❝Akashi Haruchiyo❞

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—Temática Soulmates;

Te das cuenta de que alguien es tu alma gemela al momento en el que dices su nombre, —y viceversa—.

Te das cuenta de que alguien es tu alma gemela al momento en el que dices su nombre, —y viceversa—

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   Alexandra escuchó el sonido de unas llaves, dedujo que uno de sus padres acababa de llegar. Efectivamente, su padre asomó la cabeza y la saludó con un beso en la frente. Se desabrochó un botón de la camisa y caminó hasta el frigorífico, cogió una Coca-cola y se empinó la botella dejándola casi a la mitad. Tenía unas marcadas ojeras y una barba de varios días, parecía que le habían caído un porrón de años encima; como si la investigación le estuviera robando toda su jovialidad.

—Hola, papá, ¿cómo lo llevas?—preguntó Alexandra luego de tragar el último trozo que le quedaba de galleta—. Pareces cansado.

—Lo estoy, hija—respondió él con voz gruesa, casi de ultratumba—. El equipo también lo está, pero ya sabes que nada nos frena. Encontraremos a esos criminales, que no te quepa la menor duda.

   Alexandra sonrió ante su optimismo y su confianza, aunque pudo palpar el autosabotaje que se hizo a sí mismo el varón. Trataba de convencerse de que los pillaría en algún momento, de que cometerían un error garrafal. Sin embargo, esos tipos eran demasiado inteligentes como para detenerlos. Prácticamente se habían adueñado de Tokio sin apenas esfuerzo. Incluso para Norman, el caso sufría estragos por todas partes; jamás podrían encarcelar a Bonten.

—Seguro que sí, papá.

—Me voy a dar una ducha—Cambió de tema el peliblanco—. Tengo media hora de descanso y vuelvo al curro. Mamá tampoco vendrá a comer, la han llamado para atender un parto de urgencia. ¿Quieres que te prepare algo antes de irme?

   Emma, su madre, era una matrona bastante reconocida por su eficiente labor durante y después del embarazo. Había traído a más de sesenta bebés al mundo, todos ellos sin complicaciones e intervenciones quirúrgicas. De hecho, había acompañado a muchas famosas en esa etapa. Todo ello la llevó al éxito que hoy posee.

—No te preocupes, puedo cocinar cualquier cosa—dijo Alexandra de inmediato.

   Norman la observó con una pizca de sorna mientras recordaba la cantidad de veces que había pedido a domicilio por su escasa habilidad en la cocina. Sin remontarse muy lejos, la semana anterior, Alexandra quemó una lasaña y, días más tarde, unos espaguetis.

—Toma ¥3000, cariño—Tendió los billetes a la menor, que los tomó con total molestia y resignación, ya que había entendido su indirecta, y subió a la planta de arriba—. Voy a ducharme, lo necesito.

—Sí. Apestas—bromeó ella tapando sus orificios nasales y haciendo aspavientos con la mano.

   Cuando Norman desapareció de su vista, la chica reanudó la tarea de engullir la primera magdalena del día hasta que lo vio tendido sobre la encimera. Próximo a ella. Relucía como un diamante. Las ganas de husmear entre las páginas aumentaban cada segundo. Pero no podía, era ilegítimo lo que estaba al borde de hacer. Aunque sólo sería una pequeña ojeada. Agudizó el oído, su padre había abierto la alcachofa, así que poseía de unos gloriosos minutos para leerlo. La carpeta azul marino tenía grabada en mayúscula la frase «CASO BONTEN». Alexandra sabía que normalmente llamaban a las investigaciones de acuerdo a los apellidos de la víctima o, en este caso, de la banda.

❝One-Shot | Tokyo Revengers❞Where stories live. Discover now