Capítulo 18: EL TERROR

107 16 27
                                    

Desperté con el terrible presentimiento de que había hecho algo que no debería. Las sábanas pesaban sobre mí y la temperatura de la habitación subió diez grados de golpe. Tanteé en busca de la luz, pero no encontré ningún interruptor. «Madre mía, ¿dónde estoy? A ver, Bea, cálmate. ¿Qué fue lo último que hiciste? Estaba en el baño, espabilándome. ¡Oh, no! ¡¡Estaba con Lucas!! Maldita sea. ¿Lo he besado? Dios mío». Tanteé por el otro lado de la cama y di con la lamparita. Casi la tiré abajo, pero conseguí encenderla.

Me encandilé. Era un dormitorio. OH, NO. ¿Era el dormitorio de Carlos? Estreché los ojos en busca de alguna pista que lo confirmara. Había fotos frente al escritorio. Me deshice de las sábanas y me acerqué. En una salían Lucas y Carlos montados en sus motos, con sonrisas enormes en la cara y un choque de manos al aire entre ellos. Me entristecí. Eran tan amigos. Esperaba que pudieran arreglarlo. Todo era culpa de Carlos. ¡Terco como una mula!

Jolín, debería centrarme en recordar lo último que pasó. Estaba con Lucas en el baño, después entró alguien. ¿Quién era? ¿Carlos? ¡Oh, no! ¿Y si había besado a Lucas y Carlos nos había visto? ¿O algo peor y si había besado a Lucas, habíamos acabado aquí, después Carlos había entrado y todo enfadado había sacado a Lucas a patadas mientras yo dormía? Por cierto, ¿qué hacía durmiendo en una fiesta? Ah, sí. Me puse súper pedo.

¿Y si había ocurrido algo con Carlos? No, no recordaba nada de eso. Pero ¡claro!, no recordaba nada. No sabía ya qué era peor. Tenía que encontrar a Lucas. Era el único que podía resolver mi gran duda.

Intenté dejar la cama lo mejor posible, no obstante, tenía prisa. Seguro que había hecho algo horrible. Bajé corriendo y me quedé al pie de las escaleras. Clavé la vista en Fran que estaba en el salón. Estaba charlando con varios amigos. Me aproximé a él. Me vio cuando estaba a un metro de él.

—¡Hola, Bea! Llevo buscándote desde las diez. ¿Dónde te has metido?

—Fran, tengo que hablar contigo.

Fuimos a una esquina de justo debajo de las escaleras. En ese momento, era la personificación de la preocupación. Mi mejor amigo lo notó al instante y me preguntó qué había pasado, si había sido Carlos el responsable...

—Nada de eso. Es culpa mía, he hecho algo horrible, estoy segura, estaba en el baño y no recuerdo que más pasó, creo... —Bajé la voz a pesar de que nadie podía oírnos en este rincón—. Creo que he besado a Lucas.

La cara de Fran se puso más blanca que la pared.

—¿Qué?

—¡Fran, tío! —Le mejí fuerte con las manos en sus hombros—. Ayúdame.

—A ver, calma, calma. ¿Crees que lo has besado? O sea que quizás no —pausó por unos instantes—. O sí, ¿estabais solos?

Mi expresión pasó de preocupación alta a preocupación súper mega ultra alta. Me convertí en un flan. Recordaba que alguien más vino después (no sabía cuánto tiempo pasamos solos), sin embargo, a partir de un instante todo se volvía negro y no conseguía averiguar que se extendía más allá del tupido velo. Cuando regresé a la realidad, me di cuenta de que Fran estaba mirando hacia alguien.

—¡Maite! —La llamó—. Ven, necesitamos tu ayuda.

—He..., he hecho algo terrible, ¿verdad? —Le pregunté a Maite temblando cuando llegó.

—¿Qué?

—Tía, no te lo vas a creer.

Me palmeé la frente. Nos despedimos de Fran con rapidez, quien se quedó en el sitio como una estatua. La llevé afuera y caminamos hasta detrás de la casa.

La fiesta caóticaWhere stories live. Discover now