#𝟘𝟝

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Se sentía extraño, era una forma extraña. Definitivamente no estaba en mis sentidos, porque sí fuera consciente de mi alrededor jamás hubiera si quiera rechazado a Nayeon de la forma en la que lo hice. Y menos aún por una desconocida.

Sana era más interesante de lo que parecía, y ni siquiera había dicho una sola palabra en nuestro baile. No me tocó donde no me hubiera gustado, mantuvo su espacio, simplemente se concentró en hacerme sentir cómoda.

¿Por qué Nayeon la odiaba entonces?

Las pocas horas que llevaba con ella me habían dicho que era la clase de mujer elegante que a mi madre le hubiera gustado que le presentase en navidad. Sin embargo, algo me empezó a hacer ruido en la mente cuando mis pies comenzaron a doler tanto que me volví a quedar en uno de los sofás, tomé agua y el efecto del alcohol se desaparecía.

Nayeon había acusado a Sana de obligarme a hacer cosas que no quería, como beber o tocarme. ¿Ella estaba tan familiarizada con eso? La cabeza comenzó a darme vueltas, de repente la música era más alta, las voces menos entendibles y las luces más brillantes.

— Aquí estás.— dijo alguien, pero a penas su voz llegó a mis oídos mi estómago dejó salir todas sus preguntas.

Así es, vomité.

Y cuando levanté la cabeza ligeramente para disculparme con quien sea que hubiera sido testigo de mí embarazoso momento, me encontré con un rostro calmado y pálido, con un lunar peculiar en su nariz.

¡Madre mía, Sana!

— Lo siento.— susurré a penas, mas ella se agachó y movió mi cabello de mi rostro. Sus manos eran tibias a comparación de mí piel fría, me sostuvo como sí tuviera una flor entre sus dedos. Por mucho que me hubiera gustado quedarme mirando cada detalle de su rostro sereno, las luces no eran suficientes ya. Sentía que ni siquiera las luces del cielo serían suficientes para dejarme ver cada detalle de Sana, se sentía lejana. Era un misterio total, cada lunar era un tesoro que empecé a querer descubrir el sabor.

— Vamos al baño.— me ofreció. Me sentí débil ante sus toques, sosteniendo mi cintura y caminando de forma lenta para no caerme con mis propios pies.

dejarme apoyada contra el lavamanos, también al tomar un pedazo de papel y pasarlo por las comisuras de mis labios, más aún para peinar mi cabello con sus propios dedos.

Me cuidó como sí el tesoro fuera yo.

— Te daré agua, ven.— volvió a agarrarme de la cintura, me dejé llevar aunque ya me sintiera lo suficientemente bien para caminar por mí misma. Por alguna razón, sus manos parecían estar hechas para tocarme con cuidado, incluso sí nunca antes nos habíamos visto.

— ¿Por qué haces esto? — cuestioné cuando el vaso se quedó vacío y lo puse sobre la pequeña mesa frente a mí, volvía a estar sentada pero ahora ella me acompañaba.

— ¿Por qué no hacerlo? — preguntó en su lugar.

— Antes de esta noche jamás nos hemos visto, te estás tomando muchas molestias por alguien que no conoces.

— Jihyo, Jihyo.— negó con su cabeza de forma lenta, los pendientes colgando de sus orejas se movieron al mismo ritmo de forma elegante.— ¿Quieres mi completa sinceridad?

— Por favor.

— Quiero que seas mi siguiente canción.— confesó. Mi garganta se secó, agarré el vaso pero estaba vacío así que lo volví a dejar en su lugar. La cabeza volvió a darme vueltas, de nuevo sentí que terminaría vomitando.

— ¿Por qué yo sería tu canción? — me tomó por sorpresa. Yo no era la clase de persona por la cual alguien escribe una canción, tampoco me veía reflejada del todo en una.

