30. Cruel

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Dejó la caja sobre el desayunador mientras Yoo le dedicaba una mirada completamente carente de emoción y sorpresa. Estaba repleta de los distintos regalos que había acumulado durante los últimos años, incluyendo libros, cuadros, diversos perfumes que nunca había llegado a usar, joyas y demás. El mayor revolvió el interior sin prisa y cuando volvió a mirarlo le dirigió una cínica mirada. Algo se rompió en el interior de Jimin. "Ese hombre jamás podría hacer nada para dañarte", había dicho Shinhye una tarde en el balcón, el sol aún era cálido y él comenzaba a sentirse atormentado por las decisiones que había tomado, por las miradas inescrupulosas, por la vida que llevaba. Y pese a ello estaba ahí, sintiéndose insignificante y pequeño bajo la cruel mirada del mayor. Pero era eso precisamente lo que a ellos les gustaba, pensó con amargura. Jimin parecía tener el control, ser dueño de sí mismo y ser completamente capaz de poner límites, pero esa era la fantasía que a ellos tanto les gustaba, porque en el fondo eran ellos quienes tenían el control. Les gustaba sentirse poderosos, le gustaba poder manejarlo a su antojo, de eso se trabaja el dinero después de todo. Después de todo ni siquiera Yoo había sido el hombre abnegado que se complacía cumpliendo sus deseos; siempre había querido más.

Cuando Yoo finalmente habló su voz estaba llena de burla.

—¿Y qué hará el chico? ¿Cuidar de ti?

Jimin le dio una mirada cargada de algo que él mismo no era capaz de entender, y se odió por el dolor que comenzaba a asentarse en su pecho. Pero se mantuvo firme y sereno al responder.

—No —respondió tranquilamente—. No necesito que nadie haga eso. Puedo cuidar de mí mismo.

Yoo lo contempló con la expresión irónica más cruel que alguien alguna vez le hubiera dirigido. Se le revolvió el estómago. ¿Qué era todo eso? Él hombre había estado deseando que lo eligiera un mes atrás, no, solo la semana anterior parecía ansioso y preocupado por él y hoy lo miraba como si fuera una peste, como si estuviera cubierto de mierda. Jimin no esperaba indulgencia, hace mucho tiempo que no la esperaba de nadie, pero definitivamente está no era una de las muchas situaciones que había imaginado. "Cuídate de los hombre poderosos". ¿Dónde lo había leído? En ese entonces se hubiera reído, demasiado seguro de sí mismo y de lo qué podía hacer. Ya no le había gracia.

—¿En serio? ¿Cómo? ¿Con el dinero que ganas en la cafetería? Al menos sabes hacer eso, supongo.

Jimin lo observó en silencio, saboreando la degradación en la punta de la lengua. Entonces era cierto que las palabras quemaban. Era un dolor que le calaba los huesos y ardía profundamente en su pecho. Esperaba que el efecto de esas palabras no se reflejara en su rostro, porque en ese instante lo único que le quedaba era su orgullo, y romperse delante de ese hombre que desconocía era lo último que deseaba. Qué molesto. No recordaba la última vez que alguien había intentando humillarlo y, en efecto, lo había logrado. Le había dado demasiado poder a ese hombre y ese era su propio error. Y luego, por un breve momento, le pareció ver que en el rostro de Yoo se dibujaba la sonrisa de Jungkook, las paletas un poco más grandes que el resto de los dientes, el labio inferior abultado, los ojos brillantes. El juego que hacía la luz sobre el rostro del mayor era desconcertante, pero se sintió vagamente reconfortado.

Sonrió con resignación y miró el sus zapatos, para después de un segundo volver a alzar la vista. Era mejor que eso, se había esforzado por serlo y por convencerse de que lo era. Si Yoo quería sentarse ahí y humillarlo estaba bien, no tenía demasiado que ver con él, era Yoo quien se arrepentiría luego. Había aprendido a no pelear las batallas que no podría ganar y esta, particularmente, ni siquiera le interesaba demasiado.

—Por ahora sí —contestó. El mayor rio con sorna—. Y por supuesto que sé al menos preparar café. Deberías saberlo porque preparaba para ti y para tus amigos.

SUGAR BABY | Kookmin [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora