❝Takuya Yamamoto❞

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Soulmate;

Todas las emociones y/o sentimientos, los compartes con tu alma gemela. Si tu alma gemela está deprimida, tú lo estás igual, literalmente hablando.

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Cuando conoces a tu alma gemela, todo va a cámara lenta durante unos minutos.

Cuando conoces a tu alma gemela, todo va a cámara lenta durante unos minutos

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   Las mozas que suspiraban por la escena festejaron cuando el Sr. Hao se arrodillaba frente a su compañera de trabajo; una mujer treintañera que impartía clase de inglés. El varón, con claro nerviosismo en su sistema, sacó del bolsillo un aterciopelado cofre que escondía lo que bien se podía deducir. Cuando descubrió el anillo, las adolescentes pusieron mayor atención en la joya, reluciente y de un cálido tono. Algunas dijeron que era bisutería, que era un hombre avaro y tacaño; en cambio, otra sección coincidió en que debió de costarle más de 5000¥, lo cual era bastante, porque con ese precio se podía pagar una renta.

   La morena, que contempló cómo el profesor de deporte alzaba a su pareja y danzaban en una imperfecta sincronía, sintió su corazón derretirse. El docente que mejor le caía estaba llorando de felicidad mientras miraba el semblante emocionado de su futura esposa. Aquello también le despertó una emoción que nunca había sufrido: envidia. Alex pecaba de poseer una inquebrantable terquedad y, a su vez, tempestad. Sin embargo, era una chica dulce, tierna, divertida. En su inteligencia emocional, la toxicidad como era la envidia o los celos permanecían anestesiados. Hasta ese día.

—Yo también quiero eso—Le dijo a Yona, su buena amiga pelirroja y de personalidad chispeante.

—¿El qué: tener un romance con un profesor de educación física; sudoroso y con unos pectorales duros y…?

—No, depravada—Interrumpió de forma tajante, aunque luchó por ocultar las cosquillas que en su pecho se instalaron luego de recordar que Yona leía demasiados mangas escolares—. Me refiero a eso.

   Señaló al par de maestros que cuchicheaban entre sí, reían de forma tímida y que, para más inri, se observaba con un deje de adoración. Alex quería eso, que alguien la mirase de esa forma. Ansiaba dejar de sentirse sola, ansiaba encontrar a su alma gemela. Muchos de sus compañeros —y conocidos—, habían caído en manos de esa tómbola del amor, hallaron a su otra mitad en un santiamén.

—¿Que tu futuro esposo llore al pedirte matrimonio?—Preguntó otra vez.

—Bueno, teniendo en cuenta que se va a casar conmigo, si creo conveniente que se emocione un poquito—Bromeó la chica sacudiendo los hombros y apartándose el cabello con total superioridad.

   Yona dibujó una mueca que solo significaba una cosa: un absurdo pensamiento viajó por su azotea. Alex levantó las cejas cansada, conocía lo suficiente a la pelirroja como para sospechar cuál sería su siguiente paso o comentario. Nada bueno podía florecer de esa cabeza.

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