26. No es justo

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"Creo que la ansiedad que circula en mi vida/ nace de un desequilibro entre/ lo que soy y lo que 'debería ser'".     —Hugh Prather: Palabras a mí mismo.

Por las mañanas el sol llegaba directamente en su ventana. Primero iluminaba la parte más alta de la muralla, luego bajaba lentamente y poco a poco iluminaba los recortes, los estantes, los libros, las fotografías. Iluminaba la cabecera de la cama y, finalmente, los molestos rayos del sol le caían sobre el rostro, despertándolo antes de que la alarma sonara, porque tenía la mala costumbre de jamás correr las persianas por la noche antes de irse a dormir.

     Esa mañana era diferente. Sobre el cielo se cernía un manto de nubes blancas y grises, que volvían la luz del sol más opaca y pálida, menos molesta. Su mente se sentía aletargada, lenta y un poco perdida. No había logrado dormir en lo absoluto, sus pensamientos habían estado decididos a seguir rondando en su cabeza hasta altas horas de la madrugada, permitiéndole ver como la densa noche daba paso a una fría e incipiente mañana. Cuando los rayos del sol comenzaron a bajar, blanquecinos y descoloridos como lo eran en invierno, Jimin se levantó con cuidado, en movimientos casi imperceptibles se dirigió a la ventana y observó el cielo. Probablemente nevaría pronto. Cerró la persiana con lentitud, asegurándose de que el naciente sol no despertara al castaño que dormía plácidamente en su cama. Al voltearse lo observó en la penumbra, acurrucado debajo de las mantas, con el pelo revuelto y el rostro hundido en las almohadas. Sus almohadas, las almohadas que olían a él, a Jimin. 

     Por favor, quédate. Al principio era un sonido horrible. Algunas veces se atrevió a pensar que la voz rota de Jungkook se escucharía como justicia, y que ese sería el momento en el que podría decirle que se fuera a la mierda. En cambio su corazón había dolido. Una fuerte punzada justo en medio del pecho. Era desgarrador y profundamente triste. No se sentía como justicia. Luego las palabras de Jungkook se sintieron como un cálido abrazo, uno que había estado esperando por mucho tiempo. Un abrazo que significaba tregua y arrepentimiento. Un abrazo que se sentía como una responsabilidad y un compromiso. Soltó un largo suspiro recordando los labios del menor sobre los suyos, estaban agrietados por el frío y eran torpes, ansiosos. Llevaba tanto tiempo sin recibir un beso inocente, uno que se sintiera igual de inexperto que el primero. Pero Jungkook solo había estado desesperado y nervioso, él realmente había pensado que perdería a Jimin si le permitía cruzar el umbral de la puerta. Era una idea que hacía a Jimin sentirse extraño. El castaño había esperado por él, lo había acompañado a casa y después le había pedido que durmieran juntos. Jungkook temía perderlo.  Y el toque en su muñeca. Maldición. El toque. No lograba recordar la última vez que alguien lo había tocado como si fuera algo precioso, algo que debía ser cuidado. No, "algo" era incorrecto, "alguien". Alguien precioso, alguien lo suficientemente valioso como para temer perderlo.

     Se volteó nuevamente hacia la ventana y decidió, tal vez tarde, que debía ser menos inocente, que un beso no era nada. No rompería su propio corazón otra vez de forma ingenua. Salió de la habitación sin hacer ruido, sobre esforzándose inconscientemente para no interrumpir el sueño de Jungkook, quien cada tanto frotaba el rostro en las almohadas de Jimin, suspiraba medio dormido y volvía a quedarse muy quieto con el rostro hundido en el manojo de mantas. Jimin lo observó antes de cerrar la puerta, sin poder entender el sentimiento de tranquilidad que se asentaba en su pecho. 

     Sobre la mesa del comedor encontró un trozo de papel. En una caligrafía no menos que terrible Shinhye anunciaba: "Llegaré por la tarde. Queda pastel en la nevera". Jimin observó el pedazo de papel en su mano, sintiendo de pronto que la ansiedad se instalaba en su estómago y se expandía a sus extremidades, haciéndolas temblar levemente. Se alejó de la mesa arrugando la nota y tomó los cigarrillos del mueble en el que los había dejado la noche anterior para dirigirse al balcón. Afuera el aire era tan frío que dolía respirarlo, pero él inhaló profundamente, como si tan solo segundos atrás no hubiera podido respirar. Tomó el primer cigarrillo con las manos aún temblando y lo paseó entre sus labios antes de encenderlo. Dio una calada y mantuvo el humo dentro mientras miraba fijamente el edificio de enfrente, luego lo soltó sin demasiada ceremonia. Jungkook dormía en su cama y Shinhye no estaba en casa. Esa debió ser su idea desde el principio, dejarlos solos, darles un espacio que se sintiera seguro y cómodo y hacerlos hablar. Solo que Jimin no se sentía seguro ni cómodo y definitivamente no sentía un impulso incontrolable por hablar con el menor. Por alguna razón ridícula, la situación se sentía como una aventura de una noche, a pesar de que todo lo que Jungkook hizo fue dormir, y todo lo que Jimin hizo fue observar al castaño mientras dormía. Si no fuera su propia casa ya se hubiera ido, ni siquiera hubiera esperado el amanecer, por muy decente que intentara ser.

SUGAR BABY | Kookmin [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora