04. Descarado

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Yoo notó como Jimin apagaba la música y encendía las luces de la sala de estar y el comedor. Al llegar a la sala lo encontró de pie sobre la mesa de centro, despidiendo a los invitados y pidiendo perdón por tener que arruinarles la diversión. El grupo de amigos de Yoo pasó junto al rubio, cada uno se despidió de él a su manera y uno de ellos, el más joven del grupo, le acarició la cintura para poder despedirse de un beso en la mejilla. Poco a poco el departamento se fue vaciando y pronto en el lugar solo quedaron el rubio y Yoo. Jimin suspiró y observó el lugar vacío, sin lograr sentirse relajado. Recordar la presencia de cierto castaño en ese departamento lo mantenía alerta, buscando explicaciones e imaginando historias por si necesitaba defenderse a sí mismo.

—Qué gran noche —bromeó intentando calmarse. Yoo lo ayudó a bajar de la mesita dándole la mano.

—Al menos esta vez solo quedaron los envoltorios de los condones repartidos por el piso.

—Sí, porque alguien dijo "sabes, limpiar después de un show de Shibari es desagradable". —El mayor rio con ánimo y luego lo acercó para poder depositar un corto beso sobre sus labios.

—Pero tú no limpias.

— Sí, ¡pero estaba en mi zapato, Jeon!

—Te compré unos nuevos —respondió en medio de una carcajada.

El mayor se dejó caer en el sofá aún sosteniendo la mano de Jimin y le dio un leve tirón, pidiendo en silencio que se sentara a su lado. Jimin dudó un par de segundos, porque en vista de los acontecimientos era probable que lo más responsable fuera irse a casa de inmediato, pero cedió. Se recordó que los hombres como Yoo pagaban su colegiatura, sus libros de estudio, la ropa que vestía y su alquiler. Se recordó que Yoo le pagaba por pasar tiempo con él y obedeció obedientemente, soltando un suspiro luego de apoyar su cabeza en el hombro del castaño.

—Pero eran mis favoritos.

Jeon sonrió acariciándole la mejilla.

— ¿Trabajas mañana? —Jimin hizo un ruido pensativo para después negar lentamente con la cabeza.

—Es domingo, ¿no? Ya no trabajo los domingos.

Yoo asintió en silencio.

—Entonces quédate a dormir —propuso después de un rato, intentando observar el rostro del rubio. Jimin simplemente soltó una risita, como si la sola idea le pareciera hilarante. — ¿Qué? ¿Qué es gracioso?

Jimin pensó en toda la situación. En el chico dormido en una de las habitaciones de ese departamento, el mismo chico al que solía darles clases de filosofía en la universidad. El mismo que lo había invitado a desayunar la segunda semana de clases y Jimin rechazó alegando falta de ética. Ética, pensó. Qué estaría pensando Jungkook en ese momento sobre su ética, sobre el papel que representaba en la universidad. Negó para sí mismo. En realidad, lo que pensara Jungkook no era relevante siempre y cuando no decidiera que era una buena historia que contar durante el almuerzo. Finalmente, harto de sí mismo y de los escenarios imaginarios, se enderezó fingiendo una expresión burlesca y observó a Yoo unos segundos en silencio. 

—Tú eres mi favorito. En serio, pero eres jodidamente descarado.

La sonrisa en el rostro del mayor se agrandó antes de abalanzarse sobre el delgado cuerpo de Jimin y tumbarlo en el sofá. El rubio forcejeó y rio mientras Yoo repartía sonoros besos en su rustro. Silbó cuando el mayor dirigió los besos a su cuello, y suspiró complacido una vez que comenzó a dejar pequeños chupetones en todas las zonas correctas. De pronto todo lo que le preocupaba estaba escondido en un lugar muy recóndito y apenas podía pensar.

— ¿No escuchaste lo que dije? —preguntó el menor en medio de un jadeo.

—Sí, —respondió el castaño dejando suaves besos en sus clavículas— dijiste que soy tu favorito.

—Das buenos regalos y tus fiestas son decentes, ¿cómo no ibas a serlo? —El rubio rio cuando escuchó al mayor gruñir contra su cuello. 

— ¿Solo por eso? —preguntó deslizando su mano debajo del pantalón de Jimin y comenzando a masajear su miembro. El menor se estremeció cuando Yoo le dio un pequeño apretón. — ¿Solo por los regalos y las fiestas?

—Bueno, y eres bastante más joven que la mayoría.

Jimin dejó escapar un débil gemido cuando Yoo terminó de recargase sobre él. Su cuerpo era pesado y cálido, y encajaba a la perfección sobre él. El mayor siguió masturbándolo mientras le lamía la oreja, provocándole pequeños escalofríos a lo largo de la espalda y un agradable cosquilleo en la parte baja del abdomen. Se tensó. Podía sentir la respiración de Yoo calentándole la piel, volviéndolo más y más sensible, y la fricción en su miembro lo estaba llevando rápidamente al límite. Odiaba esto, odiaba cuando Yoo tomaba ventaja de la situación, pero aun así se quejó cuando sacó la mano de su ropa interior y comenzó a acariciar su abdomen con inocencia. Abrió los molesto cuando las caricias se extendieron demasiado. El mayor le dedicó una sonrisa amable que buscaba suavizar su temperamento. Jimin volcó los ojos.

— ¿Y si dejas de trabajar? —preguntó luego de unos segundos en los que solo se miraron el uno al otro. 

Jimin se quedó callado. Conocía ese tono de voz, y conocía la mirada que Yoo le estaba dedicando, y los odiaba a ambos. Cada una de las veces en las que los había visto había vuelto a casa sintiéndose cruel y culpable, como si todo lo que hacía fuera incorrecto y fuera sucio. Era el tono de voz que utilizaba cuando intentaba convencer a Jimin de que ellos eran algo más, de que tenían algo especial. Jimin no terminaba de entenderlo. Él siempre era claro, trazaba los límites desde el primer día. Y después siempre estaban los tipos como Yoo, los tipos amables y estúpidos que pensaban que Jimin terminaría enamorado de ellos. 

—¿Y si dejas de pensar que todo esto significa algo? Me pagas por estar aquí, y ya está. Me pagas por tocarme, por llevarme a comer, por ir al cine. No puedes enamorarte de alguien a quien le pagas para pasar tiempo juntos.

Jeon suspiró quitándose de encima del muchacho, permitiéndole incorporarse. Esa era la repuesta que solía recibir, y pese a ello seguía intentándolo. Sin importar lo que hiciera Jimin siempre le daba una respuesta directa y amarga. Es una buena forma de arruinar el ambiente, había dicho Jimin una vez. En cuestión de segundos pasaba de ser amable y divertido, a ser tan despiadado como le fuera posible. Y Yoo estaba acostumbrado. Sabía que Jimin no mezclaba su vida privada con el trabajo. Lo observó arreglarse y recoger sus cosas dispersas por la sala de estar. Cuando estuvo listo se quedó de pie y le dio una extraña mirada. Una mirada indecisa, como su estuviera a punto de decirle algo, pero se arrepintiera en el último momento. Era extraño ver a Jimin dudar, pensó. Jimin quien era directo y rápido para dar sus opiniones. Lo dejó dudar, tal vez se había arrepentido de su respuesta. Sin embargo, no esperaba lo que vino después.

— ¿Qué estudia tu hijo?

—Humanidades —respondió por inercia, sin comprender la pregunta.

— ¿Y yo qué estudio? ¿Dónde?

—Humanidades en la Universidad de Seúl.

— ¿Y tu hijo?

— ¿Por qué las preguntas sin sentido?

— ¿Dónde estudia tu hijo? —insistió casi molesto.

—En la Universidad de Seúl... —El rostro del mayor decayó rápidamente.

—Soy su ayudante de Filosofía. Las clases que hago para Min —explicó en voz baja. —Tú y yo no estamos saliendo, quiero dejar eso en claro. A pesar de eso nunca me ha molestado quedarme a dormir, pero Jungkook está aquí. No puedo quedarme a dormir, no hoy.

Llamó el ascensor y luego desapareció como si nunca hubiera estado ahí.

Solo un par de minutos más tarde Jungkook apareció en la sala vistiendo pijama. Levantó un envoltorio plateado del suelo, lo mostró en alto y miró a Yoo, interrogándolo.

— ¿En serio?

—Eres invitado, no tienes derecho a juzgar.

SUGAR BABY | Kookmin [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now