Capítulo 244 - El Día del Renacimiento

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Tropecé hacia atrás, apenas capaz de mantenerme en pie. Mi respiración se aceleró hasta el punto que me dio vueltas la cabeza. Todo era borroso y desenfocado excepto por mis padres — la única vista que no podía soportar ver.

Pero mis ojos permanecieron pegados a sus cadáveres que colgaban en el aire con una púa negra atravesando sus espaldas. Sus brazos y piernas colgaban flácidos en lo alto del cielo mientras la sangre bajaba por las púas que trepaban sobre los tres pisos de altura, matándolos en carmesí.

La peor parte, sin embargo, fue el hecho de que podía ver sus expresiones. Sus ojos estaban muy abiertos y abultados, mientras que sus bocas colgaban abiertas. No eran solo mis padres, también estaban igual el rey y la reina de Sapin. Todos ellos habían sido colocados para que todos los que llegaran vieran claramente el dolor que habían sentido antes de su muerte.

La sangre subió a mi cabeza, golpeando contra mis oídos, y sentí que el poder se escapaba de mi núcleo de maná. La fuerza primordial que conocía demasiado bien como la voluntad de la bestia del guardián Elderwood amenazando con liberarse y causar estragos entre los alacrianos aquí.

Contrólate, Tessia, me rogué a mí misma. Se necesitó cada gramo de fuerza que quedaba en mi cuerpo para resistir el poder tentador de la bestia.

A pesar de cómo resultó todo, mis padres me llevaron con la creencia de que me estaban manteniendo a salvo, y solo por ese hecho, necesitaba asegurarme de no desperdiciar sus esfuerzos... y vivir en vano.

Un sollozo llegó a mi garganta y no pude soportarlo más. Cayendo de rodillas, lloré en silencio en medio de la multitud, llorando por diferentes razones. La mayoría de la gente de aquí, lloraban porque sus muertes significaban que Dicathen había perdido, significaban un futuro sombrío lleno de dificultades e incertidumbres.

Por mí parte... yo lloré por mis padres — lloré por todas las cosas que no pude hacer con ellos, por todas las cosas que les dije y por todas las cosas que no les pude decir.

"Ciudadanos de Dicathen," sonó una voz suave y melosa. A pesar de lo ruidoso que había sido, la multitud se calló. En lo alto de un pilar de piedra que acababa de ser conjurado estaba una mujer vestida con el uniforme militar gris y rojo de Alacrya. Su cabello rojo ondeaba como una llama danzante mientras nos miraba con las manos entrelazadas frente a ella.

Me encontré esperando las siguientes palabras de la mujer alacriana, con curiosidad por saber qué diría.

La Alacriana volvió a hablar con su seductora voz. "Sus reyes han pasado, sus ejércitos están huyendo y sus guerreros más poderosos están ocultos. El castillo es nuestro, la Ciudad Xyrus¡ y la Ciudad Elenoir... son nuestros, y ahora, la Ciudad Etistin es nuestra. Pero no os preocupéis, porque no vinimos aquí como saqueadores."

Hubo un silencio quieto mientras todos esperaban sus próximas palabras. Finalmente habló, haciendo un gesto sutil pero acogedor con los brazos ligeramente levantados.

"Vinimos aquí como agentes de algo más grande — de alguien más grande. Poderosos asuras, las deidades a las que han adorado todo este tiempo, pensando —creyendo — que ellos los estarían cuidando. Esos días ya no existen. Los alacrianos han ganado esta guerra, no por nuestro propio poder. Ganamos porque nuestro soberano no es un humano o elfo humilde como los que ven aquí." Su voz se calmó, pero de alguna manera sus palabras se pudieron escuchar aún más claramente que antes. "Ganamos porque nuestro soberano es un asura. Nuestra victoria fue la voluntad de una deidad misma."

Se escucharon murmullos entre la gran multitud, pero los alacrianos no lo detuvieron.

Dejaron que la charla y la vacilación entre la multitud creciera hasta que finalmente la mujer en el pedestal dejó escapar un suspiro.

The Beginning After The End  👑 CONTINUACIONWhere stories live. Discover now