— Porque quiero probar algo diferente.— al notar mi incomodidad, tomó el mismo vaso vacío y llamó al chico de la barra. No necesitó palabras, él vino con uno nuevo lleno de agua y me lo dio, tomé todo de un trago.— Dime, ¿qué ves aquí que sea más diferente que tú?

Por más que intentase encontrar algo además de mí que no encajase allí, no lo había. Mire detrás nuestro, miré a la pista de baile, miré a los demás sofás, nada. A pesar de llevar mi disfraz, me sentí revelada, desnuda.

No importaba que tanto me hubiera esforzado en parecer de este lado del tablero, no podía mezclarme, toda yo revelaba ser un peón del otro reino.

— Quiero escribir sobre ti, Jihyo, y para hacerlo tendría que pasar tiempo contigo.— volvió a hablarme.— Un par de días, lo suficiente para poner tu esencia en una letra que haga justicia a la clase de persona que tú eres.

— ¿Qué clase de persona soy?

— Una que merece que la escriban en una canción.

Hablaba tan seriamente, ella de verdad quería escribir sobre mí. La compositora que jamás había visto en mi vida me estaba dando la oportunidad de ser su siguiente letra, era triste pensar que la terminaría decepcionando. No soy una canción, tengo una vida increíblemente aburrida sí lo pensamos bien, ¿qué sacaría de mí?

— No quiero decepcionarte y que escribas una canción aburrida, Twice no merece tocar algo así.

— Lo que Twice merezca o no es irrelevante, Jihyo. Quiero escribir sobre ti, no me importa qué clase de vida lleves.

Dudé mirando mis propias manos, hasta que una tercera se unió a ellas. Sana me seguía mirando con atención, esperando una respuesta. No podía responder, no sin sentir que algo estaba haciendo mal.

— No puedo dejar que sepas sobre mí sí no sé nada de ti.— respondí con la voz temblorosa.

— Entonces podemos empezar por ahí, que me conozcas lo suficiente para contarme más sobre ti, ¿te parece?

— Supongo que sí.— acepté.

— Bien, toma.— sacó su mano entre las mías, nunca había sentido el aire tan frío.— Llámame cuando estés cómoda y quieras verme, estaremos en la ciudad un tiempo.— sostuve la tarjeta que me dio de su bolsillo, Sana se levantó.— Nos vemos, Jihyo.

— Nos vemos, Sana.

Miré el número en el papel, pensando una y otra vez como mi noche había dado demasiadas vueltas. Había venido nada más para saber qué hacía Nayeon en las noches y terminé aceptando conocer a una compositora a cambio de ser su próxima canción.

Un momento, ¡Nayeon!

Me levanté del sillón lo más rápido que pude y salí por la puerta. Los guardias seguían ahí, me miraron raro por salir corriendo pero no tenía tiempo para volver a sentirme intimidada, necesitaba disculparme con mi amiga por mis estupideces. El alcohol y yo no somos amigos, ahí estaba la prueba de ello.

Salí corriendo por los pasillos, me disculpé alguna que otra vez por golpear accidentalmente a las personas pasando por ahí y llegué de forma torpe hasta la salida después de haberme perdido por unos segundos. No sabía la hora, pero la oscuridad era más intensa que cuando habíamos llegado, tal vez eran cerca de las cuatro de la mañana.

Aún había personas en la fila de la entrada, pero después de todo lo que había visto antes no me sorprendí. Comencé a buscar a Nayeon entre esa gente, miré a los lados de la calle y se me ocurrió que tal vez estaba cerca del auto esperándome.

Tuve razón, pues al cruzar la calle la vi sentada en el asfalto con la espalda apoyada en la rueda del vehículo, una posición bastante incómoda pero no parecía molestarle. Más molesta estuvo cuando se dio cuenta de mi presencia, se levantó y se quedó de pie a un lado de la puerta trasera esperando a que entre al auto.

If you want love  Ꞝ  SahyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora