a ver a Lucas y después estuve fuera. Lo que te has perdido. —Se tronchó de risa y yo fruncí el ceño—. Un vecino vino con la escopeta. —Abrí la boca y puse cara de pánico—. No te preocupes, ya lo hemos solucionado. Seguro que es el que llamó a la policía. Estaba hablando con Pedro y Lucía cuando apareció. Se puso a decir que la policía había sido una blandengue con nosotros y que él mismo nos echaría de tu casa. Lucía le preguntó... —No pudo evitar reírse—, Lucía le preguntó si tenía licencia de armas y le dijo que estaba invadiendo una propiedad privada. Dos delitos con los que podríamos llamar nosotros a la policía.

—Vaya, ¿y se fue?

Asintió.

—Sin decir nada. —Hizo una larga pausa y el silencio inundó la estancia. Luego, él me miró—. Oye... No sé si debería preguntártelo, pero ¿qué pasó entre tú y Lucas aquí?

Mi cara lo dijo todo en ese momento. Sentí pavor y vergüenza mientras el sudor recorría mi piel.

—No pasó nada, de verdad —dije como si estuviese mintiendo—. Estaba pedo y...

No pude continuar hablando.

—¿Hizo alguna tontería? —Puso una mano sobre la mía—. Puedes confiar en mí, no le diré nada a él.

—No, bueno, casi, pero no hizo nada. —Alzó una ceja y supe que quería saber qué—: Intentó besarme, pero se paró.

Quitó su mano de mi piel y se tensó.

—Lo sabía.

La fiesta caóticaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang