08. Cigarrillo

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—Sabes a cigarro —comentó Jeon apenas se dispuso a liberar la boca del menor.

Jimin aún intentando salir de la sorpresa que significaba ser recibido de aquella forma recordó un tanto molesto que había olvidado lavar sus dientes una vez terminó su cigarrillo. Recordó con aún más molestía que había vuelto al inicio, seguía sin poder creer que había tolerado dos meses sin un rastro de nicotina para acabar sucumbiendo a la ansiedad y fumar más de la mitad de la caja. Namjoon había dicho con una sonrisa triste que nunca lo vio fumar, ni siquiera por diversión, pero si él tan solo hubiera querido ver más allá de las cosas buenas, como ahora lo hacía, quizá no hubiera sido necesario sentirse decepcionado.

—Lo siento, olvidé lavar mis dientes. No pensé que fueras a... Ya sabes.

Yoo inclinó la cabeza intentando expresar su confusión, pero Jimin simplemente se había arreglado la ropa y luego acomodado en el asiento del copiloto, ignorando por completo el trasfondo de su pregunta, porque, de nuevo, el sabor era la parte menos importante. Él no podía recordar una sola vez en la cual el rubio fuera descuidado, desde que lo conocía Jimin había sido cuidadoso incluso con el detalle más mínimo, y el olor o sabor a cigarrillo definitivamente no era un detalle menor.
Él ni siquiera se hubiera enterado de que el muchacho era fumador si no hubiera descubierto por causalidad una cigarrera.

—No me refiero a eso —intentó explicar. Sin embargo Jimin miraba por la ventana completamente desconectado de la situación.

Tomó su barbilla, obligándolo a mirarle. Jimin lo observó sin ninguna expresión en el rostro, en cualquier caso parecía perdido, como si tratara fuertemente de actuar normal pero todo acabará en el efecto inverso. Luego de un largo rato de mirarse Jimin bajó la mirada abatido y suspiró, apartándose del toque del mayor, sabiéndose agotado. Él sólo quería volver a casa y terminar su libro.
Sin embargo pregunto, aún con la vista baja: — ¿Si hubieras sido un judío en la Alemania Nazi, te hubieras ido?

— ¿Qué?
—Yo me hubiera quedado —sentenció aprovechando la sorpresa del mayor para volver a su posición anterior en el asiento—. No porque creyera que las cosas fueran a mejorar —explicó volviendo a mirar por la ventana—, ninguna de mis versiones podría ser tan optimista. Sino que soy esta persona que se aferra a las pequeñas cosas, sin importar si le hacen daño o no, así que si tuviera que dejar mi país no lo haría, incluso si eso significa perder la vida. No soportaría el vacío que me provocaría mirar la pared de un cuarto que no es mío, desayunar en una cocina que no es la mía, respirar el aire de un país que no es el mío. No soy una persona materialista, pero me apego a las cosas, no porque me guste poseer, sino porque tienen algún significado, aunque sea mínimo, soy la clase de persona que no se puede deshacer de un libro que le haya dado vuelta el mundo, así no tenga para comer.
»Así que supongo que no me hubiera ido, lo cual acabaría matándome.
— ¿Quedarte te está matando? —preguntó el castaño después de pensarlo un total de cinco segundos. No porque conociera del todo a Jimin, sino porque era bueno prestando atención a todos los pequeños fragmentos que éste le entregaba de vez en cuando. Jimin soltó una risa sardónica que parecía más una burla para sí mismo que un reproche a la pregunta del mayor.
—Morir —dijo sin más—, si morir fuera lo peor que puede ocurrirnos entonces no sería el final de nuestro camino, ¿no crees?
— ¿Entonces?
—Amo enseñar, yo realmente lo hago. Pero ver Jungkook me hace odiarlo. Me recuerdo quién soy realmente, y me recuerda que no es el único que piensa cosas desagradables de mí, por lo que supongo que su existencia me hace un poco más complicado simplemente ignorar la clase de imagen que doy. No soy solo el chico dulce y atractivo de buenas calificaciones, también soy la prostituta, la fácil, ambas descripciones para las mismas personas dependiendo de quién les pregunte. Y lo he sido desde siempre, antes porque era el chico afeminado que hacía danza contemporánea, pero también porque era el chico dulce que siempre prestaba los apuntes. Existo en la dicotomia agena, y a su vez en el prejuicio propio. Tu hijo es solo la materialización de aquello. Y sin embargo no puedo odiarlo, solo es un poco de envidia porque me gustaría tenerla un poco más fácil como él, no tener que preocuparme si lo que digo afecta de alguna forma a otras personas o si mi comportamiento desconcierta.
»Lo que quiero decir que sí, a veces me gustaría ser el Judío alemán que emigró a Sudamérica, tan lejos como pudo, y empezó de nuevo. Pero soy la misma persona que era en la secundaria, y seré la misma persona dentro de diez años, tan dispuesto a hacer cualquier cosa que me permita quedarme, como arrepentido de no poder ser diferente. No conozco nada más.
—No deberías sentirte culpable por vivir la vida como sabes vivirla, por hacer lo que te permite tener la vida que mereces -comentó sin dejar de mirar el perfil que Jimin le daba-. Eres el chico que se fuma hasta la molestia con tal de no descargar esa ira en alguien más, incluso si ese alguien es capaz de apuñalarte por la espalda. Tuviste que volver demasiado adulto cuando lo único que debería haber hecho era ir a la universidad y disfrutar las fiestas de facultad, e incluso antes de eso cuando solo debías leer novelas románticas y jugar videojuegos. No dejes que lo que diga Jungkook o cualquier otra persona te impida sentirte orgulloso de quien eres y de lo que haz logrado, nada de lo que el resto diga anula tus logros.

Entonces por primera vez desde que lo conocía el chico se derrumbó frente a él y volteó a verlo con los ojos húmedos y una expresión que no estaba seguro de querer volver a ver.

SUGAR BABY | Kookmin [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